—por Juan Martins—
Paul Auster en su novela Invisible coloca pensamiento y política en el lugar de la lectura. El personaje Adam Walker es un joven poeta, pero es también la posibilidad de situar el estadio de las ideas: su relación con la literatura con el contexto del escritor. De modo que el lector se arroja a la aventura del personaje, construcción del ejercicio del lector, de la novela como placer. Desde allí se inicia la pasión por leer a Auster, el desenvolvimiento con el narrador. El personaje, un escritor que vive por encima de su entorno como eje de atracción para el lector al introducirse en el pensamiento político que lo compromete ante una ética cuyo componente emocional viene de la comprensión de su realidad y aquel contexto de lo narrado. Y todo, hecho literatura, es decir en el nivel de la ficcionalidad. Así que el narrador usa estos aspectos para constituir el relato mediante su noción del país, en tanto componente cultural y humano que le servirá de artificio para decir de las emociones de sus personajes, como tiene que suceder en un buen texto narrativo: la construcción de una poética que ya le es propia.
«Adam Walker» es heredero de
ese político de los 60′,
pero también de la construcción de una subjetividad. La necesidad de edificar
una visión de mundo para el
lector a partir de esa pasión política y social. Esto es, la sensibilidad por
la lectura sobre la condición de aquellas relaciones del individuo con su
entorno. Lo erótico entonces conduce el aspecto sensual y aprehensión de la
vida. Tal vez aquel alter ego del
autor, pero sin reducirlo a lugares comunes, prefiero decir, la voz con la que
su autor se identifica para desplazar el discurso de lo que se entiende por
literatura y vida como técnica escritural, además, movimiento de aquel
pensamiento del escritor que ahora subyace en la voz del narrador. De allí el
carácter biográfico de la novela (al menos en su desfragmentación para el
lector). El lector adquiere, mediante el ritmo de la escritura, su encuentro
con la sensualidad que le produce la lectura. Aún así es el lector un encuentro
con la vida en tanto el enunciado nos pertenezca. Esta relación con la
literatura se arroja en el lector mediante el uso de lo narrativo. De algún
modo nos desplazamos hacia esta formalidad de la voz que le otorga discurso. Lo
disfrutamos y no soltamos el libro a objeto de leer la novela de un tiraje si
fuere posible. Y claro que lo sería en la medida que se sostenga el placer de
leer una buena novela por el estímulo de lo erótico como eje de atracción al
lector. Por ejemplo, la relación de lo incestuoso de parte de Adam Walker es el
mecanismo de esta interioridad narrativa que induce al lector a mantener la
novela entre sus manos. Y Auster lo consigue en procura de ficcionar la
realidad a partir de una, si se me permite el término, ética de lo erótico, sobre la búsqueda
de sexualidad en un contexto social y político:
[…] y por primera vez en tu vida te dijiste a ti
mismo: estoy tocando los pechos desnudos de una chica. […], tanto como lo
estaba tu pene desde el momento en que te pusiste encima de tu hermana desnuda…
y transgredir los elementos de
uso social del sexo, su compresión en la sensibilidad humana: la disponibilidad
del amor desde la concepción del personaje para acentuar el atractivo al
lector, pero no por la fuerza mediadora de una narrativa frágil y de fácil
lectura, todo lo contrario, el discurso está cuidado sobre el rigor y la
disciplina en la voz del
narrador o en la formalidad del relato.
Invisible, un encuentro con el lector
por su eficacia en la prosa, placer por la escritura y su acto de fe en la
literatura como medio conceptual y de definición social en el funcionamiento
pragmático del lenguaje, en tanto que lo social se da a través de la palabra,
mejor aún, el uso poético que le confiere para una sintaxis directa a modo de
relajar al lector por la historia de su relato.
Tales adjetivos de alcance que
aquí esgrimo, se sustenta en un narrador que ha conseguido su éxito con los
lectores. No es casual éxito y rigor literario a su vez, capaz de estructurar
diferentes niveles tempo-narrativos los cuales se entrecruzan para el ritmo de
la novela, de alteridad que la constituye a modo de crear realidades
diferenciadas en una misma historia: narrar en tercera y primera persona
con el objeto de alcanzar una separación de lo narrado como ejercicio de aquel
aspecto conceptual al que me refería arriba. Dos relatos en uno: aquél que
deviene del relato y cómo éste se involucra en el otro, es decir, el personaje
nos cuenta otra historia. Y así también nos la narra como un segundo lector que
espera por esa alteridad, por la intersubjetividad entre una historia y otra
que se da en el lector.
Una relación de dentro/fuera
sobre la sintaxis:
[…] Había en la carta cierta mofa de sí misma,
pero también angustia, y me sorprendió lo vívidamente que recordaba a Walker…
De modo que el lector adquiere
conciencia del uso político por parte del narrador para introducir aquella
retórica del contexto. Un joven poeta, Adam Walker, involucrado en una relación
ambigua pero que lo conduce a lo extraño, a la pasión por lo sensual, pero
sobre todo es inducido (puesto en movimiento el personaje) por la
irracionalidad de los hechos, los cuales lo ponen alerta por su
sensibilidad y de cómo va a aprehender la vida de esos hechos hasta alcanzar
una postura ante el amor y ante su propia sexualidad.
Hasta aquí el lector se deja
conducir, dudo que abandone la novela. Y para ello es necesario dominio
narrativo.
De modo que es ésta una…
«auténtica obra maestra en su género» (Diario Villanueva, El Mundo)…, «Un
Auster estupendo» (Sergi Sánchez. El Periódico). Rezan estos elogios en la
contraportada de la edición en Anagrama del 2001.
el escritor norteamericano Paul Benjamin Auster.foto:taringa.net |
Me interesa saber (en el
transcurso del relato) cómo piensa la clase media norteamericana, lo
contracultural y sus contradicciones políticas y su dinámica social pero
dialogada a partir de esa interioridad emocional con la que asimos la «historia»
de éstos, sus personajes.
En ello nos llevamos las ganas
de leer esta novela sin soltarla. Atrapados en aquel goce por el constructo
literario. Paul Auster, el placer por leer y la pasión por reconocer lo que
subyace en el componente social de su país, sin embargo desde una realidad muy
separada de los silogismos cotidianos y lugares comunes.
foto:deutschlandfunk.de |
Identificar esas diferencias
nos exige un compromiso con este tipo de literatura abstracta, en tanto a la
dialéctica de los personajes. Y por otra parte, simbólica por las condiciones
emocionales.
Así, se va una gran parte de la
novela en pos de una definición del amor, la vida y el gusto porque nos los
cuenten mediante un compromiso con lo erótico como mecanismo de hallazgo, no
siempre con el mismo éxito en todo lector.
La aventura del desamor también
conformará una parte de esa historia de amor en el imaginario del lector quien
crea su delirio. Y me quedo en esa intensidad dramática hasta el final
agradecido por lo mejor de la literatura contemporánea.
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