Friday, February 7, 2014

homenaje a JUAN GELMAN, PROSA Y EPITAFIO

—por Alberto Hernández—

1.—
El 28 de diciembre de 1997, en limpia y clara prosa, el poeta argentino Juan Gelman escribió: “Es dudoso que los hijos de militares y miembros de las fuerzas de seguridad hayan tenido alguna vez una nítida noción del papel activo que sus padres desempeñaron en el genocidio argentino”.

Durante muchos años Gelman buscó en todos los escondrijos de la maldad los restos de su hijo y de su nuera. Por eso dejó esas líneas dedicadas a los hijos de los asesinos de su descendencia. Más adelante respiró estas palabras: “Mucho silencio debe haber reinado ahí. Pero ellos no reconocen sus errores y sus crímenes no ayudan a sus hijos a no caer en la repetición. Tales padres mutilan a sus hijos, los encierran en un círculo de muerte sin derecho alguno”.

Largas páginas recorrieron el dolor de este hombre considerado uno de los poetas más importantes de nuestra cultura. Su pesar no logró ensombrecer su afán por encontrar los restos de su gente, y su poesía se iluminó en medio de tanta estulticia y desazón. Su prosa, casi despojada de imágenes poéticas, más cercana al periodismo, no dejó de pasearse por el amplio universo de su formación como ser humano, como artista y como político. Su vejez fue marcada por heridas y cicatrices, gritos, susurros y silencios que recorrieron con absoluta impunidad campos y ciudades de nuestra malhadada América del Sur.

En Nueva prosa de prensa (Javier Vergara Editor, colección Textos Libres, Buenos Aires, 1999) el poeta y periodista plasmó en pleno ese dolor, pero también reflexiones que ocuparon todos los temas. Un inventario en el que el lector puede darse el lujo de degustar la prosa de este hombre recién desaparecido en México. Un poeta que se desangra en prosa. Un poeta que hace de la prosa una gran aventura y descubre el hombre de carne y hueso que ambula por la tierra buscándose, deshaciéndose en la memoria de quienes fueron vilmente asesinados por la dictadura militar de aquellos años perversos del Cono Sur de América latina.

Gelman en 2007
2.—
Toda esa historia, conocida por muchos lectores, desemboca en una obra donde la tristeza, la ternura y hasta la amargura constituyen la temática de una vida creadora. Sus treinta libros, traducidos a diez idiomas, dan cuenta de esa fuerza para dejar marcada la huella de su estropeada existencia. Pero fue a través de la prosa como denunció ante el mundo los atropellos contra su familia, contra los argentinos, contra los países más sureños de América. En su poesía hay otras cosas: está el amor, la sencillez de la existencia, pequeños utensilios de la memoria. No hay miedo, no hay resentimiento, no hay dislocamientos sociales. Es una poesía que alberga al ser humano desde los sonidos de la esperanza, del aire existencial, de la rutina de personajes y asuntos vagos que se convierten en el diálogo con lectores y fantasmas cuya invisibilidad promueven la plenitud de la poesía misma.

Un breve recorrido por Nueva prosa de prensa nos descubre ante temas políticos, literarios, íntimos, musicales, plásticos, crónicas que podrían parecer triviales, revelaciones personales. Y hasta guiones teatrales. También poetas y narradores de todos los ámbitos terrestres. Toda una geografía que hace que su poesía se fortalezca porque el trabajo intelectual del diario devenir periodístico funda una nueva capacidad: escribir una poesía desde el otro lado, desde el lado opuesto de la rabia, desde el lado opuesto del dolor, desde el lado contrario de la mirada dura que estudia la muerte de frente.

3.—
Un ejemplo de los tantos que podríamos usar, está en el texto “Sentimientos”: “Hay sentimientos de grandeza sobrecogedora en la literatura trágica universal. “Mi ira no me olvida”, exclama la Electra de Sófocles con dolor por la muerte del padre, Agamenón, y cólera porque ha sido asesinado por Clitemnestra, la esposa adúltera, la madre”. Gelman recorre su dolor por el contenido doloroso de la cultura, por la atmósfera de quienes crearon la muerte clásica, lectura de la propia muerte, tan cercana. Más adelante aguza: “Esos momentos no escasean  en los dramas de Shakespeare y uno es particularmente  conmovedor. Anuncian a Macduff que Macbeth ha asesinado a su mujer y sus hijos, Malcolm lo exhorta  a la venganza y el abrumado padre dice: “¡Él no tiene hijos¡”. La venganza es imposible”.

Este cierre define, traza el espíritu del autor de En abierta oscuridad, que supo hacer de la justicia su pan de cada día. Finalmente encontró parte de la carne perdida, toda el alma de quien después se acurrucó en su voz hasta la muerte de estos días, su nieta Macarena, quien habitaba en Otromundo.

Un día dijo: “Yo no me voy a avergonzar de mis tristezas”.
Para despedirse versó su epitafio:
Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre. Mi corazón era un violín.
Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.
¡Digo quen el hombre debe serlo¡
Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.

Su poesía y su prosa, su “prosía”, para inventar el instante de una palabra nueva, viajan hoy con las cenizas de su cuerpo lanzadas a un río mexicano. Palabras en una corriente que darán a la mar.





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