Hace más de seis meses que no te veía, y sin embargo, tu recuerdo perdura como el aroma de lluvia recién caída en mi memoria. No hace mucho, seis meses, la última vez que te vieron mis ojos, que acariciasteis mi piel suavemente e hicisteis temblar mi cuerpo. Sólo seis meses, pero pareciera que fueron aún más; tal vez por los avances bienvenidos del sol y la tardanza de los vientos, que mal me acostumbré a sólo verte en mi recuerdo; pero siempre presente en mi mente, nunca olvidada, siempre a la espera de tu llegada inesperada.
En las mañanas frías y oscuras, como el oráculo certero que vaticina tu llegada, sigilosa, callada y siempre inesperada, mis pensamientos vuelan acompañados de las estrellas alborotadas y las luces de los carros desaforadas, preguntándose cuándo sería tu llegada.
Seis meses no más, pero parece que fue una centenada de meses alocados y desentendidos, con la intuición adormecida, tu recuerdo y tu inesperada llegada eran aún más borrosos, lejanos. Pero hoy has llegado, como siempre, inesperada. No hacía nada que los cálidos rayos del atardecer y la brisa refrescada, acariciaban mis mejillas mientras la vida pasaba, alocada y cegada, ensordecedora; al igual que tú, casi imperceptible a la mirada, sólo a la memoria lejana y a mis sentidos. Bienvenido sea tu cambio que traes, con tu llegada inesperada.
Excelente alegoría del invierno, justo a tiempo, me encanta…
ReplyDelete