"El sexo es muy importante para los cubanos, yo pienso que por… por nuestra condición de pueblo mestizo, somos un pueblo mezclado con africanos. Yo creo que esa mezcla más las condiciones climáticas de Cuba, como el calor, que la gente normalmente anda en short, con poca ropa, creo que todo eso nos va llevando a una vida muy juguetona. Nosotros jugamos con el idioma, jugamos con la gestualidad, jugamos con la música, bailando también somos muy juguetones; y yo creo que es una forma de expresión del cubano y el sexo entra dentro de ese “paquete” expresivo de la… del “ser” cubano.
Date cuenta que tú escribes porque tú eres tú y tus circunstancias. Si tú eres un aristócrata que vives en Londres en un castillo, pues escribes como un aristócrata que vive en un castillo en Londres y que nunca ve a nadie; escribes de esa manera. Pero si eres un hombre común y corriente que vives aquí en este barrio donde hay mujeres tan hermosas que se pasan el día entero enseñando el ombligo porque hay mucho calor y tú estás sudando y todas tienen buenas tetas y buenos culos y caminan jacarandosas así, tú… ¿Te vas a negar a eso? Tú tienes que entrar dentro de ese juego de la vida cotidiana aquí en Cuba, aquí en La Habana; y escribes de esa manera. No te queda otra alternativa".
Palabras del escritor Pedro Juan Gutiérrez. Descubrí
al autor de Trilogía sucia de La Habana
cuando leía un sitio web acerca del movimiento literario norteamericano
conocido como Dirty realism (realismo
sucio), término acuñado por vez primera por la acreditada revista Granta en 1983.
Entre los escritores que han sido descritos como integrantes de esta forma de
minimalismo con palabras se encuentran: Raymond Carver, Tobias Wolff, Richard
Ford, Larry Brown, Frederick Barthelme, Cormac McCarthy, Pedro Juan Gutiérrez, Fernando
Velázquez Medina, Jayne Anne Phillips, y claro, el padrino o “rey” del
movimiento y uno de mis favoritos, Charles Bukowski.
Pero ¿Quién era este Pedro Juan Gutiérrez que
irrumpía en este selecto circo literario? Así me topé con un video-entrevista que
le hicieron para Havana-Cultura donde quedé impresionado con su trabajo y
decidí transcribir estas palabras. Posteriormente tuve la suerte de contactarme
con Pedro Juan y él mismo le dio el visto bueno a mi transcripción.
La fuerza arrolladora de su verbo y sus convicciones
demuestra que es un escritor genuino, franco, sabe de lo que habla, conoce de
lo que escribe, parte de su obra es autobiográfica y esto no lo puede decir —o escribir— cualquiera.
Y no puede ser de otra manera puesto que Pedro Juan
Gutiérrez no es un escritor tradicional, no es una persona común. A los once
años comenzó a trabajar vendiendo helados y periódicos. Fue soldado, nadador,
instructor de kayak, trabajador agrícola, técnico en construcción, técnico
diseñador, locutor de radio, y por veintiséis años se desempeñó como
periodista.
Pedro Juan Gutiérrez en la azotea de su casa en La Habana |
Gutiérrez combina la escritura con la pintura y la escultura.
Es autor de varios libros de poesía. Ha escrito las novelas del “Ciclo Centro
Habana”: Trilogía sucia de La Habana,
El Rey de La Habana, Animal tropical (ganador del premio
español Alfonso García-Ramos, 2000), El
insaciable hombre araña, y Carne de
perro (ganador del premio italiano Narrativa Sur del mundo). Otros libros
de narrativa incluyen: El nido de la
serpiente (Prix des Amériques insulaires et de la Guyane, 2008), Nuestro GG en La Habana, Pobre diablo, y las narrativas cortas: Melancolía de los leones y Corazón
mestizo (libro de viajes por Cuba), entre otros.
Desde muy joven, cuando decidió ser escritor, se
fijó la meta de escribir de una manera que su literatura no se pareciera a la literatura
convencional. Le tomó treinta años desarrollar —experimentando de forma
autodidacta— esta técnica propia de escritura. Su primera novela fue concebida
durante una etapa de mucha furia, de mucho desespero, de mucha promiscuidad y
locura, cuando logró el total desapego de lo racional, no le importaba nada, si
iba a ser publicada, o no. La narración era como una catástasis de todo lo que
le ocurría. Escribía —en sus propias palabras— borracho a las doce, una de la
mañana. Se ponía a beber, pasaban cosas, así escribió Trilogía sucia de La Habana, en medio de esa situación tan
desesperada donde sobrevivir era más que una nefasta realidad.
A pesar de la imagen cruda de muchos aspectos de la
vida cubana, la escritura de Gutiérrez hace hincapié en su amor primordial por
la cultura cubana. Con frecuencia elogia la música, el ingenio y la alegría de
vivir del cubano. Describe con desprecio a las personas que evitan el riesgo y
la libre expresión a cambio de asfixiar la seguridad y la banalidad que induce
al aburrimiento.
Por la furia de lo escrito —y lo que viene— los
críticos lo han llamado el “Bukowski caribeño”.
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