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Friday, July 4, 2014

La guerra, la paz y la literatura IV: Radio ciudad perdida de Daniel Alarcón (Perú)

—por Luis Fernández-Zavala [*]—

En un país como el nuestro
las guerras son una forma de vida.

Finalizando con nuestra serie de reseñas literarias sobre la La guerra, la paz y la literatura queremos resaltar que la selección de obras y autores no ha sido hecha basado en un criterio único o pretendido agotar todo lo literariamente producido acerca del tema.  Los autores y obras han ido apareciendo dentro de mi lista obligada de lecturas y por recomendaciones de otros lectores, que como yo, se hacían la misma pregunta: ¿cómo se ha manejado en la ficción literaria la virtual guerra civil en Perú? ¿Qué nos ha dejado, o dado, de diferente? Las repuestas encontradas son de carácter personal al hacer una lectura repensada de las obras y nos han abierto la posibilidad de entender más de cerca lo que se vivió en Perú en los años 80 y 90. No es función de la ficción literaria ofrecer un conocimiento absoluto y verdadero, pero sí la de brindar pistas que la Historia, por sus parámetros metodológicos, deja de lado, o le es difícil abordar.

Hemos encontrado que la ficción literaria permite entrar de distintas maneras, desde distintas tribunas, unas más cercanas e íntimas que otras más distantes, ya sea porque se usa la distancia del tiempo para desenredar la humanidad contradictoria de los implicados en la guerra (Javier Cercas), o porque se presentan las instituciones (inclusive el amor) devorados por la vorágine de la violencia generalizada (Santiago Roncagliolo), o porque se presenta a la visión escapista de la clase media urbana (Alonso Cueto), o porque se puede desde adentro de las vidas de los personajes sentir su manto avasallador (Daniel Alarcón).

el autor peruano Daniel Alarcón
Como lo diría Jorge Volpi: los cuentos y las novelas permiten que sus lectores nos coloquemos no solo en el impasible lugar de los hechos o en el efímero territorio del pasado, sino en el cuerpo y la mente de los que tuvieron la fortuna o la desgracia de presenciarlos. En otras palabras, la ficción es una mirada a la Historia desde adentro y esto da luces para entender un realidad tan compleja de una manera asequible y hasta terapéutica.

Nos toca ahora comentar Radio ciudad perdida (Alfaguara, 2007) del peruano-norteamericano Daniel Alarcón. Esta obra ganó el premio Pen USA 2008 y el Premio Internacional de Literatura 2009. La revista inglesa Granta colocó a Alarcón en su lista de los mejores novelistas jóvenes del 2007 y desde esta época hasta la actualidad Alarcón ha publicado varias novelas entre las que destacan: la novela gráfica Ciudad de payasos (Alfaguara 2010), Los provincianos (Solar 2013), y De noche andamos en círculos (Seix Barral 2014). Ha participado en la dirección de la revista literaria Etiqueta Negra (Perú), ha escrito para el New Yorker, Harper’s, Virginia Quarterly Review, entre otras importantes revistas norteamericanas y ha desarrollado el proyecto de crónicas radiales: Radio Ambulante.  Llama la atención no solo la reconocida calidad literaria de Daniel Alarcón (al margen de paralelismos fatuos de algunos críticos), pero también su audacia para encarar proyectos literarios y culturales novedosos, teniendo como fuente inspiración recurrente el Perú, país que dejo a los tres años y al que no ha dejado de visitar.

En Radio ciudad perdida, se retoma el ambiente y tramas de algunos de sus cuentos publicados en Guerra en la penumbra (Harper-Collins 2005): los efectos de la guerra particularmente, los desaparecidos y las tragedias individuales dentro de una tragedia mayor que en la que toda la sociedad está envuelta de una u otra manera. Tal como lo dijo Alarcón en una entrevista, sus cuentos son muchas veces la antesala de sus novelas.

Algo que sorprende gratamente, tanto en los cuentos como en Radio ciudad… es la capacidad de Alarcón de recrear ese ambiente, ese contexto envolvente que hace sentir todo el peso de la guerra adentro y afuera de las circunstancias de los personajes. Es como si la guerra pululara, aún después de terminada, dentro de las mentes de los personajes, no solo con consecuencias físicas de muertos, desaparecidos y torturas, sino dentro la realidad cotidiana tiñéndola constantemente de miedo, agotamiento y vacío. La guerra pareciera que se alargara porque la violencia se perpetúa de otras formas: solo una estación de radio funciona y trasmite en la nación las noticas y mensajes manipulados por el gobierno, los familiares de los desparecidos no han podido cerrar el círculo que los agobia y todavía cosas siguen pasando.

Radio Ciudad Perdida, en la novela, es un programa radial exitoso conducido por Norma. Se transmite los domingos, desde la única y censurada radio emisora. El programa radial cubre la necesidad de la población de saber el paradero de sus seres queridos, y algunas veces, la esperanzadora voz de Norma logrará juntar lo que la guerra había separado. La suya era la única emisora de radio nacional que seguía funcionando desde el final de la guerra:

“Luego de la derrota de la IL, se encarceló a periodistas. Muchos colegas de Norma terminaron así, o peor… algunos desaparecieron y sus nombres, al igual que el de su esposo, fueron prohibidos.”

El programa radial de Norma no solo cumple una función social, pero también a escondidas, era una forma de buscar a Rey, su marido desaparecido y encontrar un cierre a su propio drama personal. Rey, fue parte de toda esa corriente de opinión —toda una generación— que hablaba desde antes de esta guerra, de una violencia purificadora, violencia que engendra virtud… Era el lenguaje del que su esposo Rey, se enamoró. También se enamoró de Norma. Con mucha sagacidad la voz del narrador describe ese manto ideológico que lo cubre todo y que la misma guerra destruye, al decir de Roncagliolo, al prostituir la palabra revolución:

Se promovía la violencia: rodea la ciudad, infunde terror. La campaña dependía de las acciones militares de las fuerzas del orden, y extraía su fortaleza y determinación de las ocasionales masacres de inocentes, o de la desaparición de algún importante y apreciado simpatizante.

La guerra se había convertido en un texto indescifrable, sino lo había sido ya desde su inicio. El país había dado un paso en falso, había caído en una pesadilla, a veces aterradora, a veces cómica, y en la ciudad solo quedaba una sensación y desaliento ante lo inexplicable del asunto.

Uno de los méritos de esta novela es precisamente el uso de una serie de recursos literarios: estructura de la trama dosificada, misterio, el azar, (el encuentro de Norma con Victor, un niño silvícola), lenguaje directo y simple, personajes secundarios bien delineados, uso diversificado de los tiempos, manejo de la alegoría de la radio como algo etéreo y envolvente pero que llega a toda la población, para hacernos entrar en este mundo ficcionalizado de la guerra de una manera directa y sin escapatoria . Al no nombrar al país y al referirse a las localidades con números, se logra dos objetivos importantes sobre el lector: por un lado, ayuda a concentrarse en la acción de lo que pasa evitando ficcionalizar lo obvio —ya que todo el mundo sabe que se trata del Perú, o un lugar similar—; en segundo lugar, da entender que existe un “diseño calculado” para manejar y manipular  la población y de esta manera el lector percibe una vez más ese efecto de entrampamiento en una realidad de la que nadie puede salir sin magulladuras sicológicas. Como alguien lo ha dicho: el brazo suicida y el brazo asesino se amarraron para desangrar al país por más de diez años. Era imposible a la población zafarse de este abrazo con la violencia generalizada.

photo: calhum.org
Alarcón pertenece a esa generación de escritores que vieron la guerra desde lejos pero que trata de entenderla en sus alevosías interiores para detallarnos su percepción omnipresente y devastadora. La capacidad de Alarcón para ficcionalizar desde adentro de los acontecimientos es verdaderamente admirable. La guerra es una estela omnipresente que llena de zozobra, soledad, angustia las vidas cotidianas de todos los ciudadanos, no importando su ideología, extracción social o género.


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[*] Luis Fernández-Zavala, Ph.D. Autor de El guerrero de la espuma y otras tantas despedidas.





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