Sunday, October 27, 2013

Los poderes de la transgresión: Los atajos de Yūko, de Yū Nagashima (Japón)


—Por Gregory Zambrano—

Yū Nagashima (1972) es un autor de prolífica obra y de una curiosa identidad. Cambia de nombre de acuerdo al género que ejecuta: es Kenko Nagashima cuando escribe haikus, Y Yū Nagashima cuando publica cuentos y novelas, y Bourbon Kobayashi cuando comenta en revistas  sobre la llamada cultura pop: manga, anime y videojuegos. Es un joven curioso que ha dedicado su vida a las exploraciones de todos estos lenguajes con notable éxito. Pero no sólo se ha quedado ahí, edita él mismo su propia serie de manga. Desde niño se aficionó a este mundo virtual y en sus historias se refleja esa especie de reflejo especular entre el mundo real y el de los cómics que tanto produce Japón y que cada vez se exportan más al mundo entero.

Los atajos de Yūko[1], fue la obra ganadora del Premio Kenzaburo Oe en 2007. Se publicó ese mismo año y es la primera obra de Yū Nagashima que se traduce al español. Está dividida en siete partes que conforman una misma historia secuencial: El ciclomotor de Mizue; Los atajos de Yūko; La prenovia de Mikio; Las cajas de Asako; La Francia de Françoise; Mi rostro y Nuestro París.

Aunque estos capítulos se publicaron por separado en la prestigiosa revista Shincho entre los años 2003 y 2004, la obra puede leerse como unidad en la medida en que los personajes van desarrollándose linealmente y cada apartado supera su autonomía relativa. También existe una versión de esta novela en manga.

Yū Nagashima at Japan
2005 MSX World
La historia transcurre en una tienda de antigüedades occidentales, localizada en un barrio de Tokio. El pequeño espacio de este recinto comercial se convierte en un microcosmos donde convergen distintas personas de quienes poco sabemos.

Del narrador tampoco tenemos muchos detalles, sólo que ha venido de lejos, es de mediana edad y que llegó buscando trabajo. Al mismo tiempo que se convierte en dependiente, ocupa un pequeño lugar en el segundo piso de la tienda, que sería su pequeño y precario hogar: "Me limito a cumplir con mis obligaciones: tratar con los clientes y limpiar la tienda. Tampoco aspiro a más, ya que el gerente no tiene la intención de enseñarme el oficio", dice cuando trata de justificarse ante el lector.

Este habitante circunstancial de aquella tienda nos dará en pequeños trazos cierta relación de los clientes ocasionales, que por lo general nada compran, se fijan en algunas piezas, intercalan cualquier pregunta y se marchan. A él le corresponde la tarea de anotar escrupulosamente las características del visitante, describir sus movimientos, preguntas e intereses.

El espacio cerrado es un espacio emblemático que nos lleva a imaginar los anhelos o búsquedas de sus visitantes frecuentes y también de sus vecinos: Mizue, una joven que frecuenta la tienda, tiene habilidades para el diseño pero se niega a admitirlo y pareciera estar impulsada por una necesidad incontrolable de regalar cosas. Yūko y Asako, un par de adolescentes quienes viven con Yagi san, su abuelo, tras el divorcio y abandono inexplicable de sus padres.

Las dos hermanas comparten sus obsesiones. La mayor, Asako, es estudiante de Arte en la universidad; construye cajas y utiliza una sierra eléctrica de manera perturbadora; Yūko, la menor, estudia en un instituto vespertino, se escapa frecuentemente, retorna tarde a casa y tiene una relación con uno de sus profesores. El narrador revela lentamente sus dos principales secretos: un atajo que le permite salir de la estación por una zona no transitada, en realidad prohibida, cuya distancia recorre consciente de la transgresión y la segunda, cuando le revela al narrador su afición por el manga.

Esta afinidad la ha impulsado a prepararse para asistir a un festival de cosplay a donde quiere ir vestida con los atuendos de un monje sintoísta.  Ella cree guardar celosamente su secreto consciente de que "la gente suele creer que los aficionados a los cómics y al cosplay son bichos raros incapaces de tener relaciones amorosas en la vida real. Esto sucede sobre todo con los otakus masculinos, pero en el caso de las chicas, sobre todo si son guapas, nada impide que tengan relaciones". Pero todos parecen conocer sus planes y la cuestionan: "Esa Yū está todo el día leyendo mangas y disfrazándose de cosas estrafalarias con sus amigos", como llegó a vociferar una vez el casero.

El narrador trata de establecer los nexos que unen a las tres mujeres con el administrador de la tienda, Mikio, un cuarentón movido principalmente por su afán mercantilista. Mikio tuvo en el pasado una misteriosa relación con Françoise, una mujer del sudeste de Francia, quien había vivido en Japón por casi veinte años. La mujer aparece en el presente del relato con absoluta familiaridad y se comporta como si fuese una japonesa, entre otras cosas, por su afición al sumo y su dominio del idioma japonés. Françoise revela aspectos de la vida de Mikio y de la tienda, al mismo tiempo que establece un nuevo tipo de vínculo entre los personajes. Finalmente es ella quien propicia  un cambio de espacio, cuando, motivada por la necesidad de tasar los objetos pertenecientes a una herencia familiar, lleva a los protagonistas de la historia a Francia.

(photo sport.freepage.de)
Uno de los momentos más interesante de la novela se refiere a la visita al Kokugikan, el escenario del sumo por excelencia. Mizue, Yagi san, el casero, Mikio y el narrador, asisten invitados por Françoise, aficionada a este arte, pero que a última hora no pudo acompañarlos. Aquí se entremezcla una serie de referencias culturales al valor de este deporte tradicional: los nombres de los luchadores, los detalles de las categorías, el entorno, las comidas y la actitud de los espectadores. Todo esto  nos permite apreciar los detalles de este arte tan representativo de la cultura japonesa. La alusión a los dos grandes campeones Takanohana y Wakanohana, quienes fueron dos yukozunas muy populares a inicios de los años 90 del siglo pasado, nos sitúa en el tiempo del relato. Son también los años de florecimiento de Internet y la comunicación electrónica, perfectamente referenciados en esta obra.

Las acciones fluyen en la medida en que se van configurando los avatares cotidianos de cada personaje. El narrador, de quien nunca sabremos el nombre, va adecuando cada una de las situaciones del entorno y con una minuciosidad a veces pasmosa, nos va relatando sus pequeños hallazgos, su intento de penetrar en la psicología de los personajes y, sobre todo, de asumir los actos de cada día como algo irremisible. Así como ignoramos las razones de su llegada a ese barrio y su necesidad de trabajar —aunque revela que posee una cantidad ahorrada que le permitiría vivir cómodamente— también ignoramos los alcances de sus metas, cuando decide abandonar su trabajo y desaparecer de las acciones. Tal vez movido por un impulso de solidaridad cede su estrecho hogar a la joven pareja de Yūko y Sawada, su maestro, quien para entonces es formalmente su marido. Lo encontramos luego de cuatro meses uniéndose al grupo de personajes que se hallan en París, siguiendo la invitación que les hiciera Françoise.

festival cosplay en Japón, 2008
(photo Chang Wen's blog)
La historia carece de intriga novelesca, pero cierto sentido del misterio que nos va dosificado el narrador nos lleva por esos atajos que Yūko revela y que pudieran interpretarse como su deseo de transgresión: atravesar cotidianamente un bosque prohibido, participar en un festival de cosplay, embarazarse y luego casarse con su maestro, conocer otro país, historias que podría combinarse hasta el infinito. El mundo narrativo de Yū Nagashima maneja autorreferencialmente ese espacio de la alteridad, representada en el mundo de los cómics, del manga y del anime, cada detalle está cargado de sutileza y hasta de una bondad que resultan entrañables.

Encomiable esta labor de la editorial Quaterni de dar a conocer nuevas voces de la literatura japonesa en traducciones directas, para un público cada vez más ávido de novedades en nuestra lengua.







[1] Ficha técnica: Yū Nagashima, Los atajos de Yūko, trad. de Isami Romero Hoshino, Madrid, Quaterni, 2013, 220 págs.




Saturday, October 26, 2013

The Names - Don DeLillo (1936), The Bronx, New York City

Photo: PEN American Center
THE MOUNTAIN (*)
9

[…]

He lowered himself again, coughed into his armpit. He was wearing a strange pair of suede boots trimmed on the outside with some fleecy synthetic—women’s boots, I thought. His pants were loose and brown, drawn in at the ankles.

“The large stone outside this village,” I said. “Why were those words painted there?”

“Someone, leaving, painted the words.”

“When you found them, you painted them over, made them illegible.”

“We are not painters. It was not a good painting.”

“Why did he do it?”

“There are many setbacks. We lose purpose, get sick. Some people die, some wander off. There are differences in meaning, differences in words. But know this. Madness has a structure. We might say madness is all structure. We might say structure is inherent in madness. There is not the one without the other.”

He coughed into his armpit.

“No one has to stay. There are no chains or gates. More die than leave. We are here to carry out the pattern. A small patient task. You have the word in English. Abecedarian. This is what we are.”

“I don’t know the word.”

“Learners of the alphabet. Beginners.”

“And how did you begin, how did the cult begin?”
“This can wait for another time. We will talk again if the occasion permits.”

[…]


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(*) The Names was published by Alfred A. Knopf, Inc., New York, 1982.
Copyright © 1982 by Don DeLillo




Monday, October 14, 2013

Los detectives salvajes: Los hijos bastardos del boom latinoamericano

—por Luis Fernández-Zavala (*)—

“El problema con la literatura, como en la vida, dice don Crispín,
es que al final uno siempre termina volviéndose un cabrón.”
Roberto Bolaño (Chile, 1953-2003).


La monumental novela de Roberto Bolaño (Vintage Español, 1988) fue recibida por los medios especializados como una gran obra que mereció el Premio Rómulo Gallegos de novela (obtenido anteriormente por autores de la categoría de Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa) y el Premio Herralde de la editorial española Anagrama. El New York Times lo catalogó como “uno de los diez mejores libros del año” en el 2007; el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona ha abierto una exhibición recontando la vida del autor en España y se habla de Bolaño como el escritor cuya carrera ha llegado a redefinir la estética literaria global (Hector Tobar, Los Angeles Times).

Los detectives salvajes no es una obra fácil de leer porque no tiene la estructura lineal a la que ya estamos muy acostumbrados. La trama se desarrolla dentro un largo período de tiempo, entrecruzándose un gran número de personajes y nombres de autores literarios, un tanto difícil de seguir. Empieza en México D.F. (1975-1976) y luego el autor nos lleva a Europa, África e Israel (1996), para volvernos a traer a México, Sonora, en 1976. Por otro lado, para reconstruir los perfiles de Arturo Belano y Ulises Lima, líderes de un minúsculo movimiento literario radical, se nos presentan las recolecciones de 52 personajes, algunos de ellos sin conexión obvia.

En la primera parte, Mexicanos perdidos en México (1975), Bolaño usa el diario de Juan García Madero para introducirnos al ambiente literario de México D.F., a mediados de los años setenta. El joven poeta se relaciona con una serie de personajes marginales del mundo bohemio, tiene sus primeras experiencias sexuales y saborea el placer de ser reconocido como poeta por la mesera de un bar y el ser aceptado como parte de los visceralistas, el grupo de referencia que lo hace sentir ser parte de algo especial y diferente. Para el lector acucioso, México D.F. es Latinoamérica y la experiencia de Juan García Madero y los visceralistas es la de los escritores en búsqueda de un espacio en el ambiente cultural después del boom literario de los años sesenta.


“...a los muchachos pobres no nos queda otro remedio que la vanguardia literaria.”


En la segunda parte del libro, Los detectives salvajes (1976-1996), los líderes del movimiento literario radical, Arturo Belano, Ulises Lima y otros visceralistas, van apareciendo más nítidamente. En este capítulo, un inquisidor invisible, reconstruye la existencia de este movimiento literario efímero y movedizo y la vida marginal e impulsiva de los líderes del visceralismo. Aquí la remembranza de extraños personajes que se mezclan y entrecruzan (libreros, académicos, editores, poetas exitosos, locos, rebeldes literarios, cajeras de supermercado, prostitutas, lúmpenes y bisexuales) son la fuente de información. El mosaico de información —da la impresión de estar viendo un documental— no proviene de la escena oficial, sino de la marginal. Muy pocos conocen la producción de los visceralistas y mucho menos quieren publicar sus trabajos. Bolaño, con el material del primer y segundo capítulo, reconstruye una era, un ambiente cultural a partir de una muy elaborada tela de araña que se expande y vuelve a centrarse, casi inadvertidamente, en los personajes principales.


En tercera parte de la novela, Los desiertos de Sonora (1976), vuelve la voz del joven Juan García Madero para narrar la búsqueda y el encuentro con Cesárea Tinajero, la madre del visceralismo. La aventura de encontrar a la fantasmagórica poetiza de los años treinta es un trabajo de hormiga, paciente y persistente, en un desierto inhóspito, tamizado por el riesgo de ser encontrados y matados por el delincuente dueño de la prostituta Lupe, que los persigue desde el D.F. Lupe a estas alturas es la amante del joven poeta. Otra vez, lo lumpen, se mezcla con el derrotero de movimiento literario. Los poetas no logran conectarse sino superficialmente con la Cesárea Tinajero y su fin trágico, los deja sin conexión con la tradición literaria que ellos buscaban. Si tomamos en cuenta que después de estos episodios, Belano y Lima salen de México (presentados en el capítulo anterior) y que el joven poeta se queda deambulando en Sonora con su amante prostituta, el derrotero del movimiento literario radical es incierto. Los noveles escritores buscarán otros horizontes motivados por sus intereses inmediatos de sobrevivencia, amor y desamor. La búsqueda de un referente literario acaba ahí.

Lo que definirá su producción literaria a partir de ese momento será la búsqueda de otros ambientes culturales ligados a su aventura de vivir. Así Europa, no es el destino idealizado donde iban a parar los escritores del boom; para los visceralistas, son lugares en los que se transita, se sobrevive y se escribe. Muchas veces se aprende más de la literatura leyendo a los autores franceses por ejemplo, en América Latina. Cabe señalar que por más radicales literarios que estos jóvenes escritores sean, no son unos improvisados. Tienen y manejan un bagaje literario impresionante como lo demuestra el joven Madero entreteniendo a sus compañeros de aventura con preguntas y respuestas sobre métrica literaria y estructura de la poesía; esto también lo podemos notar en los libros que roban y leen. No son improvisados pero no aceptan encasillamientos: su radicalismo literario los enfrenta al establishment representado por Octavio Paz y Neruda, pero también los enfrenta a los grupos autóctonos y a la izquierda literaria ligada a los movimientos revolucionarios de la época de los sesenta.


“La mafia de los libreros mexicanos no desmerece en nada a la mafia de los literatos mexicanos.”


Al margen de lo autobiográfico, que sería la forma más simple de seguir la trama, Los detectives salvajes representa más bien la ficcionalización de un ambiente, la recreación del espíritu cultural de una época; son los tiempos del post-modernismo donde todo es efímero, nebuloso y marginal y como siempre, los jóvenes escritores quieren inventarlo todo de nuevo. La pregunta que se deriva es: ¿cómo?

Para Bolaños, las vicisitudes de los escritores de su generación no son teóricas o académicas, pero sí “reales”. La necesidad de crear algo nuevo, no son racionales, son vividas por los poetas y escritores de la década del setenta en adelante, respondiendo a un contexto histórico donde no pasa nada importante. Tiene el mismo impulso contestatario del boom, pero quiere desprenderse o, en el mejor de los casos, distanciarse de ese fenómeno cultural. Ya no se trata del drama individual frente a los grandes acontecimientos; ahora se trata de un contexto histórico-cultural donde los escritores reevalúan la tradición literaria, lo establecido y el futuro incierto abierto a corrientes más amplias. En este contexto, las prostitutas, los bares de poca monta, los hoteluchos, las otras preferencias sexuales, los juegos de alianzas individuales, la satisfacción de deseos inmediatos y personales en el mundo subterráneo de la gran ciudad, sin muchas reglas (Latinoamérica), definen las tramas, estilos literarios y la vida de los escritores. Por eso lo nebuloso de los visceralistas (o infrarrealistas, o nuevos escritores), por eso aparecen y desaparecen, escriben y dejan de escribir, viajan y regresan, para devenir en otra cosa. ¿Qué cosa? Para devenir en el producto condensado en Los detectives salvajes, una novela diferente y multidimensional que abre las compuertas de lo ya establecido.



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(*) Luis Fernández-Zavala, Ph.D.
Autor de la colección de cuentos: El guerrero de la espuma y la otras tantas despedidas, reside en Santa Fe, NM – luferza@gmail.com




Thursday, October 10, 2013

Alice Munro (1931, Wingham, Canada) - Premio Nobel en Literatura 2013



La escritora canadiense Alice Munro gana el Premio Nobel en Literatura 2013. 

La motivación de la academia: "Diestra del cuento contemporáneo".


El trabajo de Munro es a menudo comparado con los grandes escritores de cuentos. En los cuentos de Munro, como en los de Chéjov, la trama es secundaria y "poco pasa."

Al igual que con Chéjov, el crítico Garan Holcombe señala: "Todo se basa en el momento epifánico, la repentina iluminación, la concisa, sutil, detalle revelador." El trabajo de Munro trata sobre "el amor y el trabajo, y los fallos de ambos. Ella comparte la obsesión de Chéjov con el tiempo y nuestra incapacidad muy lamentado de retrasar o impedir su movimiento incesante hacia adelante".

Felicidades al pueblo canadiense.




Sunday, October 6, 2013

In Cold Blood - Truman Capote (1924-1984) USA

cover created by S. Neil Fujita

I
THE LAST TO SEE THEM ALIVE

The village of Holcomb stands on the high wheat plains of western Kansas, a lonesome area that other Kansans call "out there". Some seventy miles east of the Colorado border, the countryside, with its hard blue skies and desert-clear air, has an atmosphere that is rather more Far West than Middle West. The local accent is barbed with a prairie twang, a ranch-hand nasalness, and the men, many of them, wear narrow frontier trousers, Stetsons, and high-heeled boots with pointed toes. The land is flat, and the views are awesomely extensive; horses, herds of cattle, a white cluster of grain elevators rising as gracefully as Greek temples are visible long before a traveler reaches them.


[...]



Originally published: New York, Random House, 1966, © 1965.