—por Alberto Hernández—
1.—
El
28 de diciembre de 1997, en limpia y clara prosa, el poeta argentino Juan
Gelman escribió: “Es dudoso que los hijos de militares y miembros de las
fuerzas de seguridad hayan tenido alguna vez una nítida noción del papel activo
que sus padres desempeñaron en el genocidio argentino”.
Durante
muchos años Gelman buscó en todos los escondrijos de la maldad los restos de su
hijo y de su nuera. Por eso dejó esas líneas dedicadas a los hijos de los
asesinos de su descendencia. Más adelante respiró estas palabras: “Mucho
silencio debe haber reinado ahí. Pero ellos no reconocen sus errores y sus
crímenes no ayudan a sus hijos a no caer en la repetición. Tales padres mutilan
a sus hijos, los encierran en un círculo de muerte sin derecho alguno”.
Largas
páginas recorrieron el dolor de este hombre considerado uno de los poetas más
importantes de nuestra cultura. Su pesar no logró ensombrecer su afán por
encontrar los restos de su gente, y su poesía se iluminó en medio de tanta
estulticia y desazón. Su prosa, casi despojada de imágenes poéticas, más
cercana al periodismo, no dejó de pasearse por el amplio universo de su
formación como ser humano, como artista y como político. Su vejez fue marcada
por heridas y cicatrices, gritos, susurros y silencios que recorrieron con
absoluta impunidad campos y ciudades de nuestra malhadada América del Sur.
En
Nueva
prosa de prensa (Javier Vergara Editor, colección Textos Libres, Buenos
Aires, 1999) el poeta y periodista plasmó en pleno ese dolor, pero también
reflexiones que ocuparon todos los temas. Un inventario en el que el lector
puede darse el lujo de degustar la prosa de este hombre recién desaparecido en
México. Un poeta que se desangra en prosa. Un poeta que hace de la prosa una
gran aventura y descubre el hombre de carne y hueso que ambula por la tierra
buscándose, deshaciéndose en la memoria de quienes fueron vilmente asesinados
por la dictadura militar de aquellos años perversos del Cono Sur de América latina.
Gelman en 2007 |
2.—
Toda
esa historia, conocida por muchos lectores, desemboca en una obra donde la
tristeza, la ternura y hasta la amargura constituyen la temática de una vida
creadora. Sus treinta libros, traducidos a diez idiomas, dan cuenta de esa
fuerza para dejar marcada la huella de su estropeada existencia. Pero fue a
través de la prosa como denunció ante el mundo los atropellos contra su
familia, contra los argentinos, contra los países más sureños de América. En su
poesía hay otras cosas: está el amor, la sencillez de la existencia, pequeños
utensilios de la memoria. No hay miedo, no hay resentimiento, no hay
dislocamientos sociales. Es una poesía que alberga al ser humano desde los
sonidos de la esperanza, del aire existencial, de la rutina de personajes y asuntos
vagos que se convierten en el diálogo con lectores y fantasmas cuya invisibilidad
promueven la plenitud de la poesía misma.
Un
breve recorrido por Nueva prosa de prensa nos descubre ante temas políticos,
literarios, íntimos, musicales, plásticos, crónicas que podrían parecer
triviales, revelaciones personales. Y hasta guiones teatrales. También poetas y
narradores de todos los ámbitos terrestres. Toda una geografía que hace que su
poesía se fortalezca porque el trabajo intelectual del diario devenir
periodístico funda una nueva capacidad: escribir una poesía desde el otro lado,
desde el lado opuesto de la rabia, desde el lado opuesto del dolor, desde el
lado contrario de la mirada dura que estudia la muerte de frente.
3.—
Un
ejemplo de los tantos que podríamos usar, está en el texto “Sentimientos”: “Hay
sentimientos de grandeza sobrecogedora en la literatura trágica universal. “Mi
ira no me olvida”, exclama la Electra de Sófocles con dolor por la muerte del
padre, Agamenón, y cólera porque ha sido asesinado por Clitemnestra, la esposa
adúltera, la madre”. Gelman recorre su dolor por el contenido doloroso de la
cultura, por la atmósfera de quienes crearon la muerte clásica, lectura de la
propia muerte, tan cercana. Más adelante aguza: “Esos momentos no escasean en los dramas de Shakespeare y uno es
particularmente conmovedor. Anuncian a
Macduff que Macbeth ha asesinado a su mujer y sus hijos, Malcolm lo exhorta a la venganza y el abrumado padre dice: “¡Él
no tiene hijos¡”. La venganza es imposible”.
Este
cierre define, traza el espíritu del autor de En abierta oscuridad, que
supo hacer de la justicia su pan de cada día. Finalmente encontró parte de la
carne perdida, toda el alma de quien después se acurrucó en su voz hasta la
muerte de estos días, su nieta Macarena, quien habitaba en Otromundo.
Un
día dijo: “Yo no me voy a avergonzar de mis tristezas”.
Para
despedirse versó su epitafio:
Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi
sangre. Mi corazón era un violín.
Quise o no quise. Pero
a veces
me quisieron. También a
mí
me alegraban: la
primavera,
las manos juntas, lo
feliz.
¡Digo quen el hombre
debe serlo¡
Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.
Su
poesía y su prosa, su “prosía”, para inventar el instante de una palabra nueva,
viajan hoy con las cenizas de su cuerpo lanzadas a un río mexicano. Palabras en
una corriente que darán a la mar.
No comments:
Post a Comment