—por John Montañez Cortez—
Nos han dado la tierra
es el primero de los diecisiete cuentos que componen el clásico de la
literatura mexicana —e hispanoamericana— El
llano en llamas (1953), del extraordinario escritor y fotógrafo mexicano
Juan Rulfo (1917-1986). Rulfo, a pesar de utilizar diálogos con marcados
regionalismos del campo mexicano, no sólo logró popularizar y traspasar las
fronteras de la literatura mexicana a otros países hispanoparlantes, sino a
nivel mundial —sus cuentos, y sobre todo su novela, Pedro Páramo (1955), ya se
estaban traduciendo a varios idiomas—.
En
Nos han dado la tierra se describe la
resequedad, la soledad, el polvo de la llanura rural mexicana —maestramente
descrita por Rulfo— dando marco al entorno social de la época y a las tierras
que los gobernantes —período de la revolución mexicana— asignaban a los pobres
y desposeídos. En la página tres hay este ejemplo magistral que describe la
topografía regional:
No, el Llano no
es cosa que sirva. No hay ni conejos ni pájaros. No hay nada. A no ser unos cuantos
huizaches trespeleques y una que otra manchita de zacate con las hojas enroscadas;
a no ser eso, no hay nada.
Juan Rulfo |
En
la temática social del campesino mexicano —problemática ampliamente difundida
en la obra global del artista— encontramos este delicioso diálogo:
—Pero, señor
delegado, la tierra está deslavada, dura. No creemos que el arado se entierre
en esa como cantera que es la tierra del Llano. Habría que hacer agujeros con
el azadón para sembrar la semilla y ni aun así es positivo que nazca nada; ni
maíz ni nada nacerá.
En
diciembre de 1966, cuando visitó Bogotá, durante una entrevista con la prensa,
Rulfo expresó varios puntos de vista donde consideraba que el escritor tiene la
misión conjunta de plantear problemas sociales y de hacer obra de arte. Y cito:
“Los problemas sociales se pueden plantear de
una manera artística. Es difícil evadir de una obra el problema social, porque
surgen estados conflictivos, que obligan al escritor a desarrollarlo”.