Wednesday, June 25, 2014

Noche de Arte y Literatura en Denver

John Montañez Cortez (Izq.), Luis Fernández-Zavala
y Frank Montañez
Galerías de arte y tiendas de antigüedades, en la conocida Santa Fe Drive de la ciudad de Denver, rodean el edificio del Museo de las Américas,  el marco apropiado para lo que fue la presentación de Noche de Arte y Literatura, evento presentado por el blog internacional Cervantes@MileHighCity.

Con una nutrida y compacta audiencia ávida de cultura y literatura en español, y gratamente arropados por la actual exhibición de artistas gráficos locales, el blog presentó trabajos literarios de los escritores John Montañez Cortez y el peruano Luis Fernández-Zavala, así como una muestra fotográfica a cargo del fotógrafo caraqueño Frank Montañez.

el escritor y editor venezolano
John Montañez Cortez.
En su presentación, el editor del blog, resaltó la importancia de la lectura y la escritura en castellano, como un vehículo importantísimo para mantener la vitalidad de la cultura hispana en esta parte del territorio norteamericano.

“Hace cuatro años, encontré que no existían espacios culturales y literarios, en castellano, en esta parte del oeste norteamericano, entonces decidí fundar el blog.”, dijo Montañez Cortez.

Presentación en el Museo de las Américas
Así mismo, destacó la importancia de uno de los objetivos primordiales de este medio: la promoción de la escritura y la lectura en español, dirigido a la comunidad hispanoparlante.

“¿Sabían ustedes, por ejemplo, que el idioma español es el segundo más hablado en el mundo? ¿Superado sólo por el chino mandarín? Somos 528 millones de hablantes, 37 millones sólo en este país.”, comentó el editor del
El escritor peruano
Luis Fernández-Zavala
autor de El guerrero de la espuma
y otras tantas despedidas
.
blog, invitando a los presentes a comprar y leer libros escritos en español.

Cervante@MileHighCity promueve la literatura en español, enfatizó Montañez Cortez, porque un idioma que no se lee, muere, un lenguaje que no se usa, muere, se congela, se fosiliza, deja de ser un instrumento de comunicación creativa, y es a través de la literatura que se rescata esa experiencia humana, ese lenguaje. De modo que hay que leer, leer y leer, en nuestro idioma; fueron las conclusiones finales antes de comenzar con las lecturas y la exhibición fotográfica.



Frank Montañez y Luis Fernández
en los estudios de Telemundo-Denver
durante la entrevista TV para el evento.


Asistentes al evento en el
Museo de las Américas, Denver, Colorado.









Friday, June 6, 2014

Las muertes de Molière

—por Alberto Hernández—

I
Molière —como se le conoce en el mundo teatral— murió varias veces en escena, pero en una sola se convirtió en el verdadero “actor”. Es decir, Jean-Baptiste Poquelin fue obligado por una enfermedad a morir “de verdad” una sola vez, y dejar constancia de que sabía morir, o que al menos la muerte es genialmente histriónica.

El enfermo imaginario, una de las obras más celebradas del clásico francés, sirvió de telón de fondo funerario del propio autor. Molière falleció durante la puesta de esta pieza que sigue siendo la “muerte” de un hipocondríaco que hizo casar a su hija con un médico para sentirse atendido sin dilación. Así, mientras el verdadero enfermo que era Molière moría en proscenio, el público aplaudía y reía sin parar. La muerte triunfante, personificada por la misma muerte.

Innumerables veces quedó tendido el cuerpo muerto del personaje. Pero al cerrar el telón, el ingenioso comediante se levantaba con la muerte cerca, es decir, vivo él y viva la muerte. Estaba enfermo, gravemente amenazado por una dolencia que no era nada teatral o pública. Quizás se imaginaba —imaginario al fin— que la señora calva, la cantante amada de Ionesco, estaría lista para definitivamente despedirlo con un cerrado aplauso.

II
El personaje —mimesis, farsa, máscara— continúa vivo, muriendo cuantas veces sea posible poner en escena la obra de quien, actor, quedó definitivamente sobre las tablas, muerto. Personaje y actor se encuentran y se separan. Se encuentran en la muerte teatral. Se separan en la muerte histriónica, porque, tanto la muerte imaginaria como la verdadera, suelen ser festivas y dolorosas. La permanencia del personaje supera la realidad, supera al actor. Esta separación, esta frontera, confirma la imagen de quien a diario tiene que “morir” para hacer creer que venció a la muerte. Quien en verdad murió por una enfermedad nada imaginaria, quedó eternamente fijado en la mirada de quienes no advirtieron que el actor había sucumbido, en la creencia de que había sido el actor. La perfección de la muerte provocó la risa, el aplauso.
La enseñanza es clara: la verdad no existe en una sola perspectiva. Son tantas las maneras de verla y encontrarla, aunque se fracase como Diógenes. Creer tenerla al alcance es saber —si es que se sabe— que la razón podría ser la muerte. Límite entre el ahogo y la hipocresía.

El éxito es agonía. La muerte, en este caso, fue la culminación exitosa del dramaturgo francés. Murió para quedarse, más allá del actor. El personaje de El enfermo imaginario convirtió a Molière en personaje histórico. De volver a ocurrir que quien encarna al personaje muere en escena, hace de Molière pionero de la tragedia en plena comedia. ¿O acaso la muerte no es una comedia trasvertida?

III
¿Cuántas veces muere un hombre? El común afirma que se muere a diario, que el tiempo carga la muerte sobre sus hombros. Ver morir a alguien es parte del juego: morimos con quien muere porque repasamos su agonía. Vemos en la muerte ajena la propia. De manera que quienes ese día vieron morir de verdad al actor, supieron que la muerte de ellos estaba pendiente, seguía en la mirada imitativa del actor, toda vez que la muerte del actor se hacía festiva una vez salía el elenco a saludar y a agradecer los aplausos. Pero esa vez el actor no salió. El personaje quedó instalado en la memoria colectiva. La muerte, gozosa, aplaudió en el balcón más caro. Burguesa. La muerte eternizó al personaje: mató al actor. No obstante, personaje y actor también se confunden: Molière fue creador del personaje y carnadura del actor. El pasaje de su muerte quedó intacta: pequeño dios, contó su muerte, la celebró en público. Ambos, actor y personaje, lograron tocarse, ser los mismos en la inequívoca presencia de la tragicomedia. Fiesta y dolor suelen compartir el mismo espacio. La muerte es fiesta en el teatro, burla en la cotidianidad, dolor en la memoria que se hace olvido, mas no el teatro.

Pese a ser calificado de efímero, el arte de las tablas verifica sin pudor alguno que estamos vivos en medio de la muerte, o que la muerte es la vida del teatro o la vida en el teatro. Molière, con su muerte genial, sigue abofeteando a quienes lo han olvidado. Ser cortesano del teatro o majadero del poder, deja muy mal a quienes no saben morir con dignidad en escena.