—por José Napoleón Oropeza—
Milagro Haack foto:catherine haack |
Cuando en el año 1991, Milagro Haack, nacida en Valencia,
Venezuela, el 29 de noviembre de 1954, irrumpió en el escenario de la poesía
venezolana contemporánea con un libro integrado por veintiséis poemas, reunidos
bajo el título de Temple Ajeno,
publicado por Editorial Amazonia, en el año 1990, sorprendió a los
investigadores y estudiosos del panorama literario venezolano.
Emergía, con una voz propia, perfilando, en su
propuesta, la indagación del ser interior, a través de la anunciación de un
“viaje” cuyo itinerario estaría marcado por una voz, un susurro que registraba
un diálogo permanente consigo misma:
“Todo
proviene de un pozo
con el miedo y la soledad
temible
uno junto a la otra
obligan a que nazca lo oscuro
al voltear hacia su origen
Helada angustia
bella por el reflejo que dejas
en la distancia
como vencida
cuando te acercas a mis pasos”
La anunciación del viaje hacia sí misma, nace de un
“pozo” del cual se extraerán palabras e imágenes en el derrotero signado por un
juego fundamentado en el diálogo del yo
de la poeta sostenido, a partir de Temple
Ajeno, con “otra” misma, sumida en búsqueda de los espacios habitados en la
infancia, paisaje y gozo inagotable, como inagotable sería, en otros momentos,
la reinvención de temas e imágenes creados por grandes voces femeninas de la
poesía como: Safo, Enriqueta Arvelo Larriva, Elizabeth Schön, Emily Dickinson,
Anna Ajmátova, Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik, Hanni Ossott, Esdras Parra,
entre otras figuras. Poéticas que han sido de gran soporte en la creación de
nuestra poeta, quien no sólo se ha nutrido de estas voces sino, también, de las
propuestas filosóficas de Platón, de Plotino, de Friedrich Nietzsche, en el “buceo”
exegético de sistemas e ideas en torno a la problemática del ser y su
existencia.
A través de su yo fragmentado, busca registrar su origen, su partida y retorno a
un impulso genésico. Cada verso, cada poema, se constituye en objeto de anunciación,
tras una constante búsqueda de sí misma en el reflejo que deja la “otra”: ella
misma (oteando en los versos de las voces femeninas dadoras de un pozo, cuyos
versos o gotas extraídas del manantial creado por ellas, y que nuestra poeta
reinventará en los suyos, o los fundirá ante el espejo) mientras rastrea detalles,
puntos y trazos de lo que pudo haber sido el paso de la “otra”, ella misma ante
sí, sin otra, sin novedades para registrar.
Sólo un cambio de “traje”, un vestido llevado,
indistintamente, por una y otra.
La poeta se viste; se mira en el espejo; registra en
el cuarto por donde anduvo la “otra”; revuelve las pertenencias de la ausente:
“Yo
pensé que era un arco
íntimo
en dos cuerpos
que se dejaban llevar por el agua…”
con el poeta Eugenio Montejo |
Entre sábanas, sueños, ambas entidades se funden en
un solo cuerpo, sin importar que, tras el juego, todo quede reducido a cenizas,
una de las imágenes recurrentes junto al agua, el cuarto donde ambas se miran y
se intercambian sus mismas pertenencias. Un cuarto, un espejo para registrar
ese diálogo, el espejeo continuo de una frente a la otra, divididas,
buscándose. La que se queda para tratar de asir algún relámpago y la otra,
aquélla que lleva un hilo mientras se interroga ante el espejo; una frente a
otra reanudan el insondable el viaje hacia la interioridad, hacia la noche que
apenas empieza:
“…esta noche
llévate ese hilo
amarrado
en mi boca”
Ese hilo lo entrega uno a la otra, frente al espejo.
Quien decide proseguir el viaje anuncia, a su paso, otro hallazgo distinto en la
doble interrogación, anuncio y partida, vuelta y retorno al cuarto, al espejo,
la puerta antosta, la zona o pozo de relámpagos. El espacio se reduce a un
cuarto. Se constituirá en infinito e insondable lugar, mínimo y solo, en la
búsqueda de otra figura dibujada en el espejo: la niña, envuelta en su ternura.
Prepara un traje para quien ha permanecido ante el espejo recogiendo frases,
juntando reflejos, tratando de unir resplandores y relámpagos:
“…encontrando
al doblar las sábanas
su reflejo que no se ha movido
de la angosta puerta”
El hilo que una le entregó a la otra, tras la
intención de enhebrar los registros de su “viaje”, sirve, al mismo tiempo, de
arma para el escarceo, para el continuo juego de apariciones y desapariciones,
como quien juega ante el espejo consigo mismo.
En Temple
Ajeno el escarceo de voces y de espacios, en cada poema, constituye el registro de puntos en el inicio de un
tránsito insondable hacia la interioridad de un yo frente al espejo, a lo largo
de viajes o indagaciones que surgen, en su poesía, como propuesta genésica,
desde este libro, y se mantendría en
todas las indagaciones posteriores de esta gran poeta llamada Milagro Haack,
tras la búsqueda de un absoluto nudo formal.
La poeta, inexplicablemente desconocida, o no
estudiada con profundidad en los escenarios de la crítica literaria venezolana,
a pesar de poseer una obra sólida, de impecable factura formal “al tejer
abundantes nudos”, se erige como una de las creadoras más trascendentales en la
historia de la poesía venezolana.
Mis saludos y muchas gracias por esta hermosa publicación de un fragmento del escrito del Dr. José Napoleón Oropeza. Gracias muy de veras por el diseño, por publicarlo. Gracias, sencillamente gracias, muy agradecida
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