—por Gregory Zambrano—
Acaba de
aparecer la traducción al inglés de Ana
Isabel, una niña decente, la emblemática novela de Antonia Palacios
(1904-2001), publicada en Buenos Aires por la Editorial Losada, en 1949. Ahora,
con traducción de RoseAnn Mueller, profesora emérita del Columbia College de
Chicago, alcanzará otros horizontes y nuevos lectores.
En la
Caracas de los años veinte, que todavía no comenzaba a transformarse —gracias
al petróleo— en la urbe moderna que un día fue, una niña soñaba con hadas y un
príncipe que la desposara. La ciudad entrañable, vista desde el espacio
enmarcado de La Candelaria, se ha quedado como un recuerdo, como una tarjeta
postal, que revive en los gráciles trazos que Palacios imprimió en su breve e
intensa novela.
En aquel
rincón caraqueño la economía casera se basaba en la elaboración de dulces
tradicionales, los niños combinaban su educación, prácticamente doméstica, con
los juegos infantiles, las rondas y canciones, no había mayor distracción. En
ese contexto crecía la pequeña Ana Isabel, entre los rigores de la familia y,
hasta cierto punto, sometida a las limitaciones que le imponía su condición
femenina. Entonces tenía ocho años y comenzaba un viaje interior que acaba en
su pubertad. El marco de la novela es aún la Venezuela rural sometida al
silencio y a una espera postergada bajo la mirada de una dictadura que se hacía
eterna, la de Juan Vicente Gómez.
Ana Isabel,
una niña pobre pero decente, sueña mientras vive su tránsito de la infancia a
la adolescencia. La niña que jugaba ya no es la misma después de una enfermedad
que le descubre su cuerpo y su sensibilidad. Es éste el momento en que se
define su conocimiento del yo y se afirma en ella la subjetividad femenina. En
el camino descubre las injusticias, la sombra del poder, el miedo al pecado y a
la muerte.
La novela
reconstruye poéticamente el viaje a los alrededores de Caracas, la excursión al
campo, las faenas del campesino, los juegos infantiles y las riñas entre niños,
todo esto marcado por una fuerte tensión social.
Antonia Palacios, escritora venezolana |
El mundo de
Ana Isabel está marcado por las diferencias raciales, y su consecuente praxis
de discriminación. Ella vive este mundo con una mirada perpleja, pero poco a
poco va reconociendo las injusticias y desmontándolas con un razonamiento crítico
que desdice de su inocencia.
En medio
del dolor y las carencias familiares se cuela su mirada cuestionadora de la
injusticia social, su proceso de crecimiento y maduración le va permitiendo, de
manera muy consciente, asimilar los cambios de su cuerpo y también los factores
que rodean su vida.
La
traductora hace notar que en todo este proceso aparece una fuerte carga de
melancolía en la protagonista. Esta melancolía viene dada por la asunción
irremediable de las carencias que circunscriben sus condiciones de vida. También
por el hecho de que ella está perfectamente consciente de la realidad que vive,
gracias a su inteligencia y su sensibilidad, que la muestran como un ser crítico,
mientras que la mayoría de los personajes que le rodean parecían ajustarse a
las fatalidades del presente.
Para la
traducción, comenta Mueller, fue necesario consultar con personas
familiarizadas con el entorno de la novela, o acudir a asesores filológicos
quienes le permitieron esclarecer el sentido de algunos venezolanismos, muchos
de ellos prácticamente en desuso. Como solía hacerse en publicaciones de
aquella época, se consideraba a un potencial lector fuera de las fronteras
nacionales, que necesitaban algunas orientaciones para comprender mejor los
giros del lenguaje o las particularidades del léxico, a veces marginal por su
condición de ruralidad, o a veces citadino pero circunscrito a ciertas regiones
del país. Esto sin duda aportaba un valor agregado a la edición, y hacía más
comprensible la obra. En ese sentido, para la traducción de esta novela
aprovecha la edición que hiciera en 1969 Monte Ávila Editores, la cual
incorpora un glosario de venezolanismos, donde se explica el nombre de plantas,
animales y alimentos. Esta traducción igualmente la incluye, acompañada de una
bibliografía y una cronología de Antonia Palacios. Oportuno homenaje a la
escritora venezolana, quien presidió el Primer Congreso Venezolano de Mujeres
en 1940 y fue la primera mujer en recibir el Premio Nacional de Literatura en
1976. Por supuesto, la traducción de Ana
Isabel, una niña decente al inglés es el reconocimiento a su autora y a
esta novela inolvidable, una de las más sutiles y entrañables de la literatura
venezolana del siglo XX.
RoseAnna
Mueller enseña sobre arte y literatura latinoamericana. En 2002 vivió en
Venezuela como investigadora y profesora, adscrita a la Universidad de Los
Andes, en Mérida. En 2012 publicó en inglés Teresa
de la Parra: A Literary Life. Aquí los datos de su traducción: Antonia
Palacios. Ana Isabel a respectable girl.
Translated by RoseAnna Mueller, Montreal, Universitas Press, 2016.
©Gregory
Zambrano, 16 de julio de 2016
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