—por Gregory Zambrano—
La
poesía japonesa y la tradición:
La palabra poética es la suma expresión de una
lengua. Ella revela y oculta, sugiere y enmascara; se prestigia con sus sonoridades
profundas y misteriosas, mientras va de lo más simple a la síntesis de lo más complejo.
La poesía toca en las fibras sensibles y
hace que todo se perciba como misterio; se expresa en lenguas y culturas como
concreción de la belleza o de lo sublime, y también de lo disonante, de lo
oscuro y perturbador.
Así, la poesía japonesa no podía ser la excepción. Es
producto de una tradición milenaria que se adquirió a partir de antiguas formas
de expresión con que la cultura china fue incorporada en el archipiélago
japonés, pero que se transformó según sus propias realidades. Ya lo decía
Octavio Paz: “A pesar de la influencia de los clásicos chinos, la poesía nunca
perdió, ni en los momentos de mayor postración, sus características: brevedad,
claridad del dibujo, mágica condensación” ("Tres momentos de la literatura
japonesa", 1954).
Pero esta poesía poco a poco se fue llenado de sus
propios signos, afirmaciones y preguntas, ideas, paisajes y palabras nuevas. No
se conformó con ser un simple arte imitativo sino que buscó sus propios caminos
para estampar nuevas impresiones del mundo, y sobre todo, otras preguntas
esenciales. Del kanshi, heredado de
la China clásica, la expresión poética genuinamente japonesa comenzó con el tanka, y luego evolucionó al haiku,
forma que se convirtió, desde el siglo XVII hasta hoy, en una admirable y prestigiosa
manera de sintetizar el mundo en apenas 17 sílabas y tres versos: cinco, siete,
cinco.
Pero ese molde también fue evolucionando y, hoy en
día, se cultivan diversas formas de poesía no sólo para expresar sensaciones o
captar instantes, sino también, todo un sistema de pensamiento enraizado en los
valores y visiones del ser japonés. En este tránsito dilatado se han escrito memorables
versos y se han expresado formas muy particulares de entender la relación del
hombre con el misterio del tiempo, la divinidad y la naturaleza, entre otros
temas.
La poesía japonesa, con todo y su larga tradición,
sus nombres imprescindibles y sus signos característicos, configura un conjunto
considerable de creaciones que sería muy difícil encerrar en unas cuantas categorías.
Tal vez por ello, el haiku sigue siendo una forma prestigiosa de expresión que
se ha retenido en la memoria colectiva. Y se cultiva con gran interés aún en
nuestros días. Los cultores del haiku aprovechan los modernos canales de
difusión masiva (como los de la prensa y la televisión) para dar a conocer su
trabajo, el cual se hace en diversos clubes, donde poetas consumados y también
aficionados se reúnen para hablar de poesía y compartir sus creaciones.
Pero ello, al mismo tiempo, encierra unos códigos
que se tornan un reto para el lector, no sólo para el lector japonés
acostumbrado al ritmo, las pausas y silencios en la expresión, sino para todo
aquél que se aproxime motivado por los enigmas que guardan los ideogramas, los
que se buscan develar en las traducciones. Los kanjis se trazan siguiendo un ritmo premeditado y se asocian a la
naturaleza profundamente poética de sus misterios.
Aquí la poesía se hace huidiza, hermética, difícil.
Para Occidente la lectura de la poesía japonesa siempre ha necesitado de unas
formas de mediación, es decir, de traducciones
que permitan hallar los caminos que estén lo más cerca posible a los
códigos de la lengua y de la cultura, más allá de equivalencias literales.
Y a esto apela la reciente edición de la antología Poesía contemporánea del Japón,
publicada en Venezuela en 2011, gracias al Centro de Estudios de África y Asia,
y a la Secretaría de la Universidad de Los Andes. Es un volumen organizado por
los poetas Tetsuo Nakagami y Yutaka Hosono, que reúne a diez poetas: Kazuko
Shiraishi, Ruriko Mizuno, Toriko Takarabe, Yutaka Hosono, Tetsuo Nakagami,
Chuei Yagi, Shoichiro Aizawa, Masaki Ikei, Toshiko Hirata y Masayo Koike.
Hacia
una poética personal:
Cada uno de estos autores, se sitúa frente a su
tradición y, a su manera, expresa su visión del mundo, tal y como se afirma en
el sucinto y revelador prólogo “Poesía del país de la lluvia: la particularidad
y la universalidad de la poesía japonesa”, escrito por el poeta Tetsuo
Nakagami, quien de una manera didáctica resume lo que ha sido la evolución de
este género, desde sus antiguas raíces hasta nuestros días. Veamos entonces
algunos elementos que ayudan a comprender la poesía de cada uno de los autores
antologados:
Kazuko
Shiraishi indaga en universos culturales
de amplios registros; entre la historia y las incertidumbres del futuro vuelve
a los símbolos eternos, como el de Ulises, el viajero impenitente, que tendrá
siempre un hogar en el horizonte, pero que no puede regresar a él porque el
país al que desea volver le está negado. Entre otros símbolos, éste representa
el dilema del desterrado.
Ruriko
Mizuno se sumerge en un universo mineral, cargado de
anécdotas de la infancia; el mundo de la casa familiar, los alimentos llenos de
frescura, los sueños de la niñez y la vida cotidiana donde los abuelos, su
padre y su hermano forman parte del paisaje que habita en sus sueños repetidos,
y que tanto quieren parecerse a la realidad.
Toriko
Takarabe convierte la amarga experiencia de la guerra en un
motivo para celebrar la vida; anécdotas que se confunden en la memoria,
recuperan una infancia vivida entre refugiados, en la lejana Mongolia. Como
aquella niña que evoca su poema, con la cabellera cortada al rape para que se
confundiera entre los varones y estuviera a salvo de los hombres rapaces.
Yutaka
Hosono transforma en materia de poesía sus sueños y
deseos: el entorno familiar, el misterio de la noche o sus revelaciones, los
hechos y lugares que dejaron huellas hondas en su memoria. En sus versos
convergen la carnalidad de la pasión y el poder de la palabra, para fijar
aquello que no por distante se ha desvanecido. La de Hosono es una poesía
vivencial, llena de plasticidad, poseedora de un gran poder vivencial y
sensorial.
Tetsuo
Nakagami explora y hace suyos los motivos de la poesía beatnik, de la que se muestra deudor;
las suyas son imágenes alucinantes, asociaciones temáticas de insólita
plasticidad, que se ven como al trasluz de un cristal, y desafían la percepción
de la realidad. Pero no sólo esto, también hay en sus versos historias íntimas,
familiares, que alimentan su imaginación y hacen juego con sus audaces
metáforas.
Chuei
Yagi quiere ubicarse en un lugar de su tradición
poética; lee desde sus metáforas autores de la poesía tradicional japonesa,
pero no para reescribirlos sino para rendirles homenaje. Cambia sus símbolos y
los convierte en su propia visión del mundo. Sus poemas quieren revivir, como
si fuesen una tarjeta postal, todo cuanto pasa indetenible ante sus ojos; su
mirada inquieta es como la de un pasajero que viaja en tren y desea, o necesita,
hacer que el instante permanezca.
Shoichiro
Aizawa mezcla los elementos de la vida cotidiana y los
sazona con palabras. Su mundo poético se centra en la casa, la cocina y el arte
culinario. Como un maestro de artes combinatorias de olores y sabores, ordena
cada uno de los elementos de la casa y convive con ellos en una cálida tensión.
Sus poemas acompañan el registro del día a día con cierto aire distraído, con
el placer de sentirse dueño de su mundo íntimo, cálido y cotidiano.
Masaki
Ikei descubre un universo de resonancias familiares en
la relación amorosa con su hijos; su voz, o mejor dicho, el poder creador de su
palabra, juega a recordar momentos en la compañía de los pequeños vástagos;
sabe de la finitud del tiempo humano y algo les quiere dejar como enseñanza.
Sus poemas son el testimonio de un hombre que mira con nostalgia su propia
infancia.
Toshiko
Hirata escribe una poesía creativa y desconcertante; suma
las imágenes intensas del mundo que la rodea, y hace un juego de asociaciones
sonoras; combina elementos de la infancia con los sueños, y de ellos emerge una
certeza que borra la pasión o el amor irrealizado. El cuerpo sufriente,
mutilado, le da la fuerza necesaria para asir su realidad y huir de las apariencias.
Masayo
Koike construye sus poemas siguiendo unos modelos
peculiares. Combina sus vivencias con las sonoridades de la tradición poética japonesa,
especialmente la que se reconoce en el tanka.
Mezcla los elementos de los juegos de azar tradicionales de Japón, y los nutre
con sus vivencias; allí está la magia de su expresión. Su poesía pudiera
resultar desconcertante si no se tienen en cuenta estos elementos, tan
particulares como los juegos de naipes, presentes en la cultura japonesa desde
tiempos antiguos.
La muestra que conforma esta antología Poesía contemporánea del Japón, fue
posible gracias al interés y la colaboración de los compiladores, Tetsuo
Nakagami y Yutaka Hosono, quienes hicieron la selección de los textos y le dieron
forma a un conjunto de poemas que, como hemos podido advertir, son bastante
singulares en sus orientaciones formales y temáticas. También jugó un papel
preponderante para conformar el volumen, el equipo de traductores, conformado
por Mutsuko Komai, Akiko Misumi, Ryukichi Terao y Kazunori Hamada, coordinados
por la académica y traductora Ayako Saitou, de la Universidad de Tokio.
Poesía
contemporánea del Japón se constituye en un
valioso repertorio que da cuenta de los derroteros que la poesía ha ido
siguiendo a través de varias generaciones de creadores en el país del Lejano
Oriente. Este libro se constituye en una importante referencia editorial en
vista de la limitada difusión que la poesía japonesa tiene en la lengua
castellana, sobre todo considerando que ésta es una muestra traducida
directamente del idioma japonés, lo cual impuso considerables retos a los
traductores, que aquí dan muestra de su empeño y destreza.
Al mismo tiempo, este volumen es un testimonio del acercamiento
que hermana a dos culturas y a dos pueblos —el japonés y el venezolano— que se
expresan a través de la creación poética, la cual, como decíamos al comienzo de
estas notas, representa la más pura expresión de una lengua y una cultura.
Deseamos que la disfruten en todos sus alcances y valores.
Ficha bibliográfica:
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Tetsuo Nakagami y Yutaka Hosono, Poesía contemporánea del Japón
(antología), Mérida, Venezuela, Universidad de Los Andes, Secretaría-Centro de
Estudios de África y Asia “José Manuel Briceño Monzillo”, 2011, 148 págs.