Saturday, February 23, 2013

Diez preguntas al escritor Israel Centeno (Caracas, 1958)


–por John Montañez Cortez–

Foto ©Laura Morales Balza
“Pido un trago de Caldas con Coca-Cola y desestimo con un
gesto los improperios de Pichita Karina. Se pierde algo más que una
apuesta cuando la pierna débil baila sola. ¡La caballerosidad y los
huevos! –me grita–. No jugó mi zurda. Al menos no pensé en la
jugada. La adversidad es una ejecución inapelable.”
Israel Centeno
Lady in black – Según pasan los años
  

Sólo diez preguntas al autor de la excelente novela Bajo las hojas (Alfaguara, Caracas, 2010), o del grupo de cuentos –su último libro– Según pasan los años (Sudaquia Editores, New York, 2012), un autor cuyos escritos ya han sido publicados en importantes editoriales, no serían suficientes.

Hoy por hoy, Israel Centeno –Caracas, 1958– es uno de los principales narradores venezolanos y una de las voces más sugestivas en Latinoamérica.

En un artículo titulado Repaso a la narrativa de Israel Centeno –revista cultural destiempos.com, octubre/noviembre 2009, año 4, número 22, México, D.F.–, el profesor universitario, editor y escritor venezolano Valmore Muñoz Arteaga, no pudo haberlo definido mejor; y cito: “En la actual narrativa venezolana, la obra de Israel Centeno se asoma como una de las más originales y más sólidas. Una obra que mezcla acertadamente géneros narrativos aún menospreciados por la crítica como la novela negra y el erotismo, uniéndolos en un ambiente de violencia y caos en donde los rasgos más oscuros de la modernidad vienen torciendo el cuello al hombre, haciéndolo –ahora más que nunca– un ser para la muerte. Quizás por eso se ha transformado, casi unánimemente, en una referencia obligatoria entre los escritores más jóvenes de una Venezuela devorada por el mismo caos que ella engendró”.

De muchos talentos, y con una capacidad creativa asombrosa, Centeno es poeta, narrador, crítico, profesor, prestigioso editor por muchos años, traductor y promotor de la literatura hispanoamericana. Estudió Dramaturgia en la Escola d’Actors de Barcelona, España. Ha representado a su país en eventos literarios internacionales y ha sido premiado tanto en Venezuela como en España.

Foto © Andy Prisbylla
Entre sus novelas podemos destacar Calletania (Monte Ávila, Caracas,1992, Premio CONAC y reeditada en España en 2008 por la Editorial Periférica), Criaturas de la noche (Alfaguara Venezuela, 2000) o Bengala (Norma Venezuela, 2005). En 1996, la sucursal venezolana de la editorial Planeta publicó en un solo volumen dos novelas, Hilo de cometa y otras iniciaciones. Actualmente reside en la ciudad de Pittsburgh, Pennsylvania, como escritor residente de City of Asylum.

Cervantes@MileHighCity ha tenido la oportunidad de entrevistarlo:


JMC: ¿Cómo definirías a Israel Centeno?
IC: Es difícil definirse uno mismo, siempre puedes hacerlo mal, carecer de objetividad para ello. Fundamentalmente, soy un escritor obsesionado por contar historias, por contarlas bien, cautivado por las formas y las posibilidades estéticas para expresarse a través de la palabra. He pasado toda mi vida muy terco, apegado a estos criterios de riesgo y búsqueda estética, soy intranquilo en eso.

JMC: ¿Cómo surge Israel Centeno como escritor?
IC: Leía mucho, siempre, desde pequeño. Leía todo lo que me caía en las manos, no solamente ficción. He leído tanto que me he olvidado de muchas de las cosas que he leído, o ellas se han incorporado en esa memoria compleja que pierde categorías al convertirse en bagaje. Están allí, a veces abandonadas y de repente surgen como la gracia. Al leer me sentía motivado a querer escribir mis cosas, pero en realidad luego de mi primera juventud, inmersa en muchos conflictos y un viaje de año y medio a Europa, en Barcelona (España) me di cuenta de que lo que quería hacer en la vida, o con mi vida era escribir, involucrarme con el proceso, lectura, invención, reinvención, deleite, trampas, todas esas cosas que van con uno cada vez que uno se sienta frente a la pantalla en blanco o frente a algo en blanco a tratar de llenarlo con tiempo, con movimiento y tiempo.

Foto: Editorial Periférica
JMC: ¿Qué autores te han influenciado? ¿Qué leías?
IC: ¡Imagínate! Al principio leí los clásicos, en esas ediciones baratas de Bruguera… me leí temprano los Diálogos de Platón, mezclados con Los Poseídos y Crimen y Castigo de Dostoievski, y así, entrelacé clásicos hasta llegar a la literatura contemporánea. Leí a los autores de lo que llaman el boom latinoamericano.
Entre mis influencias o mis lecturas principales, están El Proceso de Franz Kafka, Ulisses de James Joyce, La Mano junto al Muro, de Guillermo Meneses, Jorge Luis Borges, Oswaldo Trejo, José Napoleón Oropeza, Renato Rodríguez, Las Mil y una Noches, El Quijote, Tirant lo Blanc, Juan Carlos Onetti, Maupassant, Flaubert y la saga artúrica, Juan Marsé, José Donoso, Teresa de La Parra, La Habana para un Infante Difunto y Tres Tristes Tigres, de Guillermo Cabrera Infante, Virginia Woolf, Joseph Conrad, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, y todos los cuentos de Cortázar, sobre todo los de Bestiario, los contrasto frecuentemente con el imaginario fantástico de Ednodio Quintero, otro gran narrador latinoamericano. Debo puntualizar entre mis influencias que vienen de la poesía, a T.S.Elliot, José Antonio Ramos Sucre, Andrés Eloy Blanco, Eugenio Montejo, Rafael Cadenas, César Vallejo, John Woolworth, el poema clásico Gilgamesh, La Biblia, sobre todo los libros sapienciales, las principales tragedias griegas… Safo, y bueno, la obra de Shakespeare… es inútil, siento que a estas alturas de mi vida estoy dejando de lado muchas lecturas importantes. Tómese esto como un intento ligero de inventariar influencias.

JMC: Has trabajado muchos géneros. ¿Dónde te sientes más cómodo a la hora de escribir?
IC: En la narrativa.

Foto: Ediciones Generales, Caracas
JMC: Háblanos de tu experiencia como editor y traductor.
IC: Es complicado. En cuanto a la edición, las circunstancias tuvieron que ver más que la vocación. A estas alturas, creo que uno debe dedicarse a una de las dos cosas, escribir o editar,  porque ambas podrían entrar en conflicto. Sin embargo, no pontifico al respecto, a veces es necesario hacerlo y eso fue lo que sucedió conmigo, hay gente que puede manejar y equilibrar las dos cosas. En cuanto a la traducción, llegué a ella por la propuesta de mi editor en España, Julián Rodríguez Marco.

JMC: En una oportunidad Juan Rulfo dijo, “Los problemas sociales se pueden plantear de una manera artística. Es difícil evadir de una obra el problema social, porque surgen estados conflictivos, que obligan al escritor a desarrollarlo”. ¿Piensas que esto, en parte, definiría tu literatura?
IC: Nadie escapa de esta circunstancia. El escritor pertenece a un momento, a un tiempo en particular. Sin ellos no existe ninguna trascendencia. Los temas sociales son historia. Cómo podríamos narrar sin historia? Sin embargo, no necesariamente estas cosas deben presentarse de manera explícita, subrayada, panfletaria.

Foto por Israel Centeno
JMC: ¿En tu opinión, que diferencias has encontrado el ser un escritor latino en Estados Unidos a serlo en tu país?

IC: En mi país todo el mundo es latino, lo quiera o no. Aquí formo parte de la primera “gran minoría”. Acá probablemente tendré que vencer las barreras idiomáticas o encontrar la manera de colocar mi obra en el mundo hispanohablante de los Estados Unidos, que es vasto. En mi país a veces el problema radicaba, desde hace un tiempo, en estas exclusiones que no tienen que ver con la raza o esas cosas, más bien tienes que luchar con el tema de la exclusión por conciencia, por pensar diferente. Hay algo que en Venezuela no se perdona hoy en día: la independencia de criterio. Sistemáticamente, desde el poder, y a veces lamentablemente desde otros ángulos. Hemos ido ganando conciencia de ghetto.

En Estados Unidos escribo mucho más consciente de mi lengua, sus recursos formales y su capacidad para significar todo lo que deseo contar, o expresar estéticamente. Escribo sabiendo que no tengo una editorial esperando por mi trabajo, bueno, en Venezuela sucedía lo mismo, pero acá la sensación pesa aún más. Escribo al contraste con otras lenguas y eso siempre es bueno.

JMC: ¿Cómo definirías la realidad actual de la literatura contemporánea latinoamericana? ¿Algún autor, o autores, latinoamericanos que en tu opinión destacan en este ámbito?

Es una literatura mucho más libre, por ejemplo ya no se tiene que escribir de tal cual manera, mostrar mundos maravillosos, o descubrirnos a otro mundo, siempre más culto y atento. Me interesa lo que escriben Horacio Castellanos Moya, Yuri Herrera y Edmundo Paz Soldán. Igual, podría cada quien extender su lista, y aparecerá la pluralidad.

Alfaguara. ©2010, Editorial Santillana S.A.
JMC: ¿Te atreverías a recomendar algún libro, o escritor, en particular?
IC: ¿Venezolano? Me gustaría recomendar a algunos autores venezolanos porque a veces se tiende a evadir este tema, con el pretexto de que podríamos obviar a alguien y herir susceptibilidades. Y sí, eso ocurre. Siempre cabe la posibilidad, en eso no tiene nada que ver la estima y el interés. Sencillamente se escapan. El asunto es que hay que comenzar a nombrarnos, a hacernos atractivos y señalarnos como algo existente, que no cabe en un rápido inventario, asunto que invita a los investigadores a indagar en esta pluralidad extensa y compleja. Como te decía, la literatura latinoamericana es diversa y eso se refleja también en lo que se está haciendo en Venezuela. Voy a nombrar a tres o cuatro y dejar abiertas las posibilidades para que cada quien busque en ese territorio virgen y rico que podría resultar la literatura venezolana. Contemporáneos: Rubi Guerra, tome al azar cualquiera de sus libros, nunca se sentirá defraudado. Las novelas policiales de Eloi Yagûe, no pase por alto los libros de Juan Carlos Méndez Guédez, particularmente el Libro de Esther y Tarde con Campanas, no deje de leer sus cuentos. Oscar Marcano y Juan Carlos Chirinos. Tenemos dos escritoras maravillosas, escandalosamente jóvenes y geniales: Liliana Lara y Enza García Arreaza, creo que estas narradoras están haciendo la diferencia al escribir, pero para no emitir más juicio de valor, me voy con otra pequeña lista sin acotaciones: Fedosy Santaella, Roberto Echeto, Héctor Torres, Rodrigo Blanco Calderón, Salvador Fleján, Eduardo Sánchez Rugeles, Gustavo Valle, Keila Vall De La Ville y como dije, investigue, que encontrará cosas buenas, una primera novela de José Urreola, el nombre de Lesbia Quintero y muchos etcéteras. Detrás de estos autores, nombro con bastante orgullo a Victoria de Estéfano, Silda Cordoliani, Ana Teresa Torres, Antonieta Madrid, Milagros Mata Gil, Ednodio Quintero, José Napoleón Oropeza; Eduardo Liendo y aquí aplica lo mismo: investigue sobre esta gran tradición que cabalgamos y continuará agregando nombres. La lista terminará siendo larga y controversial.
La literatura venezolana no es ni mejor ni peor que ninguna otra, Es. Tiene una tradición. Falta ponerla en el mapa.

Foto: PopCityMedia.com, Pittsburgh
JMC: Para terminar ¿Alguna anécdota jocosa, o interesante, que quisieras compartir con nuestros lectores?
IC: No tengo anécdotas jocosas, he intentado reinventarlas todas a través de la ficción. Además algunas de ellas son divinamente privadas.

Muchas gracias Israel por esta valiosa oportunidad…



John Montañez Cortez - Febrero de 2013








Saturday, February 16, 2013

Retazos para un país escrito de memoria - Venezuela


—Alberto Hernández—

1
Sobre la misma tierra, como decía el novelista, nos queda mucho terreno que pisar.

Anormales —o más allá de la certeza de serlo—, lubricamos el discurso impelido por un país donde la locura cabe perfectamente en el final de un poema escrito por un personaje de Faulkner. Que nadie lo subestime, somos así, paranormales.

Todos los personajes de Gallegos eran la crisis que somos. Cada uno hizo de su parcela nacional un trozo de vergüenza, de decoro o de misterio. Más allá de la normalidad, nuestro novelista metió la mano en la carne podrida de un país que no termina de saberse Nación. De allí que aún, a esta altura del siglo, seamos el acento de esos personajes. Son nuestra representación.

Rómulo Gallegos
2
La mano junto al muro revisa el horizonte donde no queda lugar para pensar. Somos un país extraño, demasiado pequeño para lo grande que nos creemos. Nos deslizamos con placer sobre la brasa de un parloteo incesante. Paranormales, no sabemos si ser reales o un invento clásico de nuestra desmesura.

Merecemos una crítica a nuestros enfermos asuntos. Una mujer, una prostituta, roza la piel de un hombre que la busca. Era aquella costa la visitada por el turismo sexual que bajaba de los mercantes y yates provenientes del resto de la tierra. La miseria nos tatuaba a diario. El novelista, Guillermo Meneses, sólo nos dibujó en el vicio, en la traición, en el descuido, en la arrogancia de quienes nos dieron la sangre de hoy. Eso hemos sido, una mano sucia contra un muro derruido.

Adriano González León
(Valera 1931- Caracas 2008)
3
País portátil que nos lleva de lado y lado.

Líquidos bajo el plomo de una guerra de verbos gastados, terminamos en la penúltima página de una novela premiada. Adriano González León nos introdujo en la maleta de una historia donde la violencia nos arrojó a muchos años de atraso, los mismos que hoy nos apuntan con el hierro de marcar reses.
“Por entre los eucaliptos de la vieja estación venían ellos: verdes, amenazantes, con metralletas y fusiles. De nuevo se iniciaron las carreras, los empujones, el retroceso al cerro”. Esa ha sido nuestra historia, un retroceso hacia el cerro, hacia la pobreza, hacia la violencia, hacia el dolor, hacia nuestra más autóctona estupidez.

4
Las historias de la calle Lincoln se han quedado en la piel reseca del olvido. La mano que la escribió es la artritis de un duende que camina entre botellas e indigentes tirados en las calles de la gran ciudad. La mendicidad tiene sentido muchas veces. Carlos Noguera parece haber olvidado los rincones de Sabana Grande, el Callejón de la Puñalada, los placeres con aquellos que lo acompañaron, los que hoy son sombra y olvido. Aquel país metido en la Lincoln se ha desdibujado. El autor pasó a ser parte de lo que confirmaba como antiestético.

5
Cien años de soledad para quienes despertaron frente al dinosaurio y no supieron que los edificios de la gran ciudad no regaban cagarrutas en los parques del mundo. Gabriel García Márquez regresa a su viejo lar. En el pueblo que lo vio nacer sólo quedan los huesos de los monstruos prehistóricos que se han instalado en nuestro patio doméstico.

Salvador Garmendia
(Barquisimeto 1928 - Caracas 2001)
6
Varios títulos encerrados en una biblioteca que sólo una sola mano podrá extraer escondido de Los pequeños seres. Salvador Garmendia supo retratarlos, hacerlos la parte que nos toca, la que somos realmente, esa oscura materia que transita por las calles entrenada por la desidia, la maledicencia y la celebración repentina. Somos seres anónimos con la pretensión de pasar a la historia subidos en las ancas de un caballo. Somos simples seres manipulables, hechos con papel maché y alambres para ser movidos en un escenario de sonámbulos.

7
“Cuando en los lomos del siglo veintiuno el llano, MdeJ., tío Ricardo, la tía Trina y la perra Anémona, lloren una vez más ante la muerte aparente del desierto: Yo, Rey de los Chigüires, no dejaré huellas en las arenas de mi reinado”. Así empieza Palabreus, de José Vicente Abreu. Y comienza como se comienza un siglo decadente como éste que nos ha tocado. Un siglo donde caballos, asnos, perros y orangutanes han resucitado para regresarnos al desierto, donde no quedarán huellas, marcas o pivotes para decir que se estuvo allí. Sólo algunas palabras, algunos sonidos huecos, algunas groserías.

Victoria de Stefano
8
Victoria de Stefano desató la memoria. En La noche llama a la noche hizo de la novela un personaje. Noveló la novela, la cabalgó con personajes que aún suben y bajan las escaleras de un país romántico, asido de la nostalgia. No se detuvo en el andamiaje aunque le dio cuerpo con huesos firmes. Una novela del país que ella vivió con la densidad de los gritos y susurros de aquellos días de los años sesenta.

Ese país, el dibujado aquí, el siempre a la orilla de un precipicio, no aprendió la lección. No entendió el cuento de Monterroso. O como dibujó alguien por allí: el dinosaurio no nos entendió, en la creencia de que quien trazaba la hora menguada estaba en el Paraíso. Y de lejos veía a los demonios, vestidos con el traje de un tiranosaurio rex de metal.

Denzil Romero (1938-1999)
9
Lo dijo Manuel Bermúdez en el pórtico que abrió en El invencionero de Denzil Romero: “El lector... va a tener la dicha de ver la reconstrucción de paraísos derribados por el tiempo”, y no falló el dictum de quien vio y leyó este país, porque Bermúdez y Romero lo pasearon, lo tuvieron al alcance de sus reflexiones, lo amasaron con manos amorosas y lo dejaron para que otros le siguieran los pasos. Sin embargo, la invención de país, la invención de esta anécdota, sigue siendo un estadio alucinante. Nada de lo que nos queda se puede decir que nos pertenece. Estamos de paso sobre el filo de un cuento, como en la saliva del tonto de la novela de Faulkner.

10
“Por El Valle del Lucero no se va a ninguna parte”, excelente entrada para leer Los caballos de la cólera, donde Eduardo Casanova nos vierte completos. Novela paisaje humano en el que destaca una tierra de espanto y miedo, crímenes y desolación. Un boceto de país que nos arrastra y nos ahoga. “Tierra pisada con dolor de siglos”, dice el autor. Los personajes recorren todas las páginas y se salen de ellas para someternos a las lecciones de una realidad emergente, tiesa, como el cuero aquel, como la porfía del poema hecho cantata, como una marca en la frente. Son los caballos de la ira, los del apocalipsis, los de las tantas escaramuzas que se convirtieron luego en una épica enfermiza.

Israel Centeno (Caracas 1958)
11
Israel Centeno parece venir de las sombras. Acosado por tantos personajes, ha recreado un país, el que carga a diario en cualquier parte del mundo. Criaturas de la noche lo empuja a decir de los extraños que se mueven en la niebla y corren hacia la luz en búsqueda de cómplices. La soledad los aturde, los hace innecesarios. Caracas es un cuento de miedo. En el Ávila alguien siempre espera. No sabemos.

12
Hay tantas tierras y una sola. En La otra isla hay siempre una sola isla, aunque Coche y Cubagua se peleen el derecho a ser llamadas como la Isla Madre. Francisco Suniaga la ha descubierto para este país que no termina de decirse como tal. Una navegación literaria que abarca los sueños y la realidad bajo el intenso sol testigo de un crimen. La noche también la vio a la orilla de la playa, desnuda y con algunos signos para investigar. La muerte, lo forense, nos ha hecho socios del miedo.

Federico Vegas Pérez (Caracas 1950)
13
Un libro de notas. Un tomo que compendia un país, lo dibuja con sangre, con pólvora, con las huellas digitales de un grupo de hombres cuyo apellido era Falke. Federico Vegas lo traduce desde el presente, desde el ADN de un pariente que dejó su cuerpo, la piel y sus huesos, en medio de la invasión, aquella de la década de los 20 del siglo XX. Una historia en libretas, entregadas el 13 de julio de 1929, un poco antes de aquella fallida aventura, como las tantas procuradas en esta tierra de ya poca gracia.

14
Aquí está un final, Los invencibles, de Rodrigo Blanco Calderón, un libro ciudad que calca la rutina, los pasos de unos personajes agitados por el fracaso, los sueños, la invención, lo fantástico, suerte de pelotica de goma con guante profesional. Una línea de trabajo que ofrece el país de casi todos los días.



Tuesday, February 5, 2013

¿Cumpleaños feliz señor William Burroughs? (1914-1997) EE.UU.



William Burroughs. Photo: William Coupon / Corbis
In my writing I am acting as a map maker, an explorer of psychic areas, a cosmonaut of inner space, and I see no point in exploring areas that have already been thoroughly surveyed.

(En lo que escribo actúo como un cartógrafo, un explorador de áreas psíquicas, un cosmonauta del espacio interior, y no veo la necesidad de explorar áreas que ya han sido ampliamente estudiadas).


Exdope addict William Burroughs in Beat Hotel
Photo: Loomis Dean./ Time & Life Pic / Getty Image
William Seward Burroughs (St.Louis, Missouri, 1914 – Lawrence, Kansas, 1997) fue algo más que un homosexual que se salvó de ser condenado por el asesinato de su segunda esposa, Joan Villmer, después de dispararle en la cabeza en Ciudad de México en 1951, jugando a “Guillermo Tell”.

Sin embargo, la misoginia, la misantropía y la drogadicción de William Burroughs dieron sabor a las obras literarias que hicieron de él una figura significativa en las letras norteamericanas del siglo XX.

Burroughs (L) and Jack Kerouac, New York, 1953
Photo by Allen Ginsberg - Corbis. 
Burroughs fue un novelista famoso, miembro predominante del movimiento Beat. Además, fue también llamado "el Padrino del Punk". Allen Ginsberg lo elogió diciendo que Burroughs era tan interesante, inteligente y sabio mundano que parecía como una especie de hombre intelectual espiritual de distinción.

Burroughs es uno de los pocos beats cuyos libros han permanecido en impresión. Su postura anárquica en su literatura fue crucial para el desarrollo de muchas subculturas del siglo XX (beats, hippies y punks).







traducción del inglés por John Montañez Cortez