Sunday, May 18, 2014

La guerra, la paz y la literatura III: La hora azul de Alonso Cueto


por Luis Fernández-Zavala, Ph.D. (*)

Comentando anteriormente las novelas de Santiago Roncagliolo (Octubre rojo) y la de Javier Cercas (Los soldados de Salamina) hemos encontrado que la ficción literaria puede abordar el tema de la guerra y la paz desde diferentes tribunas. En el caso de Octubre rojo, el autor se mete en la dinámica interna de la guerra para mostrar a los individuos y las instituciones permeabilizados por la violencia generalizada: la violencia lo envuelve todo, hasta el amor. Javier Cercas en cambio, usa la distancia del tiempo y la pesquisa periodística para explorar la humanidad de los buenos y los malos durante la Guerra Civil Española. Nos toca comentar la obra de Alonso Cueto, escritor peruano, que como Rocagliolo, fue testigo vivencial de la violencia ejercida por el Estado y Sendero Luminoso en el Perú.

La hora Azul (Anagrama/Peisa, 2007) ganó el Premio Herralde de Novela y el Premio de la Casa Editorial de la República de China a la mejor novela publicada en español en el bienio 2004-2005. Cuando encontré la obra en los estantes de mi pequeña biblioteca, no esperaba otra cosa que relajarme con la lectura de una novela de un peruano que como yo, anduvo por los pasillos de la Universidad de Texas en Austin. Tengo que confesar que más que nada era curiosidad lo que me motivó a decidirme por esta novela y no otras que están esperando su turno para ser leídas: ¿qué habrá escrito este peruano con quien nunca crucé palabra alguna durante nuestra estadía en Austin? —me pregunté— recordando su figura pausada y distante, su talla alta, para el promedio de peruanos, y su barba crecida, a la manera de un Francisco Pizarro miraflorino. Fue grata mi sorpresa cuando después de las primeras páginas pude darme cuenta que esta novela era algo más que un buen entretenimiento y decidí incluirla dentro de la serie La guerra, la paz y la literatura, que vengo escribiendo.

La hora azul es una novela inteligente y bien construida desde el título mismo. L’heure Bleue, para los franceses, se refiere a los años de la inocencia previos a la Primera Guerra Mundial; para los fotógrafos es la “hora mágica” y para los escritores es el momento breve de ambivalencia, de transición: no es de día, ni es de noche y las cosas se ven diferentes. Estos elementos de la metáfora se encontrarán no solo en un momento específico de la trama de la novela (Miriam escapándose de sus raptores), sino a lo largo de la historia narrada. Las certezas en la vida del protagonista principal, Adrián Ormache, se volverán difusas y él aprenderá sobre secretos familiares, sobre su padre ausente y su participación en la guerra anti-terrorista, sobre las masacres, la violencia y sus víctimas, y sobre sí mismo. Nada es totalmente oscuro, o totalmente claro, y es un período de transición.

Los acontecimientos son narrados desde la voz de un joven exitoso abogado limeño, de clase media, Adrián Ormache, quien vive una vida cómoda, con una esposa ideal, de su propio entorno de clase media y dos hijas adorables, sensibles e inteligentes. Nos dirá que su vida casi perfecta era un somnífero del cual nunca quería apartarse. Sin embargo, su vida ordenada y cómoda iba acompañada de un lado oscuro: a menudo tenía sueños violentos.

Estos impulsos eran como fogonazos. Me asombraba y me reía de mí mismo cuando venían. Pero me perdía en esas imágenes con algo de gusto.”

Hay algo de tanático, un sentimiento de autodestrucción que aparece en sus sueños y que va a cobrar vida en la reconstrucción de la existencia de su padre en Ayacucho donde él era comandante de una base militar anti-terrorista. A partir de aquí la novela entrará en un vértigo detectivesco. ¿Qué hizo su padre en Ayacucho? ¿Quién es, y dónde está, la mujer que su padre raptó? ¿Tiene él un medio hermano? ¿Sabía su madre de esta situación? ¿Por qué lo mantuvo en secreto?

photo: ©2012 Christian Dean Lange
Las masacres, la torturas, los pobres de las provincias y de los barrios marginales, van apareciendo en la vida ordenada y exitosa de Adrián en la medida que quiere saber el paradero de esta mujer y de su medio hermano. Cuando por fin llega a acercarse a ella, tiene sentimientos encontrados: quiere saber quién era esta mujer que despertó el deseo de su padre en una bizarra relación de dominio-amor, quiere resarcir el mal hecho y también la comienza a desear. La relación de dominio-poder, todavía está presente: él pertenece a la clase social protegida de la guerra, ella pertenece al grupo frágil que trata de sobrevivir los efectos de la guerra.

En la trama de La hora azul, la guerra afecta a los protagonistas de manera diferenciada. Para algunos, como el abogado Adrián Ormache, ésta llega a través de la actividad de su padre y la necesidad de conocer a una de sus víctimas. Si su padre no hubiera sido ese militar abusivo, la guerra no habría operado ningún cambio en su ordenada vida. Los cambios de su subsistencia estarían simplemente ligados a sus tendencias tanáticas. La manera como Ormache se aproxima a la guerra es emotiva, paternalista y como resultado de su decisión de conocer a la víctima de su padre (acaso otro elemento de sus tendencias tanáticas). Para Miriam Anco, la víctima, las consecuencias de la guerra le son cotidianas: mantener a su hijo, salir adelante con un pasado trágico que la alejó de su familia y su espacio. La muerte de Miriam cierra el círculo, no hay salida para los de abajo. Adrian Ormache, en cambio, volverá a lo suyo: su perfecta familia, la imagen de profesional exitoso, mientras el país se revuelve tratando de cerrar heridas.

Hay algo de tele-novelesco en la trama de las apariencias. El joven abogado pituco que se acerca a la cholita bonita e interesante a la que quiere ayudar (por la mala conciencia de lo que su padre hizo: “todos tenemos la culpa de nuestros padres, y de nuestros hijos también”; le dirá Platón) y que luego desea, es un poco un fairy tale. Es decir, Adrián se convierte en el príncipe azul que obvia las distancias sociales y culturales para tener un affaire con Miriam. Desde otra perspectiva más dulzona, él está perpetuando la misma relación de poder que su padre ejerció con despiadada violencia. Una vez que tienen su affaire, la hora azul los envuelve. Adrián no podrá ver luz u oscuridad en la vida de su padre porque se metió en una historia que no le pertenecía.

Habría que coincidir con algunos críticos que catalogan La hora azul como una novela inteligente por las siguientes dos razones: 1) Con la novela aprendemos algo del modo de pensar y actuar de la clase media acomodada, que si bien se siente incomoda por la violencia de las fuerzas beligerantes, todavía tiene espacio para seguir su vida normal: para la clase media limeña pareciera que la guerra no existiese. 2) La novela nos presenta los mundos de la cotidianidad de la clase media entremezclado con las emociones de Adrián frente a la muerte de su madre, sus emociones con respecto al padre ausente, la búsqueda de Miriam (quiero que ella me diga si mi papá fue tan desgraciado como dicen), y en el proceso, él va aprendiendo sobre las atrocidades la guerra en el Perú. Cueto nos presenta una trama fácil de seguir, pero con matices y niveles que hacen que el lector individualice la experiencia de conocer la guerra; en otras palabras, el lector reconoce la barbarie a partir de los descubrimientos de Adrián.

Alonso Cueto. Photo: lamula.pe
Habría que añadir que Cueto es un escritor de un lirismo fino, que no se contenta con imágenes simples, ni descripciones físicas obvias. Por ejemplo, un recurso literario que usa bastante frecuentemente es describir sus personajes secundarios usando un triángulo visual: los ojos o la mirada, la forma de la cara y, el cabello. Este triángulo descriptivo es conciso pero suficientemente claro y elaborado como para presentar tanto la descripción física del personaje como su interior. En otras ocasiones el autor pinta la hermosura del paisaje andino y su cielo sublime, interrelacionándolos con los acontecimientos crudos de la guerra: no porque la gente se esté matando, el paisaje desaparece. Pero todo adquiere un matiz diferente para el observador sensible:

Pensé que la belleza de ese cielo podría haber sido una última broma silenciosa de la muerte para alguno que hubiera llegado agonizando hasta allí y que hubiera muerto mirando ese gran cielo azul.”


photo: ©2012 Christian Dean Lange


Leer La hora azul es un placer a pesar de las tragedias reales.




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(*) Autor de El guerrero de la espuma y otras tantas despedidas.





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