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Monday, January 16, 2017

VALLEJO EN LOS INFIERNOS de Eduardo González Viaña


—por Luis Fernández-Zavala, Ph.D. (*)—

Y Dios sobresaltado nos oprime
el pulso, grave, mudo,
y como padre a su pequeña,
apenas,
pero apenas,
entreabre los sangrientos algodones y
entre sus dedos toma a la esperanza.
Cesar Vallejo. Trilce


Hace algunos meses, a propósito de una novela de Carlos Ruiz Zafón decía que los libros se pueden convertir en personajes dentro la ficción. Cuál sería mi sorpresa comprobar que en la realidad de nuestros días cotidianos, los libros también pueden adquirir una personalidad desconocida, ajena al autor y al lector, y pueden esconderse, aparecer y desaparecer, desanimarnos o cambiar la cara de nuestro día por el solo hecho de existir nuestra biblioteca personal, esperando ser leídos . Me parece que este el caso la novela de Eduardo González Viaña, VALLEJO EN LOS INFIERNOS (Universidad Cesar Vallejo de Trujillo, 2007). Cuando por fin ésta “apareció” otra vez  en mi librero no me llamó la atención la edición en sí misma: una carátula ciertamente recatada y sin mucho que mostrar a cerca del libro y su contenido, mereció un abandono intencionado una vez más. Cuando por fin se dio la oportunidad de una lectura rápida durante la antesala de una cita con la burocracia, Vallejo en los Infiernos ya era otro libro. Cinco páginas de lectura dio cuenta de un deslumbrante trabajo literario imposible dejar de leer.

Después de haberme negado a su lectura, todavía incrédulo, pero ahora sí aceptando que tenía entre mis manos una obra muy bien lograda, desafíe al libro (al autor) que me mostrara que todavía podía mantener esa fuerza y filigrana lírica veinte o treinta páginas más adelante. El texto no solo superó el desafío de la incredulidad sino que me condujo hasta el final de sus 445 páginas, manteniendo su energética maestría narrativa y creciendo dentro de mí sus mas preciados ecos líricos. Se siente algo especial y muy hermoso cuando un obra como ésta se vale por sí misma y el lector pecando de ignorancia no conoce al autor. La experiencia de lectura es acompañada entonces, por  el deslumbramiento de un encuentro casual y fortuito con lo maravilloso.

En Vallejo en los Infiernos, el autor empieza a narrar en forma retrospectiva la vida azarosa, íntima, melancólica, ciertamente diferente del poeta peruano César Vallejo antes de su viaje a Paris. El poeta es acusado de muchas cosas y de nada y con el objetivo de destruirlo moralmente, es confinado en la sección más la peligrosa de la cárcel de Trujillo llamada “el infierno”. En la realidad, esto sucedió entre el noviembre de 1920 y febrero de 1921: 120 días de encarcelamiento. El poeta llega a este lúgubre recinto vistiendo su característico terno negro, impecable camisa blanca y una rosa del mismo color en la solapa. Él no es un revolucionario anarquista o un delincuente; él es un poeta inmerso en la vorágine de la sociedad oligárquica de principios del siglo XX en Perú, donde terratenientes agrícolas y mineros eran dueños también de la policía, el ejercito y casi todo el sistema judicial. En la prisión, enfrentará una posible muerte anunciada y sus memorias mas vívidas. Sus amores se filtrarán en su memoria así como su paisaje serrano, su padres y hermanos y el dolor que siente por el sufrimiento de sus coetáneos bajo el yugo de los terratenientes. Su destino es incierto y se siente solo. Esta experiencia carcelaria y sus remembranzas darán un excelente material para adentrarse en las raíces de su poesía.

En el centro de la celda, los cuerpos moribundos daban sus últimos estirones. Un triste vaho amoniacal se levantaba. Grasa, sangre, pellejo, tripas barro e inmundicias aparecían regados por el suelo. Allí, en medio, yacía una rosa blanca. En algún momento, se había desprendido del ojal de Vallejo, y estaba, por milagro intacta. Parecía flotar.

Rápidamente el lector entra a ser un testigo de la cotidianidad del poeta enlazada orgánicamente a su poesía. Aquí el trabajo del autor es de orfebre dedicado y acucioso. El Vallejo profundo se humaniza y el narrador nos introduce a sus memorias como resultado de un grito íntimo y desesperado para no dejarse vencer entre tanta aberración. La voz de su madre le reclama nadie va a matarte. Nadie puede matarte porque tu no eres mortal. Si pierdes la memoria, comenzaras a serlo”.

Si bien el autor basa su relato en fuentes fidedignas como el archivo legal de la detención de Vallejo y testimonios de sus contemporáneos, no pretende ser un trabajo biográfico. A través de diálogos de ficción concisos recrea no solo las emociones vallejianas, su carácter, pero también, recrea el contexto socio-político de los años veinte en el Perú oligárquico, la emergencia del grupo intelectual contestario (Grupo Norte) de gran influencia en el poeta, la sinergía de Vallejo con su paisaje serrado-rural y provinciano, su formación católica y familiar. Con un fino lirismo -a veces excesivo en cuanto a imágenes sobre el cielo serrano- el autor, un esmerado y atento observador, nos presenta lo momentos mas importantes de la vida de Vallejo que irán modelando el contenido de su poética reflejada en varios poemas de su obra post modernista Trilce, pero también en los Heraldos Negros. La magia de la ficción nos acerca a la poética de Vallejo sin tiempo, sin necesariamente buscar una relación causa-efecto. Como diría Tomas Eloy Martínez en Santa Evita: lo histórico no siempre es histórico, la verdad es nunca como parece”, entonces la ficción nos ayuda a llenar entrar ese vacío emocional que la ciencia historia nunca puede acceder.

Es imposible, leyendo esta novela, no sumergirse en las palabras de Vallejo sobre los Heraldos negros (“Hay en la vida golpes tan fuertes/ golpes como el odio de dios…..”) o Trilce: (“Ah las paredes de la celda. De ellas me duele entretanto, más/las dos largas que tienen esta noche/algo de madres que ya muertas/llevan por bromurados declives,/a un niño de la mano cada una.”) y no detectar a un hombre profundamente herido por la realidad deshumanizada de sus congéneres y sumamente tierno con su madre, su hermano, hermana y sus amores. No se puede entender Vallejo sin mirar al ambiente cultural en el que creció. En la novela, éste se presenta  sin caer en el melodramatismo, pero con algo de predestinación cristiana, con un precio que pagar por su rebeldía. Ésta misma, no solo se da en la práctica social de Vallejo, sino en su poesía que es una forma más de subvertir la realidad inventando nuevas palabras. Después de leer esta novela el lector latinoamericano entenderá porque se dice que “todos llevamos un Vallejito dentro de cada uno de nosotros”.

Eduardo González Viaña, (1941, Trujillo, Perú) autor de más de treinta novelas y relatos cortos, se ha desempeñado como catedrático en Western Oregon University. Obtuvo el Premio Juan Rulfo en Francia y el premio Internacional Latino de Novela en Estados Unidos.

NOTA NO RELACIONADA PERO IMPORTANTE: Netflix está exhibiendo “Four Seasons in Havana” basado en las novelas del laureado novelista cubano Leonardo Padura. Son cuatro episodios que nos presentan a inspector Conde (personaje creado por Padura) resolviendo crímenes, soñando con ser escritor y viviendo en una Cuba realista con personajes difícil de olvidar. No se la pierdan, esperando que más literatura latinoamericana llegue a la pantalla chica.



(*) Autor de El guerrero de la espuma y otras tantas despedidas (Pukiyari 2014). Disponible en Amazon, Barnes & Noble y Allá en Santa Fe.





1 comment:

  1. este es un libro muy bueno y cuando lo leí, me atrapo, no pude parar de leerlo. excelente reseña. saludos

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