—Alberto Hernández—
Una
palabra se afilia a la conversación con el poeta chileno Eduardo Llanos
Melussa: ironía, la que hace más evidente una inteligencia sutil. Podríamos
afirmar que se trata de una ironía expresamente pedagógica cuando se entabla
relación directa con el poeta.
Es
un poeta casi inédito para los lectores del resto del continente, “descubierto”
a través de Antología presunta (1976-2002), publicada en 2003 por el Fondo de Cultura Económica, en la
Colección Poetas chilenos/ Tierra firme. Libro donde aparece (aunque
incompleto) el poemario Contradiccionario (1983), muy celebrado por los poetas
Gonzalo Rojas y Enrique Lihn.
El
lector se preguntará por qué una antología “presunta”. La respuesta nos la
ofrece Niall Binns, quien abre el tomo con un prólogo enjundioso donde destaca
el carácter de inéditos de los poemarios, excepto, precisamente, el ya
mencionado Contradiccionario. Por supuesto, el trabajo de armar el libro fue
labor del mismo autor, lo que hace más presunta la antología, toda vez que los
libros permanecían guardados en un secreto tránsito de acomodo al mundo. Pero también porque se trata, como señala en
un texto inicial, del fondo contradictorio de su autor. De allí la inteligencia
sutil (la sutileza es fina revelación en muy pocos autores) de Llanos Melussa
que, gracias al X Encuentro Internacional de Poesía de la Universidad de
Carabobo 2012, nos permitió conocerlo personalmente. Y también nos dotara de un
ejemplar de su trabajo.
En
efecto, Binns ha afirmado: “La contradicción aquí es claramente una dicción en
contra, un rechazo racional, barbado de ironía, a determinados comportamientos
sociales de los poetas”. Para demostrar
esta tesis aborda el poema “Aclaración preliminar”, primer texto del libro en
el que deja sentada una poética que se advierte en toda su obra: “Si ser poeta
significa poner cara de ensueño,/perpetrar recitales a vista y paciencia del
público/ indefenso,/ infligirle poemas al crepúsculo y a los ojos de una amiga/
de quien deseamos no precisamente sus ojos;/ si ser poeta significa allegarse a
mecenas de conducta/ sexual dudosa,/ tomar té con galletas junto a señoras
relativamente/ deseables todavía/ y pontificar ante ellas sobre el amor y la
paz (…) / entonces, entonces, no quisiera ser poeta”.
2.-
Los
libros que contiene este periplo, mencionado ya Contradiccionario (1976-1983),
son Disidencia en la tierra (1976-1988), La brasa y la brisa (1986-2000), Paisaje
histórico (1984-1989), Prohibido estacionar (1992) y Cofre de Haikus
(1988-2002).
La
tradición poética chilena es de largo trayecto. Versos que conversan entre ellos, hacen de
Llanos Melussa un representante que no
deja dudas sobre su agilidad y esmero por
asentar que las palabras deben usarse para decir, para encantar, para
doler y hasta para desechar. Llano
Melussa es un poeta cercano a Nicanor Parra. Heredero de una cultura donde la
irreverencia asoma siempre su cuerpo, nuestro autor destaca porque, como afirma
el prologuista, “la esencia de la humanidad son las contradicciones”. Valga el ejemplo de “Clausura”:
“Bueno,
bueno, lo reconozco: / como tantísimos adolescentes,/ yo también incurrí en
imperdonables poemas/ para que la amada de turno suspirara en sus tardes/ de
gripe/ (amada que era apenas un rostro ardiendo al fondo/ de un sueño). // Pero
hoy que mis horizontes van ampliándose/ -limpiándose diría si hubiera
suficientes micrófonos/ en torno-, / quisiera rehabilitarme como un hombre de
buena/ voluntad/ y hacerme digno de mi propio lenguaje, / dignidad en cuyo
honor clausuro este poema”.
Tono
en el que el autor se somete al escrutinio del tiempo. Desdice y dice: va al
pasado y retorna al presente con la carga de una humorada que se convierte
luego en oficio. He allí el carácter indoblegable de quien no teme arrancarse
los verbos de la piel y hacerlos parte de un texto donde viven y sobreviven la
“gripe” y el poema. Porque el resfriado de una novia de la adolescencia jamás
se olvida y hasta se convierte en leyenda urbana cotidiana, como todos los
textos que en esta antología presuntamente existen. Y vuelvo a lo de presunta
porque, en efecto, somos lectores presuntos dado el grado de peligrosidad de
estos trabajos en los que Llanos Melussa provoca, conspira y se hace el loco a
la hora de los cargos de conciencia. Es decir, el autor nos crea, nos inventa
en la medida de su recreación (y re-creación): una suerte de mirada a un
paisaje que se instala en el imaginario de quien abre estas páginas. Sí, es un
libro donde el ser social y el ser político se confunden con el ser poético,
con el gracejo de quien siempre se tropieza con el mundo y lo analiza con
cabeza fría y muchas veces ahogada con una risita de medio lado. Existe una
ética del decir. Existe una ética/ poética a la que somos sometidos, voluntaria
o involuntariamente, los que osamos acercarnos a él, al poemario, a su
presunción.
Digamos
de Disidencia en la tierra, juego donde Llanos Melussa contradice el título de
Pablo Neruda, lo revisa y le da otra dimensión. La residencia se extravía y se
confirma exilio, tortura, voz contraria, destierro, pérdida y hasta extravío. Muerte.
En este espacio verbal el poeta habla desde el adentro y el afuera de una
realidad que conmovió al mundo entero. La dictadura chilena sigue siendo un
largo poema donde el dolor, el reclamo y la ironía produjeron textos como
“Aviso clasificado”:
“Centro
de inteligencia y prisión preventiva/ en vías de expansión a todo el
territorio/ necesita contratar personal de apoyo/ en jornadas nocturnas,
diurnas o vespertinas.// Se exige dinamismo, reserva, sangre fría, / olfato,
patriotismo, buen oído y buen ojo./ Deseable posesión de vehículo propio,/
estudios de kárate y buena puntería.// Se ofrece buen sueldo, comisiones y
viático. / Labor no rutinaria –con viajes de confianza/ dentro y fuera del
país-. Carrera funcionaria.// Postular solamente los más interesados. / Enviar
nombre completo, sin datos ni currículo: / de eso ya tenemos un registro
exhaustivo”. Queda en la lengua -y allá
en el fondo de la memoria- una carga tan humana que deshace el oficio del
soneto. El poema es –precisamente- el oficiante, el que advierte de todo lo que
podría ocurrir y no ocurrir. El dolor es un largo y afilado poema como el mapa
de Chile. Y así como es largo el territorio austral, así este poemario que deja
un extraño sabor en la boca. Con estas palabras cierra el libro el poeta
santiaguino: “Pero es cierto también que ahora, al balbucear/ y bucear en mis
propias lagunas mentales,/ me sorprendo in fraganti a mí mismo proclamando/
ideales libertarios en un tono impositivo, igual/ que un almirante jubilado que
se desgañita/ arengando a una tripulación inexistente,/ poniéndome y sacándome
y poniéndome de nuevo/ la máscara del desenmascarador./ Así que ya no sé quién
soy ni quien no soy/ y prefiero interrumpir aquí este verdadero-falso/
testimonio”. He aquí entonces una forma de desdecir o afirmar una sociedad que
aún navega en la incertidumbre, que una vez hizo decir a Neruda: “Cadáveres
dormidos que a menudo/ danzan asidos al
peso de mi corazón…”.
4.-
Entramos
en el paisaje nacional con el primer texto de La brasa y la brisa.
Justificación para volver a sus andanzas: el poeta reflexiona y juega. Al
derecho y al revés. Dice: “Serenidad del cielo/ al atardecer, / como si Dios
meditara/ bajando los párpados”, luego de esta hermosa tarjeta de presentación
(“Chiloé”), en la que no cabe ironía alguna, Llanos Melussa nos revuelve el agua verbal con
“Pantano nocturno”: “Cierto: aquel pantano hedía/ insoportablemente. / Pero,
suspendiendo un instante la respiración, / uno descubría que en su superficie/
también se reflejaban las estrellas” (y coloca el próximo verso al revés, como
si lo viésemos en un espejo). ¿Cabe este pantano en Chiloé? Podría ser en la
superficie. En el fondo, donde no caben todas las cosas, la belleza: la
contradicción, elegante y provocadora, desnuda a quien se maquilla y por dentro
está lleno de espinas. Para burlarse de él mismo (como debe ser), dispara: “Una
larga experiencia/ me ha mostrado/ que una larga experiencia/ no sirve para
nada”. O: “Luego de intentar/
una
atenta reflexión/ veo que jamás he hecho/ una atenta reflexión”. Estas paradojas,
esta suerte de trote aforístico, confirman la búsqueda de quien se cree
perdido, extraviado en medio de un desierto. Para redondear, se larga con éste:
“Después
de observarme detenidamente/ sé que no puedo observarme detenidamente, / menos
observar si me observo o no me observo/ y mucho menos hacerlo detenidamente”.
Tesis, una vez más, puesta en evidencia: el poeta usa la contracción como una
manera de deshacerse de la abulia reinante, de la oquedad de ciertas
reflexiones. Para hacernos más fácil el atajo, el poeta chileno nos hace entrar
en la poesía dibujada que en México Juan José Tablada practicó a su antojo, y
que hoy Llano usa para enmarcar su talento poético y su ocio existencial, que
en el fondo son lo mismo. Palíndromo y caligramas, haikus y demás experimentos
se pasean felizmente por estas páginas que, para casi clausurarlas, terminan
así: “Siempre y en cualquier parte/ escribir ha sido nadar/ contra la
corriente. / Sólo que aquí se incluía/ la corriente eléctrica”. Si hacer poesía
es lo más contradictorio del mundo, también –como decía Hölderlin- es el oficio
más peligroso, tanto que la picana es una metáfora.
5.-
Paisaje
histórico: cruces de palabras: “Miré s muertos de la patria mía”. Cruces y más
cruces. Caligramas. Cruces, muertos, agonía, tortura. Cruces, hasta llegar a Prohibido
estacionar, donde la descarga es la de un sujeto que habla de la poesía, de la
ciudad, de las muchachas, de una taza de café y muchas miradas. Textos donde el
país sigue siendo una borradura, un paisaje fresco, una cálida estación de
voces. Y luego, Cofre de haikus donde el poeta muestra su capacidad lúdica.
Poemas donde un niño juega con las palabras. Donde un adulto se hace esas
mismas palabras.
Así,
al cierre, me atrevo a afirmar que este libro es un inmenso ars poética donde
la misma poesía (¿y su más allá?), los afectos y la gente constituyen una
atmósfera cuya densidad se condensa en un silencio que nos ahoga al leer el
último verso.
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