—por Luis Fernández-Zavala (*)—
En términos históricos
no hay duda de que hubo un
golpe de Estado fascista
contra un régimen elegido
democráticamente.
Ahora bien, hace falta señalar
que tanto los
llamados buenos como los llamados
malos eran humanos.
En la novela busqué entender
a un fascista, ponerme
en su piel y saber por qué
actuó de cierta
manera.
Javier Cercas
En
Ucrania, Tailandia y Venezuela en este mismo instante, se vienen dando enfrentamientos
entre los gobiernos y las fuerzas que se
les oponen y se puede pesimistamente vaticinar que estas protestas y
represiones podrían derivar en guerras civiles. En Siria ya existe una guerra
civil en curso con más de 140 mil muertos en sólo tres años; en la República
Central de África está ocurriendo un
genocidio perpetrado por “bandas cristianas” contra la población musulmana. En
México, la violencia de las mafias de narco traficantes con un total acumulado de
100 mil muertes desde 2006, nos habla de una guerra, una diferente, pero igualmente
devastadora. Todo esto solo para mencionar lo más resaltante de las noticias
internacionales del día de hoy. Cualquiera que sea el resultado final de estos
conflictos violentos lo cierto es que se crearán cicatrices que el tiempo no podrá
borrar fácilmente. El mal está hecho y quedará como un péndulo trágico sobre la
conciencia social de los habitantes de cada uno de estos países.
Una
vez acabados los conflictos, todos los lados implicados recontarán su propia historia.
Cada uno pondrá su versión de su tragedia. No todo será verdad. No importa. Su función
social no es llegar a la verdad sino dar sentido a la tragedia como perdedores
o vencedores. No todas las versiones contadas tendrán el mismo impacto, ni
todas serán literatura. Las que lleguen al ámbito de literatura adquirirán su relevancia
no solo porque manejen la técnica literaria y del lenguaje, sino por su
capacidad de hacernos sentir la tragedia de las guerras de una manera diferente
a las estadísticas salvajes y a las batallas. La ficción debería humanizar lo
irracional y algo deberíamos aprender de todo esto. Vista así la ficción, ésta
se convierte en la Historia por otros medios, tal y como la guerra es la
política por otros medios.
Así
lo demostró Santiago Roncagliolo con Abril
Rojo que ya comentamos y lo demuestra Javier Carcas con Los soldados de Salamina (Tusquets,
2009).
Javier Cercas |
Javier
Cercas es un escritor español con diez obras publicadas, ganador del Premio
Llibreter 2001, el Independent Foreign Fiction Prize 2004 y el Premio Salambó
concedido a la mejor obra narrativa en 2001. Los soldados de Salamina fue llevada al cine en el año 2003
obteniendo premios en España y en diferentes certámenes internacionales.
Los soldados de Salamina es una novela corta basada en un hecho aparentemente
real sucedido durante la Guerra Civil Española: milicianos republicanos salvan
de una ejecución eminente al notorio líder falangista Sánchez Mazas. Era la época
de la retirada de las tropas republicanas y el avance victorioso de las falangistas. De ahí el título de la novela, en referencia,
suponemos a la evacuación de Atenas durante la invasión de las fuerzas
invasoras sirias, que da paso al desenlace de esta guerra en la batalla naval
de Salamina. La retirada de una fuerza militar y la invasión de la otra es el
marco que pone el mismo saco de desgracias, tanto a los milicianos republicanos
como al falangista Sánchez Mazas. La trama engancha al lector inmediatamente en
una travesía para determinar quiénes fueron esos anónimos milicianos republicanos
y por qué salvaron de una muerte segura a Sánchez Mazas. ¿Fue esto realmente lo
que pasó o fue un mito creado por la propaganda fascista y el ego del Sánchez
Mazas? ¿Quién fue realmente Sánchez Mazas? ¿Un escritor? (“...
era un buen escritor, pero no un gran escritor”) ¿Un político
extremista? (“...un hombre culto, refinado, melancólico y conservador , huerfano de
coraje físico ...había trabajado como nadie
para que su país se sumergiera en una salvaje orgía de sangre”). ¿Acaso
una combinación de ambos? Un ideólogo irresponsable, un propagandista
apasionado que usó sus dotes de escritor al servicio de la causa cavernaria del
fascismo. (“... supo urdir una violenta poesía
patriótica de sacrificio y yugos y flechas y gritos de rigor que inflamó la imaginación
de centenares de miles de jóvenes y acabo mandándolos al matadero”). ¿Quién
fue el miliciano que salvó a Sanchez Mazas? ¿Por qué le ayudaron los milicianos
desertores? Estas son las preguntas que se hace el periodista Cercas (el
narrador ficticio) y al tratar de contestarlas, se va reencontrando con su
propia vena literaria perdida.
“...es este soldado anónimo y derrotado que ahora
mira a ese hombre cuyo cuerpo casi se confunde con la tierra y el agua marrón
de la hoya, y que grita con fuerza al aire sin dejar de mirarlo:
- Aquí no hay nadie!
Luego se da media vuelta y se va”.
La
voz del periodista Cercas es simple, ágil, directa y a veces opaca y sarcástica,
sobre todo cuando se refiere a sus frustraciones como escritor. Cuando narra sus
encuentros y conversaciones con sus entrevistados —cosa que no es fácil porque
nadie quiere ya hablar de la guerra— lo hace usando extensos párrafos matizados
con cierto lirismo que permite apreciar la sagacidad del periodista, sus dudas
y su personalidad persistente, curiosa pero desapasionada. También podemos encontrar
algunas veces un detallismo superfluo cuando se describe los cafés o restaurantes
donde se encuentra muchas veces con sus informantes y un minimalismo en la descripción
física de éstos. No se percibe en él una
vehemencia por la verdad, porque esta no existe, si no una necesidad de llegar
al fondo del asunto conforme se le van cerrando y abriendo las puertas de
información.
No
por haber sido los republicanos perdedores de la guerra, la historia debe
olvidar sus aciertos y sus excesos; no por haber sido los nacionalistas los
ganadores de la contienda, se puede olvidar su responsabilidad, excesos y
algunos casos, su humanidad. Sánchez Mazas, el falangista, cumple con su
palabra de ayudar a los milicianos que lo protegieron; el miliciano que lo dejó
ir y se apiada de Sánchez Mazas sigue peleando con vehemencia otras guerras de
liberación. El periodista Cercas, distanciado de la Historia, se pregunta: ¿Quiénes
son los héroes? ¿Qué es lo que hace a un héroe? ¿Cómo es posible un acto de
compasión en un contexto donde el deber de cada soldado es matar? Como no hay
certezas, la ficción busca extender puentes para entender lo que pasó, no
desde la versión de la Historia oficial
o la contestataria, sino desde el drama de los individuos que vivieron la
guerra, la derrota, la victoria y la paz. Tal como lo pone el autor: “ ... porque uno no encuentra lo que busca,
sino lo que la realidad le entrega”, el periodista Cercas entra a la
realidad ficcionalizada donde todo
le sigue siendo nebuloso y
contradictorio en la historia real, pero sumamente humano en la ficción.
Otra
línea de lectura de Los soldados de Salamina es acerca del oficio de escribir. El
periodista Cercas no se siente como un autor de importancia, a pesar de sus dos
libros publicados. Escribir para el diario no le satisface, es un trabajo
menor, casi mecánico. No se siente escritor, ha perdido la creatividad y el
placer de escribir. Su derrota como escritor es parte de su derrota como
persona de la cual forma parte su divorcio, su soledad y su relación distante
con Conchi, su nueva amante. Sin embargo, en la medida que se adentra en el
resolver el enigma de los acontecimientos reales, (“... el libro que iba a escribir no sería una novela, sino sólo un
relato real, un relato cosido a la realidad, amasado de hechos y personajes
reales...) su creatividad comienza otra vez a fluir, su relación con su
amante se hace más interesante y encuentra, en su conexión con el escritor
Roberto Bolaño, la ruta necesaria para entrar otra vez en el mundo de la
ficción, sin la presión de sentirse escritor. Bolaño le dirá: “...un escritor de verdad nunca deja de ser
escritor. Aunque no escriba”.
La
novela de Cercas (el autor, no el personaje) nos brinda una visión y reflexión
de la guerra de una manera distinta. Cercas lo hace desde la distancia que el
tiempo impone, no busca recrear una época, sino hilvanar la manera en que los
españoles actuales procesan su pasado. No se trata de negarle a nadie su razón,
errores y maldades, sino verlos en su propia salsa humana. Se esperaba que los
lectores de esta novela fueran los que de una manera directa o indirecta sobre
revivieron estos hechos. Pero no ha sido así, los lectores buscando repuestas
han sido las generaciones más jóvenes que también tienen preguntas y quieren
imaginar un pasado menos dogmático, menos apasionado. Para terminar, nos
preguntamos, ¿Cómo la literatura dará cuenta de la guerra en el Perú dentro de
60 años, en México o en ….? Cercas nos
sugeriría: … no vale el olvido ni la venda en los ojos. En Los soldados de Salamina pretendí comprender y no juzgar, busqué
humanizar al monstruo, porque el malvado no es un monstruo sino un hombre que
un buen día comete una atrocidad.
Definitivamente
esta novela vale la pena leerse o releerse hoy.
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(*)
Luis Fernandez-Zavala, Ph.D. Autor de El
guerrero de la espuma y otras tantas depedidas.
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