—por Luis
Fernández-Zavala (*)—
Los libros son espejos:
sólo se ve en ellos
lo que uno ya lleva dentro.
La sombra del viento
Original tomada en Madrid por el afamado fotógrafo español Francesc Català Roca |
En La sombra del
viento Daniel Sempere, apunto de cumplir once años, va de la mano de su
padre, de oficio librero, al cementerio
de los libros olvidados, (“En este
lugar, los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el
tiempo, viven para siempre esperando llegar algún día a las manos de un nuevo
lector, de un nuevo espíritu”) y tiene la oportunidad de escoger un libro.
El lugar es no un simple depósito de libros viejos, tal como se le explica
claramente su padre:
—Este lugar es un
misterio Daniel, un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El
alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron
con él.
Daniel escoge La sombra del viento de Julián Carax y asume la misión de adoptarlo y asegurarse que
nunca desaparezca, que se mantenga vivo.
calles de Barcelona |
Daniel Sempere, el joven detective literario y aspirante
a escritor, criado sin su madre y en medio de muchos libros, tendrá como el
Sancho de sus pesquisas, a Fermín Romero de Torres, espía caído en desgracia y
devenido en mendigo. Fermín es una figura imprescindible para desenredar, con
humor y sabiduría populachera y grandilocuente, el misterio que envuelve el
laberinto de almas en pena que la vida de Carax y su obra han creado. Conforme
se adentra en sus averiguaciones, Daniel encontrará varios personajes que sin proponérselo
muchas veces, lo ayudarán o entorpecerán en la reconstrucción de la trayectoria
sinuosa de Julián Carax. Tendrá aliados y enemigos, como su padre, una figura
afable casi silenciosa y amorosa que lleva a cuestas el dolor de la pérdida de
su esposa, el sofisticado librero Gustavo Barceló, Nuria Monfort, la amante
eterna que conoció la totalidad de la tragedia de Julián Carax y el demoníaco
inspector Francisco Javier Fumero y, el padre de su enamorada Bea, el ricachón
Aguilar.
En La sombra del
viento a todos los personajes les falta algo: una madre o esposa que se
muere tempranamente, un padre no muy dedicado, un amante que es imposible de
alcanzar. Estas circunstancias crearán emociones, reacciones diferenciadas y
una búsqueda de satisfacción que no siempre es sana. Por ejemplo, el amor
frustrado del inspector Fumero, su madre arribista y alharaquienta, que suele
causar risas y burlas de sus compañeros de colegio, el rechazo de éstos, van a
crear en Fumero un demonio de la venganza (“Las
palabras con que se envenena el corazón de un hijo, por mezquindad o por
ignorancia, se quedan enquistadas en la memoria y tarde o temprano le queman el
alma”). En cambio, la temprana muerte de la madre buena de Daniel le
compele a buscar en sus amantes algo de esa entrega amorosa que no siempre la
encuentra, pero que existe en él y que no le permitirá caer en el lado oscuro
de la vida.
La trama se desarrolla en los años de la post-guerra
civil española. Son tiempos difíciles de tensión acumulada, tiempos de escasez
material, de acomodos y reacomodos sociales y el surgimiento de los nuevos
ricos y de los nuevos pobres. Tiempos de incertidumbre, donde los muertos
aparecen tirados en las calles y nada puede sorprender al común de los
habitantes de Barcelona.
La Barcelona gótica (“Esta
ciudad es bruja ¿sabe usted, Daniel? Se le mete a uno en la piel y le roba a
uno el alma sin que uno se dé ni cuenta.”), con su rebuscado velo
arquitectónico, cobija las calles irregulares de esquinas de otros tiempos.
Palacetes en decadencia, tranvías y plazas nostálgicas ayudando a mimetizar un
clima enigmático y desolado que rodea a los personajes. Vientos fuertes
soplaron durante la guerra civil sobre la ciudad, y ahora su sombra envuelve a
los personajes y su paisaje urbano. El autor describe una Barcelona diferente a
la que el turista moderno y casual pueda tener acceso. Sus calles de los años
treinta al cincuenta se llenan de varias épocas: iglesias con perforaciones de
balas en sus fachadas, la suntuosidad de las mansiones en decadencia que abren
sus puertas de metal negro para develar sus secretos, a la vez que podemos
visitar los cuartos húmedos y oscuros, pasillos largos y quejumbrosos ubicados
en placitas rebuscadas y pacíficas de los menos afortunados. Si el lector cae
en el hechizo de la novela, puede ir a un muy bien detallado Google Map (http://goo.gl/QD7OZf), y pasear por esas mismas
calles que recorría Daniel en busca de la historia del escritor Carax.
el autor catalán Carlos Ruiz Zafón (Photo by Mutari) |
La sombra del viento es una novela que encanta
y es muy difícil de dejar de leer. El lector quiere siempre saber más, y cuando
llega al final, desea que nunca hubiese terminado. Sus personajes, y prosa
poética, no se quedan con el lector por varios días, sino para siempre.
Afortunadamente, las puertas —no siempre evidentes— del cementerio de los libros
olvidados, siguen abiertas para otras tantas visitas.
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(*) Luis Fernández-Zavala,
Ph.D.,autor de El guerrero de la espuma
y otras tantas despedidas.
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