Sunday, July 22, 2012

Henri Cartier-Bresson (1908-2004)



Hablar de fotografía, es hablar del momento decisivo, de ese instante congelado para siempre en el tiempo, en donde la anticipación y el desenlace ―de la acción― suceden al mismo tiempo. Nadie mejor que Henri Cartier-Bresson (1908-2004) entendió este concepto. El fotógrafo francés, a través de su talento y genio, ayudó a definir lo que hoy se conoce como “periodismo gráfico” y su influencia en la fotografía moderna va mas allá de los momentos y escenas impactantes, capturados magistralmente. Henri, aparte de ser considerado el padredel periodismo gráfico, también es considerado uno de los pioneros de la fotografía callejera, en donde las escenas cotidianas son transformadas en obras de arte, escenas mundanas y comunes; a las cuales somos indiferentes cuando transitamos en la calle; son elevadas de tal manera que su contexto y composición nos hace reflexionar, imaginar y hasta nos hace indagar mas allá de la escena misma, es el momento decisivo en su expresión más pura.
Los comienzos artísticos para Henri, no fueron en la fotografía sino en la pintura. Desde pequeño, Henri fue instruido en este medio por su tío ―talentoso pintor francés― Louis. Más tarde, en el año 1927 y a la joven edad de 19 años, Henri estudia en la escuela privada de arte, y estudio del cubista André Lhote, en Paris, donde el riguroso y metódico entrenamiento le serviría de mucha utilidad para resolver los problemas fotográficos de composición y diseño que más tarde enfrentaría en su carrera. Sin embargo, el movimiento surrealista ―fundado en 1924― fue el que más influenció a Henri. Luego de su retorno de África, la influencia surrealista fue aún mayor e inspirado por una imagen del fotógrafo húngaro, Martin Munkacsi; Henri tomo su fotografía más enserio, “I took my camera and went out into the street” (tomé mi cámara y me fui a la calle).
No cabe la menor duda que la genialidad, talento y tacto por lo artístico de Henri es nato. En sus imágenes conviven, simbióticamente, la simplicidad y la complejidad de los elementos, sus composiciones, eternamente plasmadas y confinadas en un solo instante, son ejecutadas con tal precisión que hasta uno se pregunta si son reales o son dirigidas.
Por si fuera poco, Henri Cartier-Bresson, junto a sus homólogos Robert Capa, George Rodger and David “Chim” Seymour, crearon en 1947, la agencia fotográfica “Mágnum” (http://www.magnumphotos.com/), hoy en día, internacionalmente prestigiosa con operaciones en Londres Paris, New York y Tokio. Esta agencia fue fundada como una cooperativa fotográfica y de la propiedad de sus miembros para “sentir el pulso de los tiempos”, una época en donde el mundo todavía se recuperaba del “shock” producido por la segunda guerra mundial. Algunos de los primeros trabajos producidos por esta agencia fueron “People Live Everywhere” (La gente vive en todas partes), “Youth of the World” (Jóvenes del mundo), “Women of the World” (Mujeres del mundo) y “The Child Generation” (La generación de los niños). La meta de la agencia Mágnum era usar la fotografía al servicio de la humanidad, proporcionando imágenes impactantes e interesantes.Hablar de fotografía, es hablar del momento decisivo, y es también, hablar de Henri Cartier-Bresson. Sus imágenes pueden ser admiradas en galerías y museos alrededor del mundo y gracias a él, la fotografía es considerada, hoy más que nunca, un arte.

Tuesday, July 17, 2012

LA ANTOLOGÍA PRESUNTA DE EDUARDO LLANOS


—Alberto Hernández—

1.-
Una palabra se afilia a la conversación con el poeta chileno Eduardo Llanos Melussa: ironía, la que hace más evidente una inteligencia sutil. Podríamos afirmar que se trata de una ironía expresamente pedagógica cuando se entabla relación directa con el poeta.

Es un poeta casi inédito para los lectores del resto del continente, “descubierto” a través de Antología presunta (1976-2002), publicada en 2003 por  el Fondo de Cultura Económica, en la Colección Poetas chilenos/ Tierra firme. Libro donde aparece (aunque incompleto) el poemario Contradiccionario (1983), muy celebrado por los poetas Gonzalo Rojas y Enrique Lihn.

El lector se preguntará por qué una antología “presunta”. La respuesta nos la ofrece Niall Binns, quien abre el tomo con un prólogo enjundioso donde destaca el carácter de inéditos de los poemarios, excepto, precisamente, el ya mencionado Contradiccionario. Por supuesto, el trabajo de armar el libro fue labor del mismo autor, lo que hace más presunta la antología, toda vez que los libros permanecían guardados en un secreto tránsito de acomodo al mundo.  Pero también porque se trata, como señala en un texto inicial, del fondo contradictorio de su autor. De allí la inteligencia sutil (la sutileza es fina revelación en muy pocos autores) de Llanos Melussa que, gracias al X Encuentro Internacional de Poesía de la Universidad de Carabobo 2012, nos permitió conocerlo personalmente. Y también nos dotara de un ejemplar de su trabajo.

En efecto, Binns ha afirmado: “La contradicción aquí es claramente una dicción en contra, un rechazo racional, barbado de ironía, a determinados comportamientos sociales de los poetas”.  Para demostrar esta tesis aborda el poema “Aclaración preliminar”, primer texto del libro en el que deja sentada una poética que se advierte en toda su obra: “Si ser poeta significa poner cara de ensueño,/perpetrar recitales a vista y paciencia del público/ indefenso,/ infligirle poemas al crepúsculo y a los ojos de una amiga/ de quien deseamos no precisamente sus ojos;/ si ser poeta significa allegarse a mecenas de conducta/ sexual dudosa,/ tomar té con galletas junto a señoras relativamente/ deseables todavía/ y pontificar ante ellas sobre el amor y la paz (…) / entonces, entonces, no quisiera ser poeta”.

2.-   
Los libros que contiene este periplo, mencionado ya Contradiccionario (1976-1983), son Disidencia en la tierra (1976-1988), La brasa y la brisa (1986-2000), Paisaje histórico (1984-1989), Prohibido estacionar (1992) y Cofre de Haikus (1988-2002).

La tradición poética chilena es de largo trayecto.  Versos que conversan entre ellos, hacen de Llanos  Melussa un representante que no deja dudas sobre su agilidad y esmero por  asentar que las palabras deben usarse para decir, para encantar, para doler  y hasta para desechar. Llano Melussa es un poeta cercano a Nicanor Parra. Heredero de una cultura donde la irreverencia asoma siempre su cuerpo, nuestro autor destaca porque, como afirma el prologuista, “la esencia de la humanidad son las contradicciones”.  Valga el ejemplo de “Clausura”:

“Bueno, bueno, lo reconozco: / como tantísimos adolescentes,/ yo también incurrí en imperdonables poemas/ para que la amada de turno suspirara en sus tardes/ de gripe/ (amada que era apenas un rostro ardiendo al fondo/ de un sueño). // Pero hoy que mis horizontes van ampliándose/ -limpiándose diría si hubiera suficientes micrófonos/ en torno-, / quisiera rehabilitarme como un hombre de buena/ voluntad/ y hacerme digno de mi propio lenguaje, / dignidad en cuyo honor clausuro este poema”.

Tono en el que el autor se somete al escrutinio del tiempo. Desdice y dice: va al pasado y retorna al presente con la carga de una humorada que se convierte luego en oficio. He allí el carácter indoblegable de quien no teme arrancarse los verbos de la piel y hacerlos parte de un texto donde viven y sobreviven la “gripe” y el poema. Porque el resfriado de una novia de la adolescencia jamás se olvida y hasta se convierte en leyenda urbana cotidiana, como todos los textos que en esta antología presuntamente existen. Y vuelvo a lo de presunta porque, en efecto, somos lectores presuntos dado el grado de peligrosidad de estos trabajos en los que Llanos Melussa provoca, conspira y se hace el loco a la hora de los cargos de conciencia. Es decir, el autor nos crea, nos inventa en la medida de su recreación (y re-creación): una suerte de mirada a un paisaje que se instala en el imaginario de quien abre estas páginas. Sí, es un libro donde el ser social y el ser político se confunden con el ser poético, con el gracejo de quien siempre se tropieza con el mundo y lo analiza con cabeza fría y muchas veces ahogada con una risita de medio lado. Existe una ética del decir. Existe una ética/ poética a la que somos sometidos, voluntaria o involuntariamente, los que osamos acercarnos a él, al poemario, a su presunción.

3.-
Digamos de Disidencia en la tierra, juego donde Llanos Melussa contradice el título de Pablo Neruda, lo revisa y le da otra dimensión. La residencia se extravía y se confirma exilio, tortura, voz contraria, destierro, pérdida y hasta extravío. Muerte. En este espacio verbal el poeta habla desde el adentro y el afuera de una realidad que conmovió al mundo entero. La dictadura chilena sigue siendo un largo poema donde el dolor, el reclamo y la ironía produjeron textos como “Aviso clasificado”:

“Centro de inteligencia y prisión preventiva/ en vías de expansión a todo el territorio/ necesita contratar personal de apoyo/ en jornadas nocturnas, diurnas o vespertinas.// Se exige dinamismo, reserva, sangre fría, / olfato, patriotismo, buen oído y buen ojo./ Deseable posesión de vehículo propio,/ estudios de kárate y buena puntería.// Se ofrece buen sueldo, comisiones y viático. / Labor no rutinaria –con viajes de confianza/ dentro y fuera del país-. Carrera funcionaria.// Postular solamente los más interesados. / Enviar nombre completo, sin datos ni currículo: / de eso ya tenemos un registro exhaustivo”.  Queda en la lengua -y allá en el fondo de la memoria- una carga tan humana que deshace el oficio del soneto. El poema es –precisamente- el oficiante, el que advierte de todo lo que podría ocurrir y no ocurrir. El dolor es un largo y afilado poema como el mapa de Chile. Y así como es largo el territorio austral, así este poemario que deja un extraño sabor en la boca. Con estas palabras cierra el libro el poeta santiaguino: “Pero es cierto también que ahora, al balbucear/ y bucear en mis propias lagunas mentales,/ me sorprendo in fraganti a mí mismo proclamando/ ideales libertarios en un tono impositivo, igual/ que un almirante jubilado que se desgañita/ arengando a una tripulación inexistente,/ poniéndome y sacándome y poniéndome de nuevo/ la máscara del desenmascarador./ Así que ya no sé quién soy ni quien no soy/ y prefiero interrumpir aquí este verdadero-falso/ testimonio”. He aquí entonces una forma de desdecir o afirmar una sociedad que aún navega en la incertidumbre, que una vez hizo decir a Neruda: “Cadáveres dormidos que a menudo/ danzan  asidos al peso de mi corazón…”.

4.-
Entramos en el paisaje nacional con el primer texto de La brasa y la brisa. Justificación para volver a sus andanzas: el poeta reflexiona y juega. Al derecho y al revés. Dice: “Serenidad del cielo/ al atardecer, / como si Dios meditara/ bajando los párpados”, luego de esta hermosa tarjeta de presentación (“Chiloé”), en la que no cabe ironía alguna, Llanos  Melussa nos revuelve el agua verbal con “Pantano nocturno”: “Cierto: aquel pantano hedía/ insoportablemente. / Pero, suspendiendo un instante la respiración, / uno descubría que en su superficie/ también se reflejaban las estrellas” (y coloca el próximo verso al revés, como si lo viésemos en un espejo). ¿Cabe este pantano en Chiloé? Podría ser en la superficie. En el fondo, donde no caben todas las cosas, la belleza: la contradicción, elegante y provocadora, desnuda a quien se maquilla y por dentro está lleno de espinas. Para burlarse de él mismo (como debe ser), dispara: “Una larga experiencia/ me ha mostrado/ que una larga experiencia/ no sirve para nada”. O: “Luego de intentar/
una atenta reflexión/ veo que jamás he hecho/ una atenta reflexión”. Estas paradojas, esta suerte de trote aforístico, confirman la búsqueda de quien se cree perdido, extraviado en medio de un desierto. Para redondear, se larga con éste:

“Después de observarme detenidamente/ sé que no puedo observarme detenidamente, / menos observar si me observo o no me observo/ y mucho menos hacerlo detenidamente”. Tesis, una vez más, puesta en evidencia: el poeta usa la contracción como una manera de deshacerse de la abulia reinante, de la oquedad de ciertas reflexiones. Para hacernos más fácil el atajo, el poeta chileno nos hace entrar en la poesía dibujada que en México Juan José Tablada practicó a su antojo, y que hoy Llano usa para enmarcar su talento poético y su ocio existencial, que en el fondo son lo mismo. Palíndromo y caligramas, haikus y demás experimentos se pasean felizmente por estas páginas que, para casi clausurarlas, terminan así: “Siempre y en cualquier parte/ escribir ha sido nadar/ contra la corriente. / Sólo que aquí se incluía/ la corriente eléctrica”. Si hacer poesía es lo más contradictorio del mundo, también –como decía Hölderlin- es el oficio más peligroso, tanto que la picana es una metáfora.

5.-
Paisaje histórico: cruces de palabras: “Miré s muertos de la patria mía”. Cruces y más cruces. Caligramas. Cruces, muertos, agonía, tortura. Cruces, hasta llegar a Prohibido estacionar, donde la descarga es la de un sujeto que habla de la poesía, de la ciudad, de las muchachas, de una taza de café y muchas miradas. Textos donde el país sigue siendo una borradura, un paisaje fresco, una cálida estación de voces. Y luego, Cofre de haikus donde el poeta muestra su capacidad lúdica. Poemas donde un niño juega con las palabras. Donde un adulto se hace esas mismas palabras.

Así, al cierre, me atrevo a afirmar que este libro es un inmenso ars poética donde la misma poesía (¿y su más allá?), los afectos y la gente constituyen una atmósfera cuya densidad se condensa en un silencio que nos ahoga al leer el último verso.


Thursday, July 12, 2012

Pedro Juan Gutiérrez (1950) Matanzas, Cuba

—por John Montañez Cortez—


"El sexo es muy importante para los cubanos, yo pienso que por… por nuestra condición de pueblo mestizo, somos un pueblo mezclado con africanos. Yo creo que esa mezcla más las condiciones climáticas de Cuba, como el calor, que la gente normalmente anda en short, con poca ropa, creo que todo eso nos va llevando a una vida muy juguetona. Nosotros jugamos con el idioma, jugamos con la gestualidad, jugamos con la música, bailando también somos muy juguetones; y yo creo que es una forma de expresión del cubano y el sexo entra dentro de ese “paquete” expresivo de la… del “ser” cubano.
Date cuenta que tú escribes porque tú eres tú y tus circunstancias. Si tú eres un aristócrata que vives en Londres en un castillo, pues escribes como un aristócrata que vive en un castillo en Londres y que nunca ve a nadie; escribes de esa manera. Pero si eres un hombre común y corriente que vives aquí en este barrio donde hay mujeres tan hermosas que se pasan el día entero enseñando el ombligo porque hay mucho calor y tú estás sudando y todas tienen buenas tetas y buenos culos y caminan jacarandosas así, tú… ¿Te vas a negar a eso? Tú tienes que entrar dentro de ese juego de la vida cotidiana aquí en Cuba, aquí en La Habana; y escribes de esa manera. No te queda otra alternativa".


Palabras del escritor Pedro Juan Gutiérrez. Descubrí al autor de Trilogía sucia de La Habana cuando leía un sitio web acerca del movimiento literario norteamericano conocido como Dirty realism (realismo sucio), término acuñado por vez primera por la acreditada revista Granta en 1983. Entre los escritores que han sido descritos como integrantes de esta forma de minimalismo con palabras se encuentran: Raymond Carver, Tobias Wolff, Richard Ford, Larry Brown, Frederick Barthelme, Cormac McCarthy, Pedro Juan Gutiérrez, Fernando Velázquez Medina, Jayne Anne Phillips, y claro, el padrino o “rey” del movimiento y uno de mis favoritos, Charles Bukowski.

Pero ¿Quién era este Pedro Juan Gutiérrez que irrumpía en este selecto circo literario? Así me topé con un video-entrevista que le hicieron para Havana-Cultura donde quedé impresionado con su trabajo y decidí transcribir estas palabras. Posteriormente tuve la suerte de contactarme con Pedro Juan y él mismo le dio el visto bueno a mi transcripción.

La fuerza arrolladora de su verbo y sus convicciones demuestra que es un escritor genuino, franco, sabe de lo que habla, conoce de lo que escribe, parte de su obra es autobiográfica y esto no lo puede decir —o escribir— cualquiera.
Y no puede ser de otra manera puesto que Pedro Juan Gutiérrez no es un escritor tradicional, no es una persona común. A los once años comenzó a trabajar vendiendo helados y periódicos. Fue soldado, nadador, instructor de kayak, trabajador agrícola, técnico en construcción, técnico diseñador, locutor de radio, y por veintiséis años se desempeñó como periodista.

Pedro Juan Gutiérrez en la azotea de su casa en La Habana
Gutiérrez combina la escritura con la pintura y la escultura. Es autor de varios libros de poesía. Ha escrito las novelas del “Ciclo Centro Habana”: Trilogía sucia de La Habana, El Rey de La Habana, Animal tropical (ganador del premio español Alfonso García-Ramos, 2000), El insaciable hombre araña, y Carne de perro (ganador del premio italiano Narrativa Sur del mundo). Otros libros de narrativa incluyen: El nido de la serpiente (Prix des Amériques insulaires et de la Guyane, 2008), Nuestro GG en La Habana, Pobre diablo, y las narrativas cortas: Melancolía de los leones y Corazón mestizo (libro de viajes por Cuba), entre otros.

Desde muy joven, cuando decidió ser escritor, se fijó la meta de escribir de una manera que su literatura no se pareciera a la literatura convencional. Le tomó treinta años desarrollar —experimentando de forma autodidacta— esta técnica propia de escritura. Su primera novela fue concebida durante una etapa de mucha furia, de mucho desespero, de mucha promiscuidad y locura, cuando logró el total desapego de lo racional, no le importaba nada, si iba a ser publicada, o no. La narración era como una catástasis de todo lo que le ocurría. Escribía —en sus propias palabras— borracho a las doce, una de la mañana. Se ponía a beber, pasaban cosas, así escribió Trilogía sucia de La Habana, en medio de esa situación tan desesperada donde sobrevivir era más que una nefasta realidad.

A pesar de la imagen cruda de muchos aspectos de la vida cubana, la escritura de Gutiérrez hace hincapié en su amor primordial por la cultura cubana. Con frecuencia elogia la música, el ingenio y la alegría de vivir del cubano. Describe con desprecio a las personas que evitan el riesgo y la libre expresión a cambio de asfixiar la seguridad y la banalidad que induce al aburrimiento.

Por la furia de lo escrito —y lo que viene— los críticos lo han llamado el “Bukowski caribeño”.






Saturday, July 7, 2012

El avión negro - Esteban Moore (Argentina)


—por Alberto Hernández—

1.-
Juan Domingo Perón es imaginado en un poema que vuela sobre la ilusión, sobre una ciudad que vive los avatares de un tiempo que se repite diariamente en las vidrieras de las grandes tiendas porteñas. En el hedor que despide la basura de la ruidosa y crecida Buenos Aires, Juan Domingo Perón rebota entre las vértebras de un poema que Esteban Moore compone desde las vísceras de una vieja nave aérea, desvencijada por el óxido de los años, pero no borrada del todo de la fiebre de quienes aún piensan que el mesías uniformado bajará por una escalerilla a salvarlos de la insania política de los días más cercanos a estas horas.

El 2 de diciembre de 1964, el pueblo argentino soñaba con ver llegar al caudillo en un pajarraco oscuro que aterrizaría y volcaría felicidad sobre las miles de cabezas que ansiosas aspiraban a regresar a los primeros tiempos del general. Pero el tal avión no era negro, se trataba del vuelo 991 de Iberia, el cual fue detenido en el aeropuerto de El Galeao por las autoridades brasileñas, por instrucciones del presidente Arturo Illias. La Operación Retorno se quedó congelada en el tiempo, en un poema que roza los deseos de aquella gente recostada de un mito.

El poema de Esteban Moore, contenido en el tomo del mismo nombre, El avión negro, Papel Tinta Ediciones, Buenos Aires, 2007), reflexiona sobre este hecho y aborda detalles familiares que le dan más fuerza evocativa a la historia. Este poema conversado, como casi toda la poesía de Moore, repasa el libro de historia de aquella nación que aún se debate entre el apellido del militar y la modernidad democrática.

La memoria del niño que era Moore se explaya en el texto desde el bar de Ferraresi, donde iba con el abuelo. Allí hilvanó las raíces del texto sentado “en una mesa frente a las carameleras / y a cambio de buenos modales/ --estarse quieto y mucho silencio-/ me dejaba pedir la Bidú y el helado que pudiera consumir” (…) Fue allí/ donde por primera vez escuché hablar/ del avión negro/ ---Si---fue ahí---podría jurarlo (…) Hoy a décadas de distancia mientras espero para cruzar una calle/ en una Buenos Aires/ -crecida –sucia- ruidosa/ el avión negro es ya un acontecimiento anecdótico/ pero es también esa pregunta nunca contestada…

El poema anida en el mito, recobra la sintaxis de esos días de sueños, de ensueños e ilusiones aún no superados.

Alberto Hernández, Sam Hamill y Esteban Moore (2012).
2.-
La poética de Esteban Moore hinca en detalles del pasado, desde un yo que se amplía y se reconoce en la sonoridad de unos versos bien respirados. El ojo del poeta hace un inventario de los eventos que lo marcaron en la niñez, en la adolescencia, en ese pasado que se hace hoy en el tono y la acentuación de la lectura. La voz curiosa de Moore relata desde la atmósfera de los secretos familiares, desde las sombras y las luces de sus antiguas casas, desde los nombres que cuelgan de la memoria. Precisamente, en “Viejos papeles” hay una fotografía color sepia, un cuadro en el que aparecen palabras y objetos escondidos: “Un sábado por la tarde/ dedicado a la limpieza de la baulera a poner en orden trastos viejos/ descubrí entre unas cajas de cartón un paquete/ envuelto en papel madera/ atado con grueso hilo de cáñamo/ oscurecido ---empolvado por el tiempo”. Tiempo y espacio, historia y lugares donde la mirada de Moore se estaciona, se hace historia, verso, poema en prosa.

En el poema “Fotografía” es mucho más evidente lo afirmado arriba. La imagen tiene doble contenido: la imagen misma, la descripción de los personajes y la nota que en el reverso se puede leer en dos idiomas. El poeta se recrea en esta instancia y seduce al lector al acercarlo a la mirada, al rostro de una anciana y de una niña. El pasado como sustancia viva del poema.

Un paisaje se congela en la voz de quien lee lentamente: “Mirá eso, pronto no lo volverás a ver”: quien transita por estos versos hace un viaje por costumbres que ya no existen. Trazos largos donde se siente el deseo de darle una respiración profunda a la lectura. Se siente el tiempo hasta la llegada del futuro en el último verso. El túnel del tiempo rodea cada poema, lo exalta, lo hace presente. “Los chacareros”, los agricultores, los campesinos…los arreadores: el color local y universal de hombres que hacen del silencio un modo de “vigilar el maizal”. Personajes como “El turco de la bolsa”, quien pasó toda la vida en una esquina  vendiendo “beines, beinetas, hebillas, hilóz, agujaás y otras baratijas”, hasta que desapareció y se hizo leyenda, memoria colectiva, dolor en la ausencia: “Allí/ jornada tras jornada –pasaba largas horas/ siempre de pie –en posición casi marcial/ esperando a su posible clientela// Siempre lo vimos con la misma casaca militar…”.

Un personaje lejano como en una fotografía, pero presente en la mirada del poeta reflejada en el lector.

3.-
La lectura vuela, viaja, se desliza por la geografía afectiva de una ciudad: Buenos Aires entrega “Los boliches”, “Los cines”, el “Restorán Los vasquitos”, un “Tiempo de cosecha”, la “Crónica de estos días”, y así hasta una “Carta a Marco Polo/ Venecia”. En estas líneas la vida y la muerte tienen lugar: la tortura y sacrificio de Alejandro Javier, a quien llamaban “Bocha”. La panorámica de la memoria hace de estos espacios parte del mismo rito urbano: las ciudades engendran, paren y abortan sus locuras y bellezas. Esteba Moore elabora un discurso que cuenta, relata –como una conversación entre amigos- la historia de su barrio, de su patio, de su ciudad, de su mundo. Y lo hace consciente de que la historia se debate entre el mito, la estupidez y la tragedia. Entre la paradoja y un largo poema que habla consigo mismo.

Un avión cruza el cielo del poema y libera al posible lector de las sombras que marca su vuelo.


MISCELÁNEA DE UN PLAGIO IRREVERENTE


—John Montañez Cortez—
La muerte de Séneca (1871)
Manuel Domínguez Sánchez - Museo del Prado

Muchos años después, cuando despertó una mañana después de un sueño intranquilo, el coronel se encontró sobre su cama, frente al pelotón de fusilamiento, convertido en un monstruoso insecto. Gregor Samsa había de recordar aquella mañana remota en que su padre lo llevó a conocer que el dinosaurio de hielo todavía estaba allí.

(Séneca)


Wednesday, July 4, 2012

Cuatro Poetas en Guerra por Ian Gibson


—por Ramon Hernandez i Ferrer—

Ian Gibson es un hispanista de origen Irlandés especializado en la historia de España, desde la Segunda República, hasta la Guerra Civil del 36. Se graduó en Literatura española y francesa, realizó sus estudios en el Trinity College de Dublín y ejerció como profesor en Belfast y Londres. Conocido por sus trabajos biográficos sobre Federico García Lorca, Salvador Dalí y Antonio Machado, tiene más de una veintena de libros a sus espaldas.

Últimamente he tenido el placer de leer “Cuatro poetas en guerra” y con esta entretenida lectura he podido conocer ampliamente el carácter de Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y Miguel Hernández. Gibson nos detalla en su libro las posiciones políticas de los poetas, cómo se relacionaban entre ellos y como se vivía en las décadas de los años veinte y cincuenta. Mediante un excelente trabajo de investigación mundialmente reconocido, el señor Gibson ha hurgado en los cajones de la memoria colectiva en los que se guardaban un sinfín de personajes ilustres de la cultura hispano-peninsular.

Empieza el libro con un interesantísimo prólogo siguiendo los pasos del periodista y dramaturgo argentino Pablo Suero. La obra prosigue dividida en cuatro bloques, uno para cada poeta, detallando memorables interrelaciones con grandes personajes del arte y la cultura, como Rafael Alberti, Margarita Xirgu, Luís Cernuda, Maruja Mallo, Pablo Neruda, Manuel de Falla, Alfonso García-Valdecasas, José Ortega i Gasset, Rubén Darío, Eduardo de Guzmán y otros, que con su vanguardismo hicieron que la cultura tuviese un papel importante en la sociedad y que sus obras sean en la actualidad una referencia para las nuevas generaciones. Pintores, escritores, actrices, músicos, catedráticos, periodistas, arquitectos y poetas entre otros, estuvieron implicados en mayor o menor medida en la legalidad y defensa de la Segunda República española.

En Cuatro poetas en guerra también se detallan los entresijos de la política española durante de la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República con el mandato de las derechas, la llegada al poder del Frente Popular y la rebelión por una parte del ejército español, apoyado desde Alemania e Italia. Entrelazando los acontecimientos históricos con las vidas de los ilustres poetas, Ian Gibson se lanza a la ardua tarea de investigar y relatar aquellas décadas de la historia española que para muchos ha caído en el olvido.

En la historia queda patente que durante la Guerra Civil se exilió, deportó y asesinó a muchas personas inocentes que defendieron la legitimidad de la República; fuesen liberales, socialistas, nacionalistas, anarquistas, militares o ciudadanos de a pié. Con Cuatro poetas en guerra no solo he recuperado la memoria histórica de una guerra que ha querido ser olvidada, sino que además he podido disfrutar de algunos de los versos que cada uno de estos ilustres poetas escribieron para la posteridad. Nos han dejado sus nombres grabados en la memoria de sus lectores y su valiente actitud frente a la barbarie que arrasó España y que posteriormente también padecieron muchos pueblos de Europa.

Para cada uno de estos poetas y las personas anónimas que lucharon por un mundo más justo y en libertad, mis más sinceras gracias.

Dedicado a Arturo Rico Llorca, descanse en paz.