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Monday, December 9, 2013

La sombra del viento: Los libros son también personajes

—por Luis Fernández-Zavala (*)—

Los libros son espejos:
sólo se ve en ellos
lo que uno ya lleva dentro.
La sombra del viento


Original tomada en Madrid por el afamado
fotógrafo español Francesc Català Roca
La sombra de viento (Vintage Español, 2009) del autor español Carlos Ruiz Zafón alcanzó la marca de los doce millones de copias vendidas y su traducción a cuarenta y cinco diferentes idiomas. Se dice que esta novela es la segunda más vendida en España, después de El Quijote. En la actualidad, La sombra del viento forma parte de una trilogía de novelas incluidas dentro de El cementerio de los libros olvidados: La sombra del viento, El juego del ángel y El prisionero del cielo. En esta trilogía, que tiene miles de seguidores, un libro es siempre el artefacto mágico que ordena y desordena las vidas de los que tienen contacto con él. En otras palabras, el libro, más allá de su material presencia de papel, signos en tinta y contenido, cobra vida. ¿No es acaso el sueño de todo escritor, ya sea que tenga doce millones de lectores o una docena?

En La sombra del viento Daniel Sempere, apunto de cumplir once años, va de la mano de su padre, de oficio librero, al cementerio de los libros olvidados, (“En este lugar, los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo, viven para siempre esperando llegar algún día a las manos de un nuevo lector, de un nuevo espíritu”) y tiene la oportunidad de escoger un libro. El lugar es no un simple depósito de libros viejos, tal como se le explica claramente su padre:

Este lugar es un misterio Daniel, un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él.

Daniel escoge La sombra del viento de Julián Carax y asume la misión de adoptarlo y asegurarse que nunca desaparezca, que se mantenga vivo.

calles de Barcelona
A partir de este momento, la vida trágica del autor Carax y su obra poco conocida pero que impacta terriblemente al joven Sempere, se convertirán en el eje de una misteriosa carrera contra el tiempo para conocer más acerca del autor y evitar la destrucción de su obra. En la medida que Daniel Sempere se adentra a descubrir quién es Julián Carax  y por qué su obra está siendo destruida. Similitudes y tragedia envuelven su historia personal. La trama coge al lector y lo entrampa en una historia de espejos que se auto reflejan creando un rompecabezas enigmático. Es difícil para el lector dejar de transitar en el camino emprendido por Daniel Sempere, buscando la luz al final del túnel de desgracias y nostalgias.

Daniel Sempere, el joven detective literario y aspirante a escritor, criado sin su madre y en medio de muchos libros, tendrá como el Sancho de sus pesquisas, a Fermín Romero de Torres, espía caído en desgracia y devenido en mendigo. Fermín es una figura imprescindible para desenredar, con humor y sabiduría populachera y grandilocuente, el misterio que envuelve el laberinto de almas en pena que la vida de Carax y su obra han creado. Conforme se adentra en sus averiguaciones, Daniel encontrará varios personajes que sin proponérselo muchas veces, lo ayudarán o entorpecerán en la reconstrucción de la trayectoria sinuosa de Julián Carax. Tendrá aliados y enemigos, como su padre, una figura afable casi silenciosa y amorosa que lleva a cuestas el dolor de la pérdida de su esposa, el sofisticado librero Gustavo Barceló, Nuria Monfort, la amante eterna que conoció la totalidad de la tragedia de Julián Carax y el demoníaco inspector Francisco Javier Fumero y, el padre de su enamorada Bea, el ricachón Aguilar.

En La sombra del viento a todos los personajes les falta algo: una madre o esposa que se muere tempranamente, un padre no muy dedicado, un amante que es imposible de alcanzar. Estas circunstancias crearán emociones, reacciones diferenciadas y una búsqueda de satisfacción que no siempre es sana. Por ejemplo, el amor frustrado del inspector Fumero, su madre arribista y alharaquienta, que suele causar risas y burlas de sus compañeros de colegio, el rechazo de éstos, van a crear en Fumero un demonio de la venganza (“Las palabras con que se envenena el corazón de un hijo, por mezquindad o por ignorancia, se quedan enquistadas en la memoria y tarde o temprano le queman el alma”). En cambio, la temprana muerte de la madre buena de Daniel le compele a buscar en sus amantes algo de esa entrega amorosa que no siempre la encuentra, pero que existe en él y que no le permitirá caer en el lado oscuro de la vida.

La trama se desarrolla en los años de la post-guerra civil española. Son tiempos difíciles de tensión acumulada, tiempos de escasez material, de acomodos y reacomodos sociales y el surgimiento de los nuevos ricos y de los nuevos pobres. Tiempos de incertidumbre, donde los muertos aparecen tirados en las calles y nada puede sorprender al común de los habitantes de Barcelona.

La Barcelona gótica (“Esta ciudad es bruja ¿sabe usted, Daniel? Se le mete a uno en la piel y le roba a uno el alma sin que uno se dé ni cuenta.”), con su rebuscado velo arquitectónico, cobija las calles irregulares de esquinas de otros tiempos. Palacetes en decadencia, tranvías y plazas nostálgicas ayudando a mimetizar un clima enigmático y desolado que rodea a los personajes. Vientos fuertes soplaron durante la guerra civil sobre la ciudad, y ahora su sombra envuelve a los personajes y su paisaje urbano. El autor describe una Barcelona diferente a la que el turista moderno y casual pueda tener acceso. Sus calles de los años treinta al cincuenta se llenan de varias épocas: iglesias con perforaciones de balas en sus fachadas, la suntuosidad de las mansiones en decadencia que abren sus puertas de metal negro para develar sus secretos, a la vez que podemos visitar los cuartos húmedos y oscuros, pasillos largos y quejumbrosos ubicados en placitas rebuscadas y pacíficas de los menos afortunados. Si el lector cae en el hechizo de la novela, puede ir a un muy bien detallado Google Map (http://goo.gl/QD7OZf), y pasear por esas mismas calles que recorría Daniel en busca de la historia del escritor Carax.


el autor catalán Carlos Ruiz Zafón
(Photo by Mutari)
Ruiz Zafón es un hábil artesano del misterio y no deja sin explicación aun lo que pareciera más trivial; todo evento está perfectamente concatenado y tiene sentido conforme se avanza en la historia. La voz de Daniel, que narra los acontecimientos, tiene todo el ímpetu, frescura e inocencia de su juventud, pero las historias particulares de los otros personajes matizarán su vehemencia y candidez. La prosa de Carlos Ruiz Zafón es precisa y meticulosa y la acción tiene un ritmo envolvente. Las imágenes poéticas presentadas por el autor pueden mover hasta a las lágrimas al lector, cuando de amor, erotismo o soledades se trata o en caso contrario, empujarlo a sentir lo obscuro, mordaz y diabólico de personajes como el implacable inspector Fumero. De este personaje, sabemos por ejemplo, que todo demonio es una creación de circunstancias y no un edicto divino o alguien posesionado por los demonios etéreos. En el misterioso mundo de Carlos Ruiz Zafón, lo macabro es perfectamente humano y las casualidades son las cicatrices del destino.

La sombra del viento es una novela que encanta y es muy difícil de dejar de leer. El lector quiere siempre saber más, y cuando llega al final, desea que nunca hubiese terminado. Sus personajes, y prosa poética, no se quedan con el lector por varios días, sino para siempre. Afortunadamente, las puertas —no siempre evidentes— del cementerio de los libros olvidados, siguen abiertas para otras tantas visitas.



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(*) Luis Fernández-Zavala, Ph.D.,autor de El guerrero de la espuma y otras tantas despedidas.






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