Sunday, April 27, 2014

Entrevista con el poeta y traductor japonés Yutaka Hosono: "Escuchar el poema con el corazón"


—por Gregory Zambrano[1]

el poeta en su casa
Yutaka Hosono (1936) vive en Yokohama, uno de los puertos más importantes de Japón. De dilatada trayectoria en diversos países latinoamericanos, se ha destacado como poeta y traductor. Es autor de los poemarios (en japonés): En donde se agote la tristeza (1993), Cazador de flores (1996), La máscara sonriente (2002) y La bicicleta para mujeres y el maletín negro para doctoras (2012). En español ha publicado Dioses en rebeldía (1999). También formó parte del equipo de traducción, del español al japonés, de la Antología de la poesía mexicana contemporánea (2004) y es coautor de Poesía contemporánea del Japón, antología publicada en Venezuela en 2011. Ha sido ganador del Premio Shikai (mundo poético), de la Asociación de Poetas de Japón.

Con su cabellera blanca, sus ojillos centelleantes y su franca sonrisa, Yutaka Hosono nos recibe para hablarnos de sus vivencias en el mundo hispano. Llena el ambiente de evocaciones y nos da una lección de vida. Mientras comparte sus recuerdos, va revelando su amor por los lugares que ha conocido, por la palabra y el misterio de la poesía.

EL POETA
¿Cuáles son los temas que más te interesan desde el punto de vista poético?
Voy a comentarte acerca de los temas principales que me interesan. Como escribí en el epílogo de mi poemario reciente, Onnanori no jitensha to kuroi sinsatsukaban (La bicicleta para mujeres y el maletín negro para doctoras), publicado en 2012.
El primer tema, que tiene tres vertientes se centra en mi madre como la raíz de mi vida, luego los parientes carnales, y finalmente, mi tierra natal en las afueras de la ciudad de Yokohama, Japón. Mi madre, después de la muerte por enfermedad de mi padre, cuando yo tenía tres años de edad, en 1939, nos crió sola a nosotros, sus tres hijos, trabajando como partera, y murió a los cincuenta y cinco años, luego de una enfermedad causada por el exceso de trabajo.
El segundo tema es el erotismo, estrechamente vinculado con el origen de mi vida y el surrealismo escondido a su dorso.
Y el tercero es mi huida desde mi tierra natal hasta los países de América Latina (Brasil, Bolivia y México) con el pretexto de mi trabajo en JICA (Agencia de Cooperación Internacional de Japón), para librarme de los problemas que existían en mi tierra natal, en la sociedad japonesa o entre los parientes carnales. Finalmente, mi vuelta al mismo lugar, al que no pude abandonar definitivamente; en consecuencia, este tema revela el conflicto interno entre mi rechazo y el apego a mi tierra natal.
Tengo una teoría sobre la poesía, a partir de ella creo que para que el poema sea auténtico, “un poema”, tiene que hacerse con “las palabras de la poesía”, transfigurándose desde las palabras cotidianas. Y para eso, las palabras tienen que surgir desde el lugar más profundo de la mente, es decir, tienen que excavarse en la esfera del   inconsciente, que está en el fondo del alma. En la esfera del inconsciente está encerrado el deseo sexual, por lo que las palabras que surgen de ahí tienen lo erótico como su elemento principal.
Me cautivó esta idea, influido por Octavio Paz, quien fue amigo de André Breton y fue valorado por el gran poeta francés como “el poeta más impresionante” del mundo hispánico, y relacionándose profundamente con el surrealismo, Paz daba importancia al “eros” que surge desde el fondo del corazón del poeta; en otras palabras, surge desde la esfera del inconsciente. Sobre estos puntos, Paz escribe ampliamente en dos de sus obras Estrella de tres puntas: André Breton y el surrealismo, y La llama doble. Estas dos obras de Paz me impresionaron profundamente, por lo tanto, en mi poemario nuevo, que he mencionado, me esforcé en adoptar la teoría que aprendí de estas obras del poeta mexicano, sobre la base de la estética que he tenido desde siempre.

en su estudio
¿Cómo crees que ha ido evolucionando tu oficio como poeta desde tu primer libro En donde se agote la tristeza (1993) hasta el presente?

En mi primer poemario Kanashimi no tukiru tokorokara (En donde se agote la tristeza), están incluidos los poemas escritos desde mi juventud en la década 1960, hasta comienzos de la década 1990. Seleccioné para ese libro veinte poemas entre los más de cien que escribí en más de veinte años.
Por lo tanto, para hablar de ese libro que se publicó en Japón en 1993, cuando yo tenía cincuenta y siete años, tendría que mencionar algunos detalles de mi carrera de creación poética. Comencé a escribir poemas un poco antes de cumplir veinte años, o a principios de la década de 1960. Y con unos colegas graduados de la misma escuela secundaria, Hodogaya Chugaku, en Yokohama, publicamos revistas de poesía. En primer lugar, se publicó el primer número de Ao (Azul), en marzo de 1955, y siguió publicándose mensualmente hasta que apareció una nueva revista Kátoru (la palabra japonizada de cuatro en francés. Se puso este título porque se compuso el círculo integrado por cuatro miembros), en junio de 1956. Esta revista continuó publicándose hasta terminar con el número 6, en enero de 1957.
En marzo de 1958 me gradué en la Universidad de Lenguas Extranjeras de Tokio, en el Departamento de Español, y en abril del mismo año entré en la Compañía Profomento de Emigración Japonesa, cien por ciento apoyada por el gobierno japonés. Era una Compañía creada para ayudar económica y espiritualmente a los japoneses que emigraban a los países latinoamericanos, buscando una mejor vida. En ese tiempo, después de la derrota en la Segunda Guerra Mundial, el Japón todavía estaba en vías del restablecimiento de las ruinas en que le había sumido esa derrota. Y por la dificultad de conseguir empleos, no pocos japoneses querían salir de su tierra natal para descubrir un mundo nuevo donde encontraran la oportunidad de mejorar sus condiciones de vida.
Después de trabajar unos años en la Casa Matriz de esa compañía en Tokio, me trasladaron a la sucursal en São Paulo, Brasil, en 1964. Fui allá con mi esposa y nuestro primer hijo, y trabajé allí hasta marzo de 1966, cuando fui trasladado a la sucursal en Río de Janeiro. Allí nos quedamos hasta noviembre de 1968, cuando regresamos a Japón. Durante nuestra estancia en esa hermosa y calurosa ciudad, nació mi segundo hijo.
Desde mi graduación de la Universidad hasta el principio de la década de los años 70, forzado por las circunstancias derivadas de mi trabajo, incluyendo los tiempos de estancia en Brasil, yo estaba alejado de la creación poética. Cuando vivíamos en São Paulo y Río de Janeiro, lo que yo podía hacer en relación con la poesía era solamente comprar y leer libros de poetas modernos y contemporáneos de Brasil, como Manuel Bandeira (1866-1968), Carlos Drummond de Andrade (1902-1987), Vinicius de Moraes (1913-1980), o João Cabral de Melo Neto (1920-1999), entre otros.
Fue más tarde, cuando yo estaba con mi familia en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, trabajando como funcionario de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA), la organización gubernamental sucesora de la Companía Profomento de Emigración Japonesa, a finales de la primera mitad de la década 70, cuando comencé nuevamente a escribir poemas y a tener contacto personal con los artistas bolivianos.
En Santa Cruz, donde viví desde mediados de 1974 hasta mediados de 1977, hicimos fiestas frecuentemente en mi casa, invitando a poetas, pintores, cantantes y músicos. Entre los que participaron en esas fiestas, se encontraron varias personas inolvidables. Los pintores: Lorgio Vaca, Héctor Jáuregui, Marcelo Callaú y Carmen Villazón, los poetas: Jamílquer y Asunta Peralta, una cantante, la Señora Aída, la humorista verde, Doña Margarita, entre otros.
El hombre más destacado entre ellos era Tristán Marof, uno de los principales líderes del movimiento marxista y trotskista en Bolivia, y uno de los más influyentes escritores marxista-leninistas de su país. Marof vino a las fiestas en mi casa varias veces y cantó las canciones populares de su tierra natal, Bolivia, tocando la guitarra, y disfrutó las conversaciones con todos los participantes de esas fiestas. Era un viejo tranquilo y simpático, y cuando me contaron más tarde de su carrera como izquierdista radical, era difícil creerlo. Estimulado por los artistas que he mencionado, escribí varios poemas sobre Bolivia, comparando la situación con mi vida anterior en Japón.
En junio de 1977, me mudé a La Paz para trabajar en la Embajada de Japón en Bolivia como Asesor del Embajador. En ese tiempo Japón estaba cambiando de ser un país receptor de ayudas de los países extranjeros a promotor de programas de ayuda a los países en vías de desarrollo. Y ahí en La Paz también cultivé amistades con los poetas y los periodistas de esa ciudad. Gracias al periodista Mario Velasco, quien se interesó en mis poemas, se publicó mi poema "En donde se agote la tristeza", un poema escrito en japonés que yo mismo había traducido al español. Se publicó en El Diario, uno de los periódicos más influyentes de La Paz. El poema tuvo mucha repercusión en los lectores; en él se describía la historia de cuando las mujeres indígenas parían después de haber sido violadas, y que el orgullo del Imperio del Sol fue despojado junto con el oro, con el que cubrían las paredes de los panteones, y fue llevado a los lugares santos más allá del Océano. Con la publicación de este poema, me estrené como poeta en Bolivia.
Después de regresar a Japón, trabajé cinco años en la Casa Matriz de JICA en Tokio y otros cinco años más en la Ciudad de México, como el Director General de la Oficina de JICA en México. Y en 1993, cuando yo ocupaba el cargo del Director General del Centro Internacional de JICA en Kyushu, tuve la suerte de conocer a los poetas de Kita-Kyushu, la ciudad donde yo vivía y trabajaba, y pude publicar mi primer poemario en japonés, con el título que he mencionado, Kanashimi no tukiru tokorokara (En donde se agote la tristeza), el título es el mismo que tiene el poema de mi estreno como poeta en Bolivia.
Entre los temas principales de este libro estarían, en primer lugar, la solidaridad y simpatía con los oprimidos, como los indígenas americanos conquistados por los españoles, conocidos de cerca gracias a mi estancia en Bolivia. También el apego y dolor que tuve con las mujeres jóvenes de quienes me enamoré y perdí. Otro de los temas es la muerte de mi madre y mi frustración con ella por su incomprensión ante mi pasión y acción para erradicar la diferencia entre los pobres y los ricos y, finalmente, mi trauma causado por los bombardeos de las fuerzas aéreas norteamericanas en Japón, cuando yo era alumno de la escuela primaria.
Todos los poemas del primer libro y casi la mitad de los del segundo (nueve poemas), traducidos por mí al español están incluidos en mi poemario Dioses en rebeldía, publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana de México, en junio de 1999.
Mi segundo libro de poesía Hana kariudo (Cazador de flores) publicado en marzo de 1996, es la continuación del primero, con temas semejantes al mismo, aunque se nota más la crítica social y mi esfuerzo para superar la desconfianza en el ser humano y el nihilismo.

El tercer poemario Usuwarai no kamen (La máscara sonriente) fue publicado en noviembre del 2002, cuatro años después de haber terminado mi último trabajo en México y retirado de JICA, en agosto de 1998. Este libro contiene 27 poemas, motivados por mis experiencias de vida en Japón y en los países latinoamericanos, principalmente en México, país enigmático, con su cultura compleja y profunda, y su larga historia. Creo que mi mirada sobre el ser humano, especialmente en torno a los japoneses se ha hecha más severa y crítica. Reconocí y confirmé, de acuerdo con mi vida de más de 17 años en los países latinoamericanos, el complejo de inferioridad y el prejuicio que tenemos los japoneses. Es que seguimos teniendo desde la época de modernización en la segunda mitad del siglo diecinueve, una admiración excesiva hacia la Europa Occidental y los Estados Unidos y, al contrario, el prejuicio sin razón hacia los países asiáticos, africanos y hasta los latinoamericanos. Este es un problema pendiente, que debemos superar mediante un cambio de nuestra mentalidad.
Pasaron más de diez años desde la publicación de mi libro, La máscara sonriente, hasta la salida de mi cuarto poemario Onnanori no jitensaha to kuroi shinsatukaban (La bicicleta para mujeres y el maletín negro para doctoras), en octubre del 2012. Durante unos sesenta años aproximadamente, desde mi juventud hasta el presente, las circunstancias nacionales e internacionales han cambiado de manera notable, y yo personalmente fui influido por mi vivencia de largos períodos en los países latinoamericanos. Los temas de mi poesía y mi oficio como poeta han cambiado un poco, pero mi conciencia y postura sobre la creación poética han sido siempre estables. Mi experiencia en el cargo como Secretario General del Club de Poetas de Japón, desde 2009 hasta 2010, y mi cargo actual como Presidente del mismo Club me ayudó a cultivar la perspicacia de distinguir los poetas verdaderos de los falsos.
Mi postura crítica ante mi madre, en el primer poemario, el de 1993, se ha tornado en admiración hacia ella, por su manera de vivir consagrada totalmente a que el crecimiento de sus hijos fuese sano y pleno. Y mi esfuerzo para superar la desconfianza en el ser humano y el nihilismo ha continuado hasta el presente.

portada de La bicicleta para mujeres
EL VIAJERO
A partir de tus vivencias en los distintos países donde has residido: Brasil, Bolivia y México, ¿de qué manera ha influido esa condición de viajero en tu trabajo literario?

La impresión más intensa que me dio la residencia de casi cinco años en Brasil (un poco más de dos años de 1964 a 1966 en São Paulo, y otros dos años y medio, de 1966 a 1968 en Río de Janeiro) fue la cultura y energía que tenían los descendientes de los negros africanos y los mulatos, especialmente sus capacidades excelentes para la música y el baile. Pero hasta el presente, he escrito solamente un poema sobre Brasil, titulado “Río de Janeiro ardiente”. Hay uno más, que tiene una escena de Río de Janeiro, pero su tema es el recuerdo de mi amigo, el pintor boliviano Héctor Jáuregui. No sé por qué no me surgen imágenes para escribir poemas sobre ese país donde tuve experiencias extraordinarias. Una de las razones sería que durante mi estancia en Brasil, debido a mis intensas ocupaciones, no pude establecer amistades con los artistas, poetas, pintores ni músicos de ese país.
En cambio, como dije antes, en mi estancia en Santa Cruz y La Paz de Bolivia, tuve relaciones amistosas con los poetas, pintores y cantantes, y pude escribir varios poemas sobre Bolivia, los cuales están incluidos en mis dos primeros poemarios, Kanasimi no tsukiru tokorokara (En donde se agote la tristeza) y Hana kariudo (Cazador de flores). Por ejemplo, “En donde se agote la tristeza”, “Selva de colores primarios”, “Rojo y negro”, entre otros.
Santa Cruz es una ciudad semitropical, con sus habitantes indígenas, descendientes de españoles y los mestizos. En La Paz, están vivas las herencias culturales prehispánicas, incluyendo las heredadas del Imperio Incaico, y están mezcladas con lo que aportaron los conquistadores españoles. Creo que los amigos artistas y la mixtura cultural han influido en mi creación poética.
La sociedad y el pueblo enigmático de México en donde residí durante dos períodos, para un total de siete años y medio (1985-89 y 1995-98), y su cultura compleja y profunda me motivaron constantemente a escribir poesía. Varios poemas de mi tercer poemario, Usuwarai no kamaen (La máscara sonriente), están relacionados con México: “Los sueños revolotean”, “A Uds., los mexicanos”, “La máscara sonriente”, “La paz de mi alma en la muchedumbre”, “La fila de los ojos", "El río de las luces”, etc.
En mi vida como funcionario de JICA por más de 40 años desde 1958, repetí estadías cada cinco años entre Japón y los países latinoamericanos (Brasil, Bolivia y México). En los siete años y medio de mi residencia en México, creo que asimilé la influencia de Octavio Paz en mi poesía, como ya he mencionado.

en Puerto Rico
¿Qué nos puedes contar de tu reciente participación en el V Festival de Poesía en Puerto Rico?

En el V Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico, que se celebró del 15 al 20 de abril del 2013, participamos 25 poetas invitados de 17 países, además de los poetas puertorriqueños. Todos los países eran del mundo hispánico, excepto Japón: Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. De Japón, participamos dos poetas, Shoichiro Aizawa y yo.
El primer día del Festival, el día 15 de abril, a las 7 de la tarde, se celebró la Ceremonia de Apertura del Festival en el Teatro de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, Recinto Metropolitano. En la Ceremonia, se proyectaron en la pantalla del escenario los nombres de los poetas invitados del exterior y sus países en origen, y cada poeta se levantó y saludó al público. Nosotros, los dos poetas japoneses, percibimos que los aplausos y gritos de bienvenida del público fueron mayores; tal vez la causa era la curiosidad por ser nosotros poetas orientales.
Después de la Ceremonia, algunos poetas invitados del exterior y puertorriqueños hicieron la lectura de sus poemas, y se presentaron algunos bailes y canciones. En las presentaciones muchos de los artistas puertorriqueños insistieron en el principio de que “Black is beautiful”.
Los 25 poetas invitados del exterior fueron divididos en cinco grupos, cinco poetas en cada grupo. Los miembros de nuestro “grupo A” eran Kary Cerda (México), Yolanda Duque Vidal (Chile), Indira Flamenco Vallecillo (Honduras), Shoichiro Aizawa y Yutaka Hosono (Japón). Nosotros, los cinco poetas y otros poetas puertorriqueños visitamos las Universidades y los Colegios en varias ciudades e hicimos lecturas de poemas y discursos breves delante de los estudiantes, los profesores y otros ciudadanos. Mi discurso, titulado “Explicación breve sobre la poesía japonesa tradicional moderna y contemporánea”, que pronuncié antes de la lectura de mis poemas, llamó la atención del auditorio. Especialmente las reacciones de los oyentes a mi explicación sobre la antología poética más antigua de Japón, Manyoshu, editada entre la segunda mitad del siglo VII y la segunda mitad del siglo VIII fueron muy positivas. Y también la lectura de poesía en japonés en voz alta y con el tono muy característico de Shoichiro Aizawa fue recibido por el auditorio con mucho entusiasmo.
Uno de los puntos importantes que reconocí durante mi estancia de seis días en Puerto Rico es que desde el punto de vista cultural y social, ese país pertenece al mundo hispánico, aunque política y económicamente está bajo el dominio de Los Estados Unidos como Estado Libre Asociado. El otro punto que me di cuenta era la simpatía un poco contradictoria que tienen los puertorriqueños hacia España, el antiguo estado protector.
Antes de mi visita a Puerto Rico, fui a Buenos Aires, Argentina, en mayo de 2010, invitado al V Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires. Ahí entre mis varias actividades, impartí una conferencia y también leí mis poemas en la clausura del evento. Esta participación fue reseñada en el periódico Página 12, fechado el 9 de mayo de 2010.
En esa ocasión, conocí a Pedro Enríquez, poeta granadino, y él me invitó al festival Poesía en el Laurel, de Granada, que se celebró en agosto de 2011. Estoy estrechando amistad con Pedro, y estoy pensando, de aquí en adelante, hacer algo en colaboración con él.

EL TRADUCTOR
Has trabajado en la traducción al japonés de poetas contemporáneos de México y de los poetas españoles de generación del 27, ¿hasta qué punto tu oficio como traductor retroalimenta tu propia escritura poética?

Desde mi juventud me interesaba la traducción de poemas extranjeros del inglés y del español al japonés, y cuando yo era estudiante del Departamento de Español de la Universidad de Lenguas Extranjeras de Tokio, en colaboración con mi amigo Akiyoshi  Uehara, poeta y estudiante del Departamento de Literatura Inglesa de la Universidad de Waseda, publicamos la Antología de Poesía Mundial. El tomo correspondiente a la poesía europea, fue un libro hecho a mano, en 1956. Allí se incluyeron los poemas de 77 poetas de 18 países europeos.
Quiero mencionar aquí lo siguiente: por mi trabajo de traducción de los poemas del mundo hispánico, no estoy intentando hacer conocer a los japoneses aspectos generales de la poesía de ese mundo ni dar explicaciones desde el punto de vista académico. He traducido poemas del español al japonés y estoy traduciéndolos para aprovechar ese trabajo como un alimento para la creación poética de acuerdo con mi interés y gusto. No me importa si el (la) poeta sea conocido o goce de buena fama en los círculos poéticos o no. Voy a escoger poemas que sean interesantes para mí, desde mi propio punto de vista, teniendo en cuenta la autenticidad y la posibilidad de una proyección futura de los poetas y sus poemas.
Basado en este principio, he traducido al japonés hasta ahora varios poemas sueltos y los he publicado en revistas; también poemarios completos o antologías. Entre los poetas que he traducido figuran: Ámbar Past (México), Caneo Arguinzones (Venezuela), Gregory Zambrano (Venezuela), Jaime Sabines (México), Octavio Paz (México), Pedro Enríquez (España) y Pedro Shimose (Bolivia).
Estos poetas han influido indirectamente en mi creación poética. Solamente de Octavio Paz he absorbido directamente la teoría poética, como ya mencioné. De aquí en adelante, si me permite el tiempo, quisiera dedicarme al estudio y a la traducción de los poemas de César Vallejo.
Uno de los puntos más importantes que aprendí por la práctica de la traducción de poesía del español al japonés es el asunto relacionado con el ritmo de un poema o el elemento musical de la poesía. Debido a la notable diferencia de la composición entre la lengua española y la japonesa, es casi imposible conservar el ritmo original de un poema en español cuando se traduce al japonés. El traductor debe absorber el ritmo original del poema con el corazón, y de acuerdo con el estímulo que su corazón le ofrezca alcanzar ese ritmo en la traducción al japonés.
Un poema se compone de los siguientes tres elementos: el sentido (elemento literario), la imagen (elemento figurativo) y el ritmo (elemento musical). El sentido y la imagen no son tan difíciles de traducir del español al japonés. Lo más difícil sería la traducción del ritmo.

el escritor centroamericano Horacio Castellanos Moya
En relación con tus traducciones de narrativa, ¿cuáles han sido los mayores retos, por ejemplo, traducir una obra como Insensatez, de Horacio Castellanos Moya?

Traduje la novela Insensatez, de Horacio Castellanos Moya gracias a la recomendación que de mí hizo a la Editorial Hakusuidha mi amigo Susumu Takagi. Él es profesor emérito de la Universidad Waseda y especialista en literatura inglesa, conocido especialmente por su excelente traducción de las novelas de David Lodge. Y la novela Insensatez, que el editor me propuso era muy atractiva para mí por su tema principal, el genocidio de los indígenas mayas en Guatemala. El estilo de la novela es muy característico, con frases muy largas, por ejemplo una oración continua sin punto a lo largo de dos páginas. Además, el autor de esta novela, Castellanos Moya y yo, nos pusimos de acuerdo en varios detalles sobre las peculiaridades más importantes de esta novela. Por ejemplo, el ritmo consecuente de la obra, y las palabras incorporadas como testimonio de los indígenas que sobrevivieron a las masacres, que son poéticas o son como poemas mismos.
Por eso, me costó tanto trabajo la traducción, y le hice al autor más de cien preguntas para evitar malentendidos o equivocaciones. Era para mí la primera experiencia de traducción de narrativa, por lo que quedó en mi mente un impacto muy significativo e inolvidable.

EL ACADÉMICO
Has impartido charlas y conferencias en diversos países; recuerdo que dictaste una conferencia en El Colegio de México sobre la poesía japonesa. Cuando hablas directamente para un público, ¿cuáles son tus expectativas, qué efecto o interés aspiras despertar en quienes te escuchan?

Cuando hice mi intervención en la Mesa Redonda de El Colegio de México, que se celebró en noviembre del 2004, hablé de la poesía japonesa moderna y contemporánea, enfocándome en los siguientes poetas: Yoshiro Ishihara (1915-1977), Minoru Yoshioka (1919-1990), Hiroshi Sekine (1920-1994), Kazuko Shiraishi (1927) y Tetsuo Nakagami (1939). Y expliqué que todos ellos mostraron en sus poemas no solamente las cicatrices causadas por la Segunda Guerra Mundial, sino también hicieron consciente o inconscientemente su crítica de la civilización occidental, en su racionalismo excesivo, y que podíamos ver también en la poesía mexicana contemporánea esta misma crítica, expresada en parte, en el gran interés de los poetas mexicanos por la poesía japonesa y el Budismo. Y llegué a la conclusión de que nosotros, los japoneses, somos fundamentalmente otra cultura diferente de la occidental, pero también fuimos enormemente influidos por la cultura y en general por la civilización occidental, ahora estamos en el tiempo de crear algo nuevo, basado en el patrimonio cultural tradicional que los occidentales han dejado para nosotros. En esta conferencia, la reacción del auditorio no fue tan positiva como yo había esperado.
En cambio, en el 5º Festival Internacional de Poesía en Buenos Aires, en abril de 2010, donde me encargaron la conferencia y la lectura de poemas en la clausura del evento, hablé en primer lugar de la poesía japonesa tradicional “waka” (poema japonés), “kanshi (poema chino)” y “haiku”, y después hablé de la poesía moderna y contemporánea de Japón, y leí mis poemas.
Con respecto a la poesía tradicional, hablé principalmente de dos antologías poéticas: una es Manyoshu, la más antigua antología poética de Japón que existe, que ya mencioné, la cual contiene más de 4.500 poemas, y la mayor parte de ellos son los “wakas”, poemas cortos de 5-7-5-7-7 sílabas. La otra es la primera antología imperial, el Kokin wakashu (colección de poemas japoneses antiguos y modernos) editada en el primer período del siglo X. En mi conferencia, inserté la recitación de algunos “wakas” de la primera antología mencionada, con el tono y melodía tradicional. Un poeta argentino acompañó la lectura de los mismos poemas traducidos al español. En esa oportunidad también estuvieron presentes el poeta español Antonio Gamoneda y la poeta canadiense Hélène Dorion.
Por la experiencia de ésta y de mi anterior conferencia en México, reconocí dos aspectos que quisiera explicar. Primero, desde tiempos antiguos, nosotros, los japoneses seguimos recibiendo y digiriendo las culturas extranjeras, es decir, la cultura china y coreana en los siglos VII y VIII, las culturas española, portuguesa y holandesa en los siglos XVI y XVII, y después de la modernización de Japón, que comenzó en la segunda mitad del siglo XIX, la cultura europea y estadounidense. Y entre esas épocas de recepción de culturas extranjeras, estaban las épocas de creación y maduración de la cultura característica japonesa, por la mezcla de la cultura tradicional y la proveniente del exterior. Siempre faltaban y siguen faltando para nosotros el esfuerzo de hacer conocer a los extranjeros la cultura o la literatura japonesa. En segundo lugar, para superar este problema, o para difundir nuestra cultura y literatura al exterior, yo mismo tendría que estudiar más y más la literatura japonesa, especialmente la literatura clásica, y esforzarme para crear una poesía japonesa que tenga características propias, independiente de la poesía occidental.

Finalmente, ¿en qué estás trabajando ahora, tienes un nuevo proyecto poético, sigues traduciendo? Háblanos un poco de tus futuros trabajos literarios.

Recientemente yo había estado un poco cansado por el estrés causado por mis ocupaciones como Presidente del Club de Poetas de Japón, que durará hasta junio del 2015. Pero ya me he recuperado y se ha puesto mi motor en marcha. No estoy seguro de si este cargo como Presidente sea positivo o negativo para mi creación y traducción poética.
De cualquier manera, estoy escribiendo mis poemas poco a poco, y traduciendo poemas de poetas contemporáneos del mundo hispánico. Estoy intentando publicar dentro de estos cinco años un nuevo libro con mis poemas, por lo menos, y el conjunto o la recopilación de mis poemas escritos hasta el presente. Y también quisiera publicar los libros de poesía de los poetas extranjeros que he traducido al japonés. Como mencioné antes, la meta final de mi trabajo como traductor sería la publicación de la obra poética de César Vallejo. Para realizar este objetivo, yo tendría que vivir hasta los noventa años de edad por lo menos, manteniendo mi salud física y mental.

Nos despedimos del poeta Yutaka Hosono deseándole la buena fortuna para que lleve a cabo sus proyectos, agradeciéndole su tiempo y generosidad para atender nuestras preguntas.







[1] Gregory Zambrano (Mérida, Venezuela, 1963), poeta, ensayista, crítico literario, editor, académico, profesor e investigador universitario; División de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Tokio, Japón. (http://gregoryzambrano.wordpress.com).





Thursday, April 17, 2014

LA SOLEDAD DE GARCÍA MÁRQUEZ (1927-2014) Colombia


—por Alberto Hernández—

1.-
Hace pocas horas se murió García Márquez a la orilla de un río imaginario cercano a Macondo, en México, donde también está Comala, referencia mítica de la literatura latinoamericana. No murió solo, pero tenía en la soledad su más estricto tema, su más cercano muelle para llegar al mundo que lo hizo posible luego de haber conocido el hielo y los malabares de Melquíades.

En El olor de la Guayana, conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza, Gabriel García Márquez respondió al periodista acerca del libro de Macondo, si éste era el centro de su mundo, el tema de su libro. El novelista habló del asunto que más lo preocupaba:

—El libro de la soledad. Fíjate bien, el personaje central de La Hojarasca es un hombre que vive y muere en la más absoluta soledad. También está la soledad en el personaje de EL Coronel no tiene quien le escriba. El Coronel, con su mujer y su gallo esperando cada viernes una pensión que nunca llega.
Y está en el alcalde de La Mala Hora, que no logra ganarse la confianza del pueblo y experimenta, a su manera, la soledad del poder.
Y así hasta El Otoño del Patriarca y, por supuesto, Cien años de soledad.

La soledad nunca dejó de estar en las páginas de este premio Nobel que imaginó el mundo y lo escribió en medio de una totalidad solitaria.

Admitió el autor colombiano que es un tema de todo escritor, que no ha dejado de estar en la memoria del mundo. Que ha sido compañía permanente del hombre. La soledad como designio, como marca de fábrica del ser humano.

2.-
Quien navegue por las páginas de Cien años de soledad se dará cuenta de que todos los personajes “no tendrán una segunda oportunidad sobre la tierra”, como dice la última línea de la novela. Sería un siglo de silencio, de la arraigada soledad. El recorrido por la obra, entre los linderos de los ecos provocados por los tantos asuntos tocados por el escritor (novela total al fin), desemboca en un pesimismo de aquel pequeño mundo por el que se movían los fantasmas del autor. La soledad de aquellos pueblos, la soledad de quien la invocaba, la soledad de quien escribía sus obras luego del horario como redactor de revistas y periódicos. Una soledad que empujó al autor a irse a otra soledad. Era la Colombia torturada por su propia historia: García Márquez pasó por tantos lugares donde dejó la impronta de su silencio. En Caracas, en París, en Barranquilla, en México. De los amigos que dejó en Venezuela muchos hablaban de su alegría, pero también de su mirada interior, de su soledad, de un silencio que lo apergaminaba. Sabana Grande, La Candelaria, tantos sitios donde vivió y escribió crónicas y reportajes para sobrevivir.

Mientras tanto, se iba gestando la obra que luego lo catapultaría a la fama.
Desde La Hojarasca hasta Memoria de mis putas tristes, Gabriel García Márquez ha sido parte de una mitología. Inventor de ensueños y realidades, deja en este lugar llamado América la marca de su estilo, la huella de un sujeto, de un solo personaje, de un solo libro, que sigue consumiendo las horas de la soledad de un continente en permanente convulsión.

3.-
Antes de entrar de lleno en Vivir para contarla, García Márquez escribió: La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla. Y, en efecto, vivió largamente una vida y dejó muchas otras en páginas que se han regado por el mundo. Son tantas vidas que las recordó todas y las hizo una, solitaria, extensamente vivida, celebrada, acontecida, criticada.

Estas cortas líneas las dejo en el aire, en el mismo instante en que Gabo pasa a ser un duende solitario y ausente, porque la eternidad es la más cruel de las soledades.

Así como los muertos en las novelas de García Márquez siguen envejeciendo, así seguirá haciéndolo García Márquez en la suya, pero al contrario de los muertos literarios, el Gabo es un muerto tan vivo que seguirá dando de qué hablar.





Friday, April 11, 2014

Cuento: LA CASA NUEVA de SILVIA MOLINA (1946) México


A Elena Poniatowska

Silvia Molina.foto:aztecanoticias.com.mx
Claro que no creo en la suerte, mamá. Ya está usted como mi papá. No me diga que fue un soñador; era un enfermo —con el perdón de usted. ¿Qué otra cosa? Para mí, la fortuna está ahí o, de plano, no está. Nada de que nos vamos a sacar la lotería. ¿Cuál lotería? No, mamá. La vida no es ninguna ilusión; es la vida, y se acabó. Está bueno para los niños que creen en todo: “Te voy a traer la camita”, y de tanto esperar; pues se van olvidando. Aunque le diré. A veces, pasa el tiempo y uno se niega a olvidar ciertas promesas; como aquella; como aquella tarde en que mi papá me llevó a ver la casa nueva de la colonia Anzures.

El trayecto en el camión, desde la San Rafael, me pareció diferente, mamá. Como si fuera otro… Me iba fijando en los árboles —se llaman fresnos, insistía él—, en los camellones repletos de flores anaranjadas y amarillas —son girasoles y margaritas—, decía.

Miles de veces habíamos recorrido Melchor Ocampo, pero nunca hasta Gutemberg. La amplitud y la limpieza de las calles me gustaba cada vez más. No quería recordar la San Rafael, tan triste y tan vieja: “No está sucia, son los años” —repelaba usted siempre, mamá. ¿Se acuerda? Tampoco quería pensar en nuestra privada sin intimidad y sin agua.

Mi papá se detuvo antes de entrar y me preguntó:

—¿Qué te parece? Un sueño, ¿verdad?

Tenía la reja blanca, recién pintada. A través de ella vi por primera vez la casa nueva… La cuidaba un hombre uniformado. Se me hizo tan… igual que cuando usted compra una tela: olor a nuevo, a fresco, a ganas de sentirla.

Abrí bien los ojos, mamá. Él me llevaba de aquí para allá de la mano. Cuando subimos me dijo: “Ésta va a ser tu recámara”. Había inflado el pecho y hasta parecía que se le cortaba la voz de la emoción. Para mí solita, pensé. Ya no tendría que dormir con mis hermanos. Apenas abrí una puerta, él se apresuró: “Para que guardes la ropa”. Y la verdad, la puse allí, muy acomodadita en las tablas, y mis tres vestidos colgados, y mis tesoros en aquellos cajones. Me dieron ganas de saltar en la cama del gusto, pero él me detuvo y abrió la otra puerta: “Mira”, murmuró, “un baño”. Y yo me tendí con el pensamiento en aquella tina inmensa, suelto mi cuerpo para que el agua lo arrullara.

foto:wordpress/el baúl de los olvidos
Luego me enseñó su recámara, su baño, su vestidor. Se enrollaba el bigote como cuando estaba ansioso. Y yo, mamá, la sospeché enlazada a él en esa camota —no se parecía en nada a la suya—, en la que harían sus cosas sin que sus hijos escucháramos. Después, salió usted recién bañada, olorosa a durazno, a manzana, a limpio. Contenta, mamá, muy contenta de haberlo abrazado a solas, sin la perturbación ni los lloridos de mis hermanos.

Pasamos por el cuarto de las niñas, rosa como sus mejillas y las camitas gemelas; y luego, mamá, por el cuarto de los niños que “ya verás, acá van a poner los cochecitos y los soldados”. Anduvimos por la sala, porque tenía sala; y por el comedor y por la cocina y por el cuarto de lavar y planchar. Me subió hasta la azotea y me bajó de prisa porque “tienes que ver el cuarto para mi restirador”. Y lo encerré ahí para que hiciera sus dibujos sin gritos ni peleas, sin niños cállense que su papá está trabajando, que se quema las pestañas de dibujante para darnos de comer.

No quería irme de allí nunca, mamá. Aun encerrada viviría feliz. Esperaría a que llegaran ustedes, miraría las paredes lisitas, me sentaría en los pisos de mosaico, en las alfombras, en la sala acojinada; me bañaría en cada uno de los baños; subiría y bajaría cientos, miles de veces, la escalera de piedra y la de caracol; hornearía muchos panes para saborearlos despacito en el comedor. Allí esperaría la llegada de usted, mamá, la de Anita, de Rebe, de Gonza, del bebé, y mientras también escribiría una composición para la escuela: La casa nueva.

En esta casa, mi familia va a ser feliz. Mi mamá no se volverá a quejar de la mugre en que vivimos. Mi papá no irá a la cantina; llegará temprano a dibujar. Yo voy a tener mi cuartito, mío, para mí solita; y mis hermanos…

No sé qué me dio por soltarme de su mano, mamá. Corrí escaleras arriba, a mi recámara, a verla otra vez, a mirar bien los muebles y su gran ventanal; y toqué la cama para estar segura de que no era una de tantas promesas de mi papá, que allí estaba todo tan real como yo misma, cuando el hombre uniformado me ordenó:

—Bájate, vamos a cerrar.

Casi ruedo por las escaleras, el corazón se me salía por la boca:

—¿Cómo que van a cerrar, papá? ¿No es mi recámara?

Ni con el tiempo he podido olvidar: que iba a ser nuestra cuando se hiciera la rifa.


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La casa nueva © Silvia Molina, 1989





Friday, April 4, 2014

OCTAVIO PAZ: LAS VOCES DE UN IDIOMA

—por Alberto Hernández—

La noche entra con todos sus árboles
Octavio Paz

1.-
Un “Viento entero” patrocina el encuentro de Octavio Paz con la eternidad. Desde su poema, desde el largo aliento de un texto pronunciado por los elementos, el poeta mexicano, hoy centenario, dice, pronuncia, canta: “El presente es perpetuo/ Los montes son de hueso y son de nieve/ están aquí desde el principio/ El viento acaba de nacer/ sin edad/ como la luz y como el polvo…”, y entonces el cuerpo de Paz –venido del viento y del polvo- se hace viento y se hace polvo sin edad, con la misma invisible carga de su silencio. Hace un siglo nació Octavio Paz. Hace un siglo comenzó su periplo verbal, un poco balbuceado entre la saliva y los dientes de leche que la poesía ya tenía previstos.

Y así como “La noche entra con todos sus árboles”, el poeta entra en la luz de su destreza inmortal. La celebración viene dada por  cada poema escrito, por cada ensayo, por cada descubrimiento, por cada volcán bajo los ojos, por cada viaje añadido a libros y palabras recibidas por oídos ajenos. La fiesta de Octavio Paz, alejada de cualquier rumbo  calculador, forma parte de un legado que tiene en México un momento, pero que se hizo americano todo y luego español, y después universal. De allí su “viento entero”, su periplo por la multiplicación de un idioma que se hizo muchos en la boca de dos continentes, en los labios de quienes lo pronuncian. 

2.-
Hace algunos años, cuando aún el tiempo pertenecía a Paz, escribí en Cambio de sombras “El laberinto de Paz”, especie de instante con su poesía y sus contemporáneos, sus águilas o sus  soles, sus vueltas y revueltas, sus críticas y cuerpos eróticos tomados por versos y reversos.

He aquí aquella bruma:

Árbol interior, Octavio Paz, árbol gramático, azteca y pirámide, poeta del cuerpo, Nobel desde hoy y para siempre por los vientos helados de Estocolmo.

La noticia se regó por todo el mundo y el Drake, hotel de arribo de Paz a Nueva York, gozó de cámaras, flashes y preguntas a un empijamado escritor que pidió, una a una, credenciales de sorpresa.

Atrás quedaban Mistral, Neruda, Asturias, García Márquez (más reciente Vargas Llosa), para desplazar los últimos desplantes del gallego Camilo José Cela en aquella  España (la bella, la tozuda, la altanera  y la perversa) del “Exercito Guerrilleiro do Povo Galego Ceibe”.

3.-
Paz siempre ha sido un indagador de los comienzos. Encontró su origen en las  voces bajo las rocas y los monumentos y de ellas —de las voces y sus ecos— hizo fuente de hallazgos. De ese trasunto “Piedra de sol”, poema útero por el que el jurado de Suecia le ajustó buenas cuentas.

foto: periodicocorreo.com.mx
“Se derrumban/ por un instante inmenso y vislumbramos/ nuestra unidad perdida, el desamparo/ que es ser hombres, la gloria que es ser hombres/ y compartir el pan, el sol, la muerte, / el olvidado asombro de estar vivos”.

Erotismo y poesía, vértigo, mareo, diapasón, centella sobre el lomo de un caballo, América sin mayúsculas para ir construyéndola.

En esa epifanía, Octavio Paz encuentra los signos del árbol cuyas raíces sanguíneas continúan el curso de los ríos gramaticales, los meandros de una poesía que a cada momento es asombro y “experiencia”.

4.-
Orgasmo, metáfora de un cuerpo que se extiende entre la sorpresa y la quietud de la inteligencia. Una poética reveladora del deseo, de la “eternidad” de André Breton en las secas tierras mexicanas, en la compañía de aquél que escribió “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía un tal Pedro Páramo, mi padre”, un tal misterio que conduce a la poesía, al silencio, a la vida, a la muerte juntas. A la polvareda de un paisaje en el que nadie traduce la soledad del otro. Pero también lleva a la desgracia. Es la América huérfana. La tierra que siempre ha buscado en vano un padre. Y cuando cree que lo encuentra resulta ser la cara del miedo, el rostro de la desolación. El rictus del terror. La simiente de un padre que también nació huérfano, cuya madre aún espera bajo el túmulo los nombres que olvidó y se hicieron tiempo de espera. Aún es una tierra surrealista. La magia de América murió con el padre, con los distintos acentos de los padres imaginados. Comala aún se busca entre los muertos. Comala es el orgasmo de esa metáfora llamada ensueño o el idioma que nos habla para hacernos y deshacernos.

5.-
Virtud extraordinaria aquella de juntar géneros, de amalgamar la inteligencia y sacarle provecho a los lugares e instantes del deseo: “los amantes se asoman al balcón del vértigo”, como si los abismos confiaran la intemporalidad.

Vuelta de hoja, un Levi Strauss para el hombre, y aquella preparación de 1921 en la voz de López Velarde: El retorno maléfico.

Vuelta de tuerca, “piel sonido del tiempo” en una América perdida en sus distintos mapas e invocaciones. Se inicia el comienzo y nos vemos en los hallazgos del poeta detrás de las piras toltecas.

Hoy, a cien años, que será siempre, tenemos a Octavio Paz con y en los giros de sus palabras hechas ríos con otros que pudieran ser Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Juan Carlos Onetti y los que fabrican el silencio y llevan en los ojos la herencia de un “mono gramático” en la sangre y en el tiempo.

Viento entero el de Octavio Paz, “La Poesía”: “Llegas silenciosa, secreta, / y despiertas los furores, los goces, / y esa angustia/ que enciende lo que toca/ y engendra en cada cosa/ una avidez sombría”.