Friday, March 6, 2015

HISTORIAS DEL EDIFICIO de Juan Carlos Méndez Guédez


por Alberto Hernández—

foto:auroraboreal.net
1.-
Vuelvo a las puertas del edificio. A un libro lejano en el tiempo, pero no a unos relatos viejos. No, los cuentos que habitan en estas páginas no se salen del  hoy que nos ocupa o encierra en su burbuja de recurrencias. En Historias del edificio (Editorial Guaraira Repano, Caracas 1994), de Juan Carlos Méndez Guédez, el narrador hace labor de fisgón, como todo narrador que se respete, como éste que entra y sale de los apartamentos de un edificio y husmea en la vida de los habitantes, de esos “pequeños seres” que se alimentan de la ciudad y la ciudad se alimenta de ellos, quienes -en dos partes en las que se divide el libro- conforman la visión de quienes viajamos en él.

La primera sección, la que le da nombre al tomo, contiene 18 textos que representan 18 apartamentos con sus tragedias, instantes de felicidad, lucidez o violencia. Es decir, la vida de un condominio en el que realidad y metáforas destacan la curiosidad de quien se mueve por pasillos, aceras, portales y sombras de habitación. Cada apartamento, signado por número de piso, entrega al lector una brevedad narrativa. Son trozos de existencia en medio de una ciudad caótica, demencial pero también afectiva. Es la ciudad de los hechos  de febrero de 1989, la ciudad de todos los días, la ciudad de pequeñas conspiraciones familiares. La ciudad policial. La ciudad delictiva. La ciudad que oculta sus amores o los ofrece abiertamente. Es una Caracas que cabe en un pequeño edificio donde un determinado número de familias construye o destruye el destino de unas biografías compartidas. Cada cuento, relato o historia podría relacionarse con la otra hasta conformar una novela fragmentaria: este primer libro de Méndez Guédez le aporta al lector imágenes poéticas que procuran un instante de reflexión por la belleza de su escritura.

Juan Carlos Méndez Guédez.foto:conoceralautor.com
Ejemplos, algunos:
“Era una madrugada decembrina que se colocó sobre las ventanas como una fría gasa tras la cual se ocultaba la respiración de la montaña” (p. 45).

“Sobre la ventanilla del tren, en una fugaz insistencia de la luz, corre un fragmento de nosotros” (p. 72).

Estos dos extractos, a mi parecer, son dos microrrelatos (no son los únicos) que concentran una densa revelación poética en muchos de los textos de Méndez Guédez.

2.-
La segunda parte del libro, titulada “Otras historias”, nos conduce a relatos más abiertos, menos localizados en un solo espacio geográfico. Son trabajos más elaborados, no sólo en el entramado sino en la extensión. Estas otras historias son expuestas como homenajes a quienes aparecen en las dedicatorias. Son brevedades íntimas, familiares, ajenas. Visiones de algún viaje, retazos de personajes que se siguen construyendo aun ya terminado el texto. Son densidades narrativas que vislumbraban lo que más tarde haría el autor. En ellas está el país revuelto entre disparos, toque de queda, alaridos, noticias escandalosas en la televisión, etcétera. Es el país de aquellos años envuelto por la niebla de la confusión, lo que más tarde lo traería, al país, a este otro país desconocido, anormal, fuera de sitio, acorralado e invertebrado.

foto:silviabastos.com
Confieso, no que he vivido, pero sí que he rescatado algunas líneas que tenía escritas luego de la primera lectura de Historias del edificio, por allá por 1995, en medio de notas periodísticas, poemas inconclusos, rostros con boina y demás amarguras que en esos días hicieron de Venezuela un espacio que no se ha recuperado y sigue acoplado a un discurso anacrónico y embrutecedor. Confieso, reitero, que de Méndez Guédez sólo conozco este libro y “Retrato de Abel con isla volcánica al fondo”, del cual también tengo unas letras adelantadas.  Ya llegará el día en que pueda entrarle, nunca es tarde, a sus otros trabajos. Mientras tanto, afirmo que éste primero merece ser tomado y revisado para una nueva lectura por parte de quienes ya lo habían hecho: sigue siendo el relato de un país parecido a un crucigrama en un idioma extraño.

Vuelvo a las puertas. No las cierro: el edificio permanece abierto.
                                                                                                                                     Maracay, 1995/ 2015






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