—por Gregory Zambrano—
La vida de José Antonio Ramos Sucre ha sido siempre un enigma. Sobre todo el sufriente
tránsito de su insomnio y el desenlace que culminó con su humanidad llena de veronal,
en la ciudad de Ginebra. Ramos Sucre, poeta de lenguajes abismales era el
cónsul de Venezuela en Suiza. La prisa de sus últimos escritos revela el
desasosiego y la angustia, que ya no le dieron otra oportunidad.
Los últimos meses de su existencia oscilaron entre
el ferviente deseo de encontrar una solución a su salud nerviosa, largamente
resentida por el insomnio, y la certeza de que esto no sería posible. De allí
su angustia.
Ese tránsito lo explora muy de cerca la obra de Rubí
Guerra, La tarea del testigo.
Una novela-ensayo, un relato biográfico-epistolario; un libro hermosamente
escrito, donde paso a paso nos aproxima a esa línea límite, a ese abismo del
que no habrá salida. El libro se estructura en nueve partes y un apéndice
titulado “Tres historias perdidas” (En la barca, La taberna, La campaña), e
incorpora cartas, apuntes de breves reflexiones y una mirada
retrospectiva a todo lo que significó su escritura, no sólo para las
letras venezolanas sino para la lengua castellana.
José Antonio Ramos Sucre |
Mucho se ha dicho y escrito a cerca de su obra tan
original, llena de reminiscencias clásicas, rica en giros y propuestas
sintácticas. También su alucinada forma de escribir o resignificar los
sueños, o las pesadillas recurrentes. Ramos Sucre depuró el lenguaje de
artificios retóricos y, al mismo tiempo, propuso ciertos enigmas que un poco
apuntan al misterio de sus angustias y a su permanente insomnio.
Rubi Guerra (photo: prodavinci.com) |
El narrador y el poeta se encuentran en una línea
inestable entre la vida y la muerte, el sueño y la vigilia. El narrador siente
su cercanía, le habla como a un amigo cercano, directamente, devolviéndole sus
propias palabras: “Debería hablarte como a un hermano y encontrar alguna forma
de consuelo (para ti, para mí) en el descubrimiento de que la muerte no es una
blanca Beatriz que visitará la mar de tus dolores, pero tampoco hay lobos
aullantes en la noche que cubre un desierto de nieve. La muerte es una hiedra
que crece en los pulmones, una floración venenosa que ocupa toda cavidad de
rosada entraña, un cristal de hielo que corta el paso del aire y destruye los
tejidos”.
En vísperas de un aniversario singular, Ramos Sucre
anota: “mañana cumplo cuarenta años y hace dos que no escribo nada. No me
resigno a pasar el resto de mis días, quién sabe cuántos años más, en la
decadencia mental. Toda la máquina se ha desorganizado”.
foto: delamanchaliteraria.blogspot.com |
Grato leer esta obra de Rubi Guerra y seguir de
cerca el tránsito del poeta cumanés en los últimos meses de su vida. Afortunado
encontrar en estas páginas su prodigiosa palabra y como lectores, quedarnos
deslumbrados por aquella inteligencia luminosa y su tragedia en un marco
histórico ensombrecido por una larga dictadura. La tarea del testigo le valió a Rubi Guerra el Premio de
Novela Corta Rufino Blanco Fombona en 2006.
(Rubi Guerra, La tarea del testigo, Caracas, El lugar Común, 2012, 110 p.)
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