—por
Alberto Hernández—
Anna Ajmátova.foto:liveinternet.ru |
1.—
Regreso a Anna Ajmátova.
Retorno a su puerta y toco y me abre con su testimonio Algo acerca de mí. Habla bajito. Tiene ojos tristes. La nariz
aguileña, como quebrada. Simula la boca. Respira entre una fisura que los
labios inventan.
Y vuelvo a ella luego de
haberla visto en Soy vuestra voz y Somos cuatro, ambos títulos publicados
hace algunos años por la editorial La Liebre Libre. Después me la tropecé en un
poema una madrugada mexicana, entre un cuento mío y el ajetreo de los pasajeros
en el aeropuerto del D.F. Regreso a Anna Ajmátova como quien regresa a un
remolino. Pero esta vez me concentro un poco en sus textos en prosa y sus
cartas, igualmente traducidas por la poeta Belén Ojeda. El tomo donde bebo
estos mensajes lleva como título el mismo de su testimonio: Algo acerca de mí (bid & co. editor,
Caracas 2009).
Escancio la lectura, en la que aparecen personajes conocidos y borrosos de aquella Rusia y luego Unión Soviética que siempre ha representado una tragedia para el mundo. Pocos momentos de paz tuvo esta mujer dedicada a mirar la humanidad a través de las palabras, de hacer posible una belleza muy personal, dolorosa, frontal. Sin miedo.
En esta edición repasamos
poemas conocidos. Fragmentos del Réquiem
(1935). Una selección de sus libros, entre los que destacan La noche (1909), El rosario (1911/12/13), Rebaño
blanco (1913/14/15), La caña
(1934), Séptimo libro, ciclo Cinque (1945/46): El escaramujo florece (1946/56), El trébol moscovita, Poemas
de medianoche (1963), Corona fúnebre
(1944/1953) Poemas no incluidos en libros,
y Cuartetas (1941/¿1964?).
foto:R.B.(juntalibros.wordpress.com) |
2.—
En los Textos en prosa de la poeta tártara (rusa por su poesía) leemos
semblanzas sentidas sobre Pushkin, quien dejó una marca imborrable en la poeta
que nos habla. “Toda una época, no sin ruido, por supuesto, poco a poco ha sido
llamada pushkiniana”. Tanta fue la presencia, la influencia de Pushkin que se
decía de los lugares donde estuvo, seguramente donde leyó, bebió, durmió, amó.
No obstante, el gran poeta dejó escrito:
No respondáis por mí, / podéis
dormir en paz por ahora./ La fuerza es derecho y sólo vuestros hijos/ por mí os
maldecirán”.
En otro texto sobre el mismo
poeta, Ajmátova escribe acerca de la relación de éste con los niños, y aunque
no existió la clara intención de dedicar su labor literaria a los más pequeños,
éstos lo adoraban, tanto que evitaron que una estatua del poeta fuese derribada
por el gobierno: “los niños que jugaban en el jardín, alrededor del monumento,
dieron tal alarido, que hubo que llamar donde era necesario y preguntar qué
hacer. Respondieron: “Déjenle a ellos el monumento”. El camión se fue vacío”.
Alexander Block es otro de los
personajes que Anna Ajmátova toca con su prosa, así como a Mijaíl Lozinski,
Amadeo Modigliani, a quien conoció en París. Petersburgo mereció dos notas: “La
ciudad” y “Más sobre la ciudad”, en las que se pasea por sus monumentos, su
gente y sus costumbres. Un toque de nostalgia con la piel adosada a Zárskoie
Sieló. En “La garita” deja parte de su biografía, de sus orígenes, de la
pobreza en una “dacha”. La familia forma parte de ese casi silencio que
sentimos al leer sus dolores, la miseria humana y la tragedia.
En “Algo acerca de mí”, el núcleo
del libro, la poeta viaja por la memoria de su existencia. Relata cómo quedó su ciudad por efectos de la guerra, el
hambre, los sobresaltos, acoso, arresto y asesinato de su hijo y, sin embargo,
al final testimonia: “Soy feliz por haber vivido en estos años y haber visto
acontecimientos sin igual”.
La parcela final del libro
recoge varias cartas dirigidas, entre otros, a Briúsov, Blok, Gumiliov, Chulkov
y Mandelshtam. Cada epístola es una referencia que nos ubica en medio de la
azorada vida de esta mujer, pero también en los momentos de tranquilidad cuando
su poesía alzaba vuelo y llenaba su espíritu.
foto:the100.ru |
3.—
Belén Ojeda, quien traduce
directamente del ruso, escribió en la entrada del libro un estudio titulado
“Musa del llanto”, un paseo por la existencia de quien sufrió los rigores de una
historia que no termina de borrarse. Pero también incluyó las opiniones de
muchos de sus contemporáneos acerca de la poesía de quien fue valorada como una
de las voces más importantes de la poesía rusa. Anna Ajmátova recibió diversos
reconocimientos en Europa. América no tenía conocimiento de su existencia. En
Italia le dieron el Premio Internacional de Poesía “Etna-Taormina”. En junio de
1965 fue reconocida con un doctorado honoris
causa por la Universidad de Oxford.
Su muerte, ocurrida el 5 de
marzo de 1966 en Moscú, produjo diversas reacciones en distintas generaciones
de poetas y lectores que la vieron crecer y sufrir. Fue enterrada en Leningrado
luego de ser velada en la Iglesia de San Nicolás del Mar.
Este libro recompensa muchos
olvidos. Con él completamos parte de la Anna Ajmátova que habíamos leído en
otras páginas. Quizás aparezcan otras que la aproximen mucho más a nuestras
angustias personales.
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