—por John
Montañez Cortez—
Franz Kafka (1883-1924) |
El mundo paradójico y visceral de Franz Kafka, por
años, ha sido de gran interés para los expertos y catedráticos, tanto en el
aspecto literario como en el psicológico del celebérrimo autor checoslovaco. Para
muchos escritores no pudo haber sido de otra manera:
El Nobel de 1982, Gabriel García Márquez, en su
libro autobiográfico Vivir para contarla
—Grupo Editorial Random House Mondadori, Barcelona, España, 2002—, narra su
primera experiencia con La metamorfosis:
Vega [Domingo Manuel] llegó una noche con tres
libros que acababa de comprar, y me prestó uno al azar, como lo hacía a menudo
para ayudarme a dormir. Pero esa vez logró todo lo contrario: nunca más volví a
dormir con la placidez de antes. El libro era La metamorfosis de Franz Kafka, en la falsa traducción de Borges
publicada por la editorial Losada de Buenos Aires, que definió un camino nuevo
para mi vida desde la primera línea, y que hoy es una de las divisas grandes de
la literatura universal: «Al despertar
Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontrose en su cama
convertido en un monstruoso insecto».
Edimat Libros, Madrid |
Por su parte, Tina de Alarcón, tradujo Die verwandlung —título oiginal—, para Edimat
Libros, Madrid, 2003, de la siguiente manera:
«Cuando
Gregorio Samsa se despertó una mañana de su inquieto sueño, se encontró en la
cama, convertido en un insecto gigante». La misma Tina de Alarcón nos
recuerda que Kafka escribió La
metamorfosis en diciembre de 1912 —fue publicada en 1915 en Leipzig—, el
período más exaltadamente creador de su vida, en la época en que se decidió su
destino como hombre y como escritor. Al terminar la segunda guerra mundial,
gracias al entusiasmo que por esta novela experimentaron los franceses André
Breton, Jean Paul Sartre y Albert Camus, irónicamente, fue editada primero en
francés e inglés, antes que en alemán, su lengua original.
Max Brod (1884-1968) Foto Three Lions/Getty |
El amigo y albacea de Kafka, Max Brod, siempre dejó
claro que también existe un punto central en la obra kafkiana: “La
responsabilidad hacia la familia”. Esta es la clave de las historias cortas
como La metamorfosis, La condena y El desaparecido, para muchos el detalle principal en otras de sus
obras.
Mario Vargas Llosa nos expone en su ensayo Cartas a un joven novelista —Editorial
Planeta, Barcelona, España, 1997— que existen novelas donde el cambio súbito de
sexo del personaje principal provoca una mudanza cualitativa en todo lo
narrativo, moviendo a éste de un plano que parecía hasta entonces “realista” a
otro, imaginario y aun fantástico. En este caso, la muda es un cráter, un hecho central del cuerpo
narrativo, un episodio de máxima concentración de vivencias que contagia todo
el entorno de un atributo que no parecía tener. No es el caso de La metamorfosis de Kafka, donde el hecho
prodigioso, la transformación del pobre Gregorio Samsa en una horrible
cucaracha, tiene lugar en la primera frase de la historia, lo que instala a
ésta, desde el principio, en lo fantástico.
Kafka |
En las páginas de un libro maravilloso, el cual
considero, en lo personal, como uno de los mejores ensayos en idioma español, La verdad de las mentiras —Alfaguara
Argentina, 2002—, Vargas Llosa, una vez más, nos ilumina con su escrito, a
propósito de Kafka. Considera que existen tres obras maestras en el género de
novelas cortas: La muerte en Venecia
de Thomas Mann, La muerte de Ivan Ilich
de Tolstoi y La metamorfosis de
Kafka. Pocas han logrado esa economía de medios y perfección artística en la
historia de la literatura. Comparten la excelencia formal, lo fascinante de su
anécdota y, sobre todo, la casi infinita irradiación de asociaciones,
simbolismos y ecos que el relato va generando en el ánimo del lector.
Hasta la lectura de Kafka es paradójica. Carlos
Fuentes, en un artículo publicado por La
nación, México, 2004, nos cuenta:
‘¿Has leído a Kafka?’ —me preguntó Milán Kundera— ‘Por supuesto’ —le
contesto— ‘creo que es el escritor indispensable del siglo veinte’. Kundera
sonríe socarronamente. ‘¿Lo has leído en alemán?’ ‘No.’ ‘Entonces no has leído
a Kafka.’
Comoquiera que sea pienso que todo el que lea La metamorfosis quedará afectado. Ya no
será el mismo lector de siempre. Lo dijo el propio Kafka en un aforismo suyo que
leí en el extraordinario ensayo Alfabetos
del escritor italiano Claudio Magris:
“Un libro debe golpear como un puñetazo, dejar una
huella profunda, cambiar —aunque sea imperceptiblemente— la vida del lector”.
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