Gustavo Adolfo Bécquer pintado por su hermano, Valeriano Domínguez Bécquer en 1862 |
Rima XXIX
Sobre la falda tenía
el
libro abierto;
en mi mejilla tocaban
sus
rizos negros;
no veíamos las letras
ninguno,
creo;
mas guardábamos ambos
hondo
silencio.
¿Cuánto duró? Ni aun entonces
pude
saberlo.
Sólo sé que no se oía
más
que el aliento,
que apresurado escapaba
del
labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
los
dos a un tiempo.
Y nuestros ojos se hallaron
y sonó
un beso. […]
Rima LXXIX
Una mujer me ha envenenado el alma;
otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
ninguna de las dos vino a buscarme,
yo de ninguna de las dos me quejo.
Como el mundo es redondo, el mundo rueda.
Si mañana, rodando, este veneno
envenena a su vez, ¿por qué acusarme?
¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron?
No comments:
Post a Comment