—por Alberto
Hernández—
“Los dioses
enloquecen a
aquellos
que quieren
destruir”
—Eurípides—
“En los anales de la locura humana hay un hombre que
destaca: Adolf Hitler. Hitler quiso exterminar a una raza por el mero hecho de
existir y con ello ofreció un nuevo ejemplo de locura: “el hombre se define por
aquello que lo hace inhumano”. Su megalomanía terminó en un funeral vikingo. A
las 3:30 de la tarde del 30 de abril de 1945, cuando las tropas rusas estaban a
punto de entrar en su último reducto, se metió el cañón de una pistola en la
boca y disparó el gatillo. Su cuerpo fue regado con gasolina e incinerado junto
con el de su flamante esposa, Eva Braun. Nunca se encontraron sus huesos”.
(Erik Durschmied: “En las entrañas de la revolución”).
“En abril en 1947 una dama de origen judío paseaba
por el centro de Caracas cuando de pronto sufrió un desmayo, personas que por
allí transitaban acudieron presurosas en su ayuda, al recuperar el conocimiento
le preguntaron qué había sucedido y ella muy nerviosa mostró una de sus manos a
la que le faltaban varios dedos, explicó que acababa de ver pasar a su lado al
funcionarios nazi que le había mutilado en un campo de concentración.
Lamentablemente, al volver en sí el sujeto había desaparecido entre la multitud
y todo el hecho quedó en curiosa anécdota para compartir en el café de la
tarde”.
(cronicasdeltanato.wordpress.com/la-invasión-nazi-a-venezuela).
1.—
La sombra del terror se estira sobre una calle de un
pueblo trujillano. La silueta de un nazi se hace centro en el silencio de la
Mesa de Esnujaque, mientras el silencio de la noche simboliza la tragedia de
quien un día llegó desde Alemania a esconderse de sus crímenes.
La portada de la novela “Nunca más Lili Marleen”,
del escritor venezolano David Alizo (1940-2008), publicada por Bruguera,
Caracas, agosto 2012, empuja al lector a imaginar lo que contiene el libro de
542 páginas. Y, en efecto, la sola proyección de la sombra del militar —con la
svástica en uno de sus brazos— rodeada de las humildes casas andinas, es toda
una revelación: Myriam Luque, diseñadora de la mencionada portada, logra su
cometido: la tapa del libro inicia al lector, lo interroga, lo preocupa, lo
confronta: agitado por el deseo de entrar en la historia, tiene en la densidad
de la imagen un referente impulsivo, un indicio que se convierte en una
metáfora que avisa de dos tiempos, los que construyen el tejido de la tragedia
una vez desplazada esa primera impresión.
La sola presencia de esa sombra, iluminada por el
mismo cenital que vigilaba los campos de concentración nazis, da cuenta de un
misterio, de la develación de tramas y subtramas ubicadas en dos espacios y en
dos tiempos, tan distantes como cercanos.
Las dos historias, que son una sola por su raíz,
ofrecen —en los epígrafes usados por el autor— pistas en la lectura. Uno de
ellos destaca: “Que el hombre moderno pudiese convertirse en nazi: ésta es la
esfinge que desafía a todo moralista y psicólogo de nuestro tiempo” (Harold
Rosenberg).
Un hombre antes y un hombre después: dos sujetos en
uno: Martin Fuchs y Helmut Braune. El nazi de Dresde y la máscara que apareció
en Valera en la apariencia de un ciudadano común alemán. Dos sujetos en uno:
dos historias en una. La historia del ser humano. La historia de una cobardía.
La de un gran crimen. La de una matanza simbolizada en un sujeto que pasaba
como una curiosidad en un pequeño pueblo andino venezolano. Una figura abortada
por una hipérbole, por la desmesura del odio racial. Un hombre para una lectura,
que fue parte de un genocidio.
Un hombre fichado por el silencio de la sospecha.
Un hombre marcado por la culpa desde el ojo de otro
que logró ubicarlo, sacarlo del tiempo de su actualidad y regresarlo al de sus
crímenes.
2.—
¿Cómo nos lee “Nunca más Lili Marleen”? ¿Cómo somos
luego de pasar por sus páginas, de ser parte de cada una las historias que
ocurren en ellas? Páginas que recibieron el temblor de un eco transformado en
esta excelente novela del fallecido escritor valerano David Alizo, quien
desapareció tres meses después de haber sido editada.
La novela se recorre en ocho “Memorias”, acopio de
notas que el mismo narrador confiesa llevar a saltos hasta unir las piezas que
le dan cuerpo al volumen.
¿Cómo nos lee David Alizo? Una novela es la lectura
que se hace de un lector. Y desde ella, desde esta novela, somos lectura de
cada una de las instancias, acciones y silencios que por ella ambulan.
En una conversación entre Milan Kundera y Philip
Roh, el primero afirmó: “El totalitarismo no es sólo el infierno, sino también
el sueño del paraíso”. Desde esta formulación se puede leer la obra de Alizo. A
través del peregrinar de su extensión se elabora una lectura en la que quien la
hace se extravía en el dolor de los personajes, ecos y gritos desconocidos;
silencios y quejidos con nombres, fechas y lugares; traiciones, delaciones y
lealtades. Infierno para quienes se quemaron y se convirtieron en ceniza.
Paraíso para los que creyeron en la eternidad de un régimen. Pero luego
inmortalidad para esos desaparecidos en los crematorios e infierno para los
perseguidos por el brazo de la justicia. Infierno y paraíso. Eso fue el
nazismo. Ese fue Martin Fuchs en Alemania. Ese fue Helmut Braune en Valera, en
la Mesa de Esnujaque, en la narrativa de Luciano: la voz que narra, la voz que desbroza
el misterio.
el escritor venezolano David Alizo |
3.—
Martin Fuchs fue oficial, primero de la SA y luego
de la SS, muy próximo a la Gestapo. Fue un perseguidor de judíos, pero también
un acosador de alemanes que no comulgaban con sus locuras, un asesino serial
que se afincó en algunos nombres para borrarlos para siempre del mapa
controlado por el Führer con el objetivo de cumplir con la “misión de lucha por
la victoria del hombre ario”. Fuchs espió, persiguió, fichó e hizo asesinar a mujeres
que estuvieron cerca de él o que no estaban de acuerdo con sus ideas raciales o
no conciliaban con su manera violenta de ser: Else Graf, Margarita Blume,
Kristina Flohr. Y la rica trujillana, su nueva esposa, Berta Victoria, con
quien vivió el silencio, el secreto, hasta que fue descubierto y por esa razón asesinó
a Cornelia Bachmeier (una criolla quien había heredado el apellido de la dueña
del Hotel Europa, Emilia Bachmeier) informante de Luciano y de su amigo
Alejandro, encargados de armar el rompecabezas para atrapar a quien en su país
de origen se consideraba un intocable.
4.—
Caído el imperio nazi, Martin Fuchs huyó de Alemania
ayudado por la organización ODESSA (Organisation der SS-Angehörigen), una
agrupación que se encargó de colocar en diversas partes del globo a los miembros
de la SS perseguidos por genocidio. A América Latina llegaron muchos de esos
criminales, y en Venezuela se regaron por todo el territorio nacional. Pero Fuchs,
quien entró con el nombre de Helmut Braune, arribó a Valera, estado Trujillo, en
1947, donde tiempo después casó con Berta Victoria, quien luego de unos años en
la capital de Trujillo se estableció con su marido en una finca en la Mesa de
Esnujaque, donde Braune desarrollaba sus aficiones: construir un molino para
producir electricidad y reunirse a escondidas de su mujer y de otros posibles
metiches con otros nazis en un espacio separado de la casa principal de la
hacienda.
El curioso niño Luciano conoció al alemán. Su
talante lo llevó a encontrarse con una revista donde aparecía un militar muy
parecido a Helmut Fuchs. Con esa publicación ocurrieron muchos relatos que
forman parte de uno de los núcleos de la obra, porque la novela, un mosaico de
situaciones, tiene carácter de narrativa total: historia, geografía, relatos de
vida, viajes…un entramado en el que se hilan todos esos tópicos. Dos tiempos,
dos hombres, como decía al comienzo.
Cornelia es la cómplice en este episodio de la
revista. Llevada adelante la indagación, tanto Luciano como Alejandro se ponen
en contacto con un personaje, un judío que vive en Caracas, y a través de él
con el Mossad y con el arquitecto Simon Wiesenthal, también víctima de los
campos de concentración, y quien una vez libre creó una fundación con su nombre
para dar con el paradero de los genocidas alemanes y de otras nacionalidades
que colaboraron con Hitler.
Pero no sólo la revista, las fotografías que se
recopilaron para identificarlo. También estaban los testimonios de un personaje
bastante singular, Raúl Gilmas, habitante de Valera y amigo de Braune. Aficionado
al cine, hizo varias tomas del sujeto y las puso a la orden de quienes
estuvieron tras la pista del asesino.
En su huida, luego de asesinar a Cornelia, quien lo
espió y supo de su secreto, Braune se dirigió a Caracas. Se hospedó en el Hotel
Libertad, pero “(unos delincuentes que habían burlado la seguridad del hotel,
le dieron muerte en su propia habitación, después de someterlo a terribles
torturas con propósitos que la policía todavía no ha logrado desentrañar)”.
Aquí termina la historia. Un relato con muchas
aristas. Una novela que también es parte de la historia de Venezuela.
5.—
Un rato antes: ¿Cómo nos lee “Nunca más Lili
Marleen?”. La novela se desencadena en el lector. El lector pasa a ser un
engranaje, es engranado. El lector es un eslabón, porque “El relato a partir de
entonces se dirige al cuerpo del lector que es puesto en escena por las cosas”
(Derrida). En este caso, por los hechos y por los personajes. Es decir, el lector
forma parte de una conspiración. Quien cuenta —el narrador, que se niega y luego
se afirma parte del relato— se cuenta. Luciano es la voz del autor, toda vez
que el narrador da testimonio de que se trata de una autobiografía. Podemos
decir, entonces, que esta novela se lee para ella en lugar de desde ella. Es
una novela cuya totalidad envuelve a un lector apegado a los asuntos que se
debaten en su narrativa.
“El deseo de compartir la historia de Helmut Braune
con unos posibles lectores futuros, es —insisto— el motivo de estas Memorias,
en las que de paso se cuentan también ciertos aspectos inevitables de mi vida
personal. No se trata de una crónica, aunque se narran acontecimientos
exteriores, y tampoco es una autobiografía, a pesar de los sucesos íntimos a los
que he hecho y haré referencia en los sucesivos comentarios” (p. 275).
Un poco más adelante, destaca “las referencias sobre
sucesos que son hitos históricos del país” (p. 275), y así, de nuevo:
“Crónica y autobiografía al mismo tiempo, la madeja
de hilo delgado se va devanando poco a poco…” (276). Es decir, este narrador se
mueve con el lector, teoriza con él, camina a su lado, lo lleva, destaca que
puede salirse de la historia y relatarse él mismo. Ser él mismo.
Se trata de varias “superficies”. Ésta es una de
ellas, el carácter “histórico” personal y nacional de la novela.
Leída desde ella “es” varias novelas porque está
elaborada con un relato que se multiplica. Se disemina. Pese a ser una
narración cuya densidad no perturbaría a un lector poco avezado, contiene
varias lecturas.
6.—
Uno de los tópicos que va más allá del caso Helmut
Braune y de los nazis en Venezuela, se refiere a la presencia de los judíos en el
territorio nacional.
En la Sexta Memoria, el narrador da a conocer parte
de un artículo publicado en La Esfera, el 23 de febrero de 1939, por el
escritor Rufino Blanco Fombona:
“Días atrás contemplé en el Palacio de Miraflores un
espectáculo a primera vista trivial: comisión de varias personas, hombres,
mujeres y niños a quienes daba audiencia y despachaba con frases de cajón uno
de los altos empleados de la Secretaría presidencial. Pregunté quiénes eran.
Cuando lo supe empezó el cuadro a parecerme interesante hasta cobrar poco a
poco, el máximo patetismo. Eran judíos de los echados de Alemania por Hitler.
Andaban errantes por el mundo. Venezuela sólo concedía a algunos de ellos
hospitalidad breve por treinta días…Venezuela es un pueblo liberal sin
prejuicios de raza ni religión; y los judíos, entre nosotros se conducen tan
venezolanamente como los mejores venezolanos…¿Por qué vamos a tener nosotros
aquí los mismos prejuicios y los mismos odios que las viejas naciones de
Europa?”. (p.362)
Eran los días del gobierno de López Contreras, quien
se puso difícil ante la petición de asilo de estos seres humanos provenientes
de Alemania en el barco Caribia. Los personajes, en su afán por investigarlo
todo, dieron con el recorte de prensa e indagaron todo lo relacionado con los
judíos castigados terriblemente por el nazismo. Si no conseguían asilo, los
devolverían al infierno alemán donde serían incinerados. Finalmente, luego de
varios intentos, fueron recibidos y celebrados por los nativos del país. Eran
165 personas que se asentaron en Venezuela y dejaron descendientes. Muchos son
los apellidos que aún suenan en los oídos de esta tierra:
“—El Presidente nos concedió la audiencia y en
Miraflores nos recibió el secretario. Él entró a hablar con López y cuando
salió nos dijo con una gran sonrisa que ya se había dado la orden de asilo”,
dijo Moisés Kronh, un judío que ya vivía en estas tierras.
Otro tema que aparece en la novela es la de los
nazis en el país como organización: según el relato, en el año 1962 se fundó
“un partido llamado Movimiento Social Nacionalista, dirigido por el médico
Alejandro Azpurua. Eran unos jóvenes identificados con Mussolini, llevaban
camisas negras y hacían el saludo romano. Decían que tenían vínculos
ideológicos con el fascismo, el falangismo de José Antonio, el nazismo y el
justicialismo argentino”. (p. 484).
La relación de la Alemania de Hitler con la URSS
también forma parte de la preocupación de nuestro autor.
“Al parecer, en Berlín y Moscú se estaban dando
pasos para un acercamiento entre la Alemania nazi y la Unión Soviética
comunista, para limar la suspicacia que las dos partes se tenían, pero en el
fondo era una desconfianza sometida al mismo tiempo a un enorme poder de
atracción”.
Narrador y personajes concluyen que tanto Alemania
como la URSS eran muy parecidas en sus procederes ideológicos: vigilaban,
acosaban, apresaban, fusilaban, desterraban, marcaban racialmente, etc.
7.—
La abundancia de materiales admite curiosidades. La
referencia que hace un personaje del poeta venezolano Ramos Sucre, así como de
lugares donde se reunían los jóvenes escritores, artistas e intelectuales en la
década de los sesenta en sabana Grande:
“—¡Venezuela! —exclamó la señora Conceta.
El nombre de Venezuela le removió un recuerdo (…)
Ella tenía entonces treinta y cinco años, trabajaba como enfermera del
Sanatorio Stephanie en la sección de psicosis, donde llegó el poeta aquejado de
insomnio, melancolía y con ideas suicidas…” (p. 526-527).
Un guiño del autor relacionado con su conocimiento y
participación en los grupos literarios de la época como el de la República del
Este: un espacio donde se construyó parte de una utopía, la de una “épica” que
rozó la locura creativa, pero también una emoción que se convirtió en
literatura y arte.
“En alguna parte debo tener una fotografía
desteñida, tomada por Garrido en los primeros años de los sesenta. Es la foto
elocuente de aquel café-bar, El Viñedo, en la cual se ve, además de nuestro
grupo, los poetas del Techo de la Ballena en otra mesa, y de pie, sonriente, el
mesonero canario que nos atendía con preferencia. Mirando la fotografía le
parece a uno escuchar las voces y el tráfico urbano. Revivo a los amigos por el
eco de sus palabras y renacen las conversaciones de entonces: política,
literatura, cine, etc.” (p. 205)
Menciona a Rodolfo (¿Izaguirre?), los bares y cafés
Tic-Tac, El Gato Pescador, City, BQ y Paprika. El conocido Triángulo de las
Bermudas. Igual se pasea por las librerías Suma, Ulises, Cruz del Sur,
Politécnica.
“Las invité a cenar y las llevé al restaurante
italiano Vecchio Mulino, donde conversamos hasta tarde. Kristina, impaciente,
abrió su cartera y me mostró una fotografía de Martin Fuchs”. (p. 478)
8.—
El riguroso trabajo acometido por David Alizo
desemboca también en un estudio de la neo-lengua, tema estudiado en tesis sobre
ideología y desarrollados por ensayistas y novelistas como Hannah Arendt,
George Orwell, Milosz, Eco, entre otros tantos.
“—La idea es el lenguaje como instrumento de
dominación- dijo el profesor Klemperer (…) El lenguaje está lleno de
referencias valorativas. Al principio fue un lenguaje del Partido, pero ahora
se está convirtiendo en la lengua de todos (…) El nazismo entra hasta la médula
de las masas a través de palabras aisladas, de expresiones, de formas
sintácticas que se imponen repitiéndolas millones de veces y que son adoptadas
de forma mecánica e inconsciente (…) Hay una frase de Talleyrand según la cual
el lenguaje sirve para ocultar los pensamientos del diplomático. El lenguaje
muestra lo que una persona quiere esconder, incluso lo que lleva
inconscientemente. Por el estilo del lenguaje se vislumbra la verdad o la
mentira”. (p. 314-315)
Otro tópico que permite visualizar el propósito de
la novela de Alizo está relacionada con el arte, tanto el que se hacía en
Alemania como el que se hacía en la URSS.
Así:
“Después la conversación se encauzó en tono discreto
alrededor de las manifestaciones artísticas en el Tercer Reich.
—Se trata de atacar la creación particular y
colectivizar el arte —dijo el profesor Hafmann, un hombre pálido, de con
textura maciza, que hablaba con gravedad profesoral (…)
—El arte debe adoptar el gusto medio, el realismo
estereotipado, que entiende la masa —dijo el estudiante de filosofía Gustav
Kleiss (…)
—¡Cualquier forma liberal es peligrosa! —dijo con
énfasis Hafmann. Como todo, el arte también debe tener una utilidad inmediata.
No se les olvide que para Hitler, cubistas, futuristas, dadaístas, etc., son
los pervertidores del arte, los que, en el plano cultural, completan la
destrucción política”. (p. 343).
9.—
Mucho se puede extraer de estas lecturas. Dos
aspectos, uno relevante y otro curioso, colocan al lector frente a la palabra
“ario” y su definición y al nombre femenino que forma parte del título de la
novela: Lili Marleen.
Sobre el primero de estos dos tópicos, la voz
interior de Martin Fuchs:
“Tomó un trago y se hizo otra pregunta: ¿Quiénes son
los arios? Según lo que ya sabía, la raza aria se originaba en los nobles de un
antiguo pueblo de superhombres de Alemania y Escandinavia, que habitaron una
isla desaparecida llamada Thule. Sus descendientes eran los grupos germánicos.
Los antropólogos alemanes decían que el idioma primitivo indoeuropeo se llamaba
“ario”, y los que lo hablaban eran los “arios”. Pero según el Reichführer SS
Heinrich Himmler, el origen de la raza aria se podía encontrar en las regiones
nórdicas asiáticas, donde habían estado unos seres superiores. Para él, la raza
aria tenía un origen y un carácter divino…” (p. 392-393).
***
La lectura de esta novela de David Alizo constituye
uno de los registros literarios más importantes de los últimos años en Venezuela.
Su lectura nos obliga a revisar y a revisarnos. A vernos en el pasado y en este
presente que nos agobia. Hay matices, detalles, grises que pasan frente a
nuestros ojos fijados en la Venezuela de hoy, semejantes a algunos eventos que
ocurrieron en aquel pasado europeo.
El desarrollo de la realidad tiene también acomodo
en la ficción. O la ficción es un registro donde la realidad es tan terrible
que quien entra en ella termina siendo un fantasma que escucha la voz de
aquella canción: Lili Marleen, interpretada
por Lale Andersen (cuyo nombre real era Lieselotte Bunnenberg), escrita por
Hans Leip y compuesta por Norbert Schultze, mencionada nueve veces en las
páginas de esta monumental novela. Canción que era obligada colocarla en las
radios alemanas por órdenes del doctor Goebbels.
***
Ojalá más lectores puedan acercarse a ella y leerla,
hacerla suya. Allí estamos, los que nos leemos y los que nos borramos aupados
por la temeridad o por la cobardía. Una novela humana, tan humana que perturba.
Lili Marleen sigue sonando en
muchos recintos donde la sombra de la muerte construye su propia historia.