—por Luis Fernández-Zavala, Ph.D. (*)—
Y Dios sobresaltado
nos oprime
el pulso, grave,
mudo,
y como padre a su
pequeña,
apenas,
pero apenas,
entreabre los
sangrientos algodones y
entre sus dedos toma
a la esperanza.
Cesar Vallejo.
Trilce
Hace algunos meses, a
propósito de una novela de Carlos Ruiz Zafón decía que los libros se pueden
convertir en personajes dentro la ficción. Cuál sería mi sorpresa comprobar que
en la realidad de nuestros días cotidianos, los libros también pueden adquirir
una personalidad desconocida, ajena al autor y al lector, y pueden esconderse,
aparecer y desaparecer, desanimarnos o cambiar la cara de nuestro día por el
solo hecho de existir nuestra biblioteca personal, esperando ser leídos . Me
parece que este el caso la novela de Eduardo
González Viaña, VALLEJO EN LOS INFIERNOS (Universidad Cesar Vallejo de
Trujillo, 2007). Cuando por fin ésta “apareció” otra vez en
mi librero no me llamó la atención la edición en sí misma: una carátula
ciertamente recatada y sin mucho que mostrar a cerca del libro y su contenido,
mereció un abandono intencionado una vez más. Cuando por fin se dio la
oportunidad de una lectura rápida durante la antesala de una cita con la
burocracia, Vallejo en los Infiernos ya era otro libro. Cinco páginas de
lectura dio cuenta de un deslumbrante trabajo literario imposible dejar de
leer.
Después de haberme negado a
su lectura, todavía incrédulo, pero ahora sí aceptando que tenía entre mis
manos una obra muy bien lograda, desafíe al libro (al autor) que me mostrara
que todavía podía mantener esa fuerza y filigrana lírica veinte o treinta
páginas más adelante. El texto no solo superó el desafío de la incredulidad
sino que me condujo hasta el final de sus 445 páginas, manteniendo su
energética maestría narrativa y creciendo dentro de mí sus mas preciados ecos
líricos. Se siente algo especial y muy hermoso cuando un obra como ésta se vale
por sí misma y el lector pecando de ignorancia no conoce al autor. La experiencia
de lectura es acompañada entonces, por el deslumbramiento de un encuentro casual y fortuito con lo
maravilloso.
En Vallejo en los
Infiernos, el autor empieza a narrar en forma retrospectiva la vida
azarosa, íntima, melancólica, ciertamente diferente del poeta peruano César
Vallejo antes de su viaje a Paris. El poeta es acusado de muchas cosas y de
nada y con el objetivo de destruirlo moralmente, es confinado en la sección más
la peligrosa de la cárcel de Trujillo llamada “el infierno”. En la realidad,
esto sucedió entre el noviembre de 1920 y febrero de 1921: 120 días de
encarcelamiento. El poeta llega a este lúgubre recinto vistiendo su
característico terno negro, impecable camisa blanca y una rosa del mismo color
en la solapa. Él no es un revolucionario anarquista o un delincuente; él es un
poeta inmerso en la vorágine de la sociedad oligárquica de principios del siglo
XX en Perú, donde terratenientes agrícolas y mineros eran dueños también de la
policía, el ejercito y casi todo el sistema judicial. En la prisión, enfrentará
una posible muerte anunciada y sus memorias mas vívidas. Sus amores se filtrarán
en su memoria así como su paisaje serrano, su padres y hermanos y el dolor que
siente por el sufrimiento de sus coetáneos bajo el yugo de los terratenientes.
Su destino es incierto y se siente solo. Esta experiencia carcelaria y sus remembranzas
darán un excelente material para adentrarse en las raíces de su poesía.
En el centro de la celda, los cuerpos moribundos daban sus últimos
estirones. Un triste vaho amoniacal se levantaba. Grasa, sangre, pellejo,
tripas barro e inmundicias aparecían regados por el suelo. Allí, en medio,
yacía una rosa blanca. En algún momento, se había desprendido del ojal de
Vallejo, y estaba, por milagro intacta. Parecía flotar.
Rápidamente el lector entra
a ser un testigo de la cotidianidad del poeta enlazada orgánicamente a su
poesía. Aquí el trabajo del autor es de orfebre dedicado y acucioso. El Vallejo
profundo se humaniza y el narrador nos introduce a sus memorias como resultado
de un grito íntimo y desesperado para no dejarse vencer entre tanta aberración.
La voz de su madre le reclama “nadie va a matarte. Nadie puede matarte
porque tu no eres mortal. Si pierdes la memoria, comenzaras a serlo”.
Si bien el autor basa su
relato en fuentes fidedignas como el archivo legal de la detención de Vallejo y
testimonios de sus contemporáneos, no pretende ser un trabajo biográfico. A
través de diálogos de ficción concisos recrea no solo las emociones
vallejianas, su carácter, pero también, recrea el contexto socio-político de
los años veinte en el Perú oligárquico, la emergencia del grupo intelectual
contestario (Grupo Norte) de gran influencia en el poeta, la sinergía de
Vallejo con su paisaje serrado-rural y provinciano, su formación católica y familiar.
Con un fino lirismo -a veces excesivo en cuanto a imágenes sobre el cielo
serrano- el autor, un esmerado y atento observador, nos presenta lo momentos
mas importantes de la vida de Vallejo que irán modelando el contenido de su poética
reflejada en varios poemas de su obra post modernista Trilce, pero también en
los Heraldos Negros. La magia de la ficción nos acerca a la poética de Vallejo
sin tiempo, sin necesariamente buscar una relación causa-efecto. Como diría
Tomas Eloy Martínez en Santa Evita: lo histórico no siempre es
histórico, la verdad es nunca como parece”, entonces la ficción nos ayuda a
llenar entrar ese vacío emocional que la ciencia historia nunca puede acceder.
Es imposible, leyendo esta
novela, no sumergirse en las palabras de Vallejo sobre los Heraldos negros
(“Hay en la vida golpes tan fuertes/ golpes como el odio de dios…..”) o Trilce:
(“Ah las paredes de la celda. De ellas me duele entretanto, más/las dos largas
que tienen esta noche/algo de madres que ya muertas/llevan por bromurados
declives,/a un niño de la mano cada una.”) y no detectar a un hombre
profundamente herido por la realidad deshumanizada de sus congéneres y
sumamente tierno con su madre, su hermano, hermana y sus amores. No se puede entender
Vallejo sin mirar al ambiente cultural en el que creció. En la novela, éste se
presenta sin caer en el melodramatismo,
pero con algo de predestinación cristiana, con un precio que pagar por su
rebeldía. Ésta misma, no solo se da en la práctica social de Vallejo, sino en
su poesía que es una forma más de
subvertir la realidad inventando nuevas palabras. Después de leer esta novela
el lector latinoamericano entenderá porque se dice que “todos llevamos un
Vallejito dentro de cada uno de nosotros”.
Eduardo
González Viaña, (1941, Trujillo, Perú) autor de más de treinta novelas y
relatos cortos, se ha desempeñado como catedrático en Western Oregon
University. Obtuvo el Premio Juan Rulfo en Francia y el premio Internacional
Latino de Novela en Estados Unidos.
NOTA
NO RELACIONADA PERO IMPORTANTE: Netflix está exhibiendo “Four Seasons in
Havana” basado en las novelas del laureado novelista cubano Leonardo Padura.
Son cuatro episodios que nos presentan a inspector Conde (personaje creado por
Padura) resolviendo crímenes, soñando con ser escritor y viviendo en una Cuba
realista con personajes difícil de olvidar. No se la pierdan, esperando que más
literatura latinoamericana llegue a la pantalla chica.
(*) Autor de El guerrero
de la espuma y otras tantas despedidas (Pukiyari 2014). Disponible en Amazon,
Barnes & Noble y Allá en Santa Fe.
este es un libro muy bueno y cuando lo leí, me atrapo, no pude parar de leerlo. excelente reseña. saludos
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