—por Luis Fernández-Zavala Ph.D. (*)—
El acto de escribirtiene un efecto civilizador
para la conciencia.
Gioconda Belli
Una de las más prolijas y
laureadas escritoras de Latinoamérica, la novelista y poetisa nicaragüense Gioconda
Belli nos entrega una delicia de novela de 358 páginas titulada Las fiebres de la memoria (Editorial
Planeta - Seix Barral 2018). La escritora no es nueva en el quehacer literario habiendo
publicado desde 1972 hasta la fecha, veintidós obras entre poesía y narración y
obtenido a lo largo de su carrera literaria, más de dieciséis premios literarios
nacionales e internacionales. El último que obtuvo fue el Premio Eñe 2018
otorgado por el Festival Eñe en reconocimiento a su obra, trayectoria y
compromiso cívico.
En esta oportunidad Gioconda Belli,
con una pluma ágil y una bien estructurada narrativa, nos cuenta las aventuras del
duque francés Charles Choiseul de Praslin desde el momento en que se ve
envuelto en el asesinato de su esposa (Françoise Altaria Rosalba Sebastiani de
La Porta), hasta que su fallido intento de suicidio le abre la oportunidad de
una segunda nueva vida con otra identidad en los territorios nicaragüenses. Su huida
de Francia, con la ayuda del rey Luis Felipe I de Orleans, lo lleva a un largo periplo
que pasa por la Isla de Wight, Londres y Liverpool en Inglaterra, New York y
finalmente, Matagalpa en Nicaragua. Su fuga la hace acompañado de Ibrahim, un
moro pagado por el rey francés, que se convierte en su enfermero, protector, asistente,
ayuda de cámara, mayordomo y confidente que no solo le facilita la logística de
su fuga, sino que también lo ayuda a deshacerse de su identidad aristocrática
para convertirlo en un burgués común y corriente de la época.
La tragedia personal del duque,
sin embargo, no empieza con su accesoria participación en la muerte de su
esposa, sino que se genera en su relación matrimonial disfuncional y su posición
de poder nobiliario aliado del rey. Con una esposa obsesiva y nueve hijos que
fueron la forma de tenerlo atado a una relación sin amor, y con una amante-institutriz
que le reclama sujeción y status, su mundo aparentemente ordenado y su posición
de poder rodeada de escándalo, comienzan a desmoronarse y abren las compuertas
para el clímax de la desgracia. Esta misma situación, sin embargo, es el
comienzo de su aventura en la que el duque tiene que "morir" otra
vez, ya no en términos físicos y públicos, sino en relación a su pasado. Siguiendo
muy de cerca al duque en otros territorios, con otro nombre y con una biografía
inventada, el lector se preguntará si habrá redención posible para el duque y
de qué depende ésta. En toda su travesía, dos fantasmas (fiebres) lo acechan
impidiendo lograr su cometido: la culpabilidad y la negación de su identidad
aristocrática. En ambos, la memoria jugará un papel determinante: ¿Cómo lidiar
con esta memoria para iniciar una nueva vida?
En parte, la efectividad de la terapia
vivencial del duque estará condicionada por la nueva sinergia con personajes cuya
transcendencia no se basa en el poder adquirido por títulos nobiliarios, sino
por su calidad humana y sus habilidades personales producto de sus esfuerzos y
entrega a causas de diferente índole y significancia. Se encontrará con
personajes con quienes nunca se hubiese podido relacionar, si se hubiese
quedado siendo el mismo personaje aristocrático de siempre. Se relacionará con
científicos, poetas, soñadores, emprendedores, pobres migrantes europeos y con
mujeres distintivamente fuertes: la fotógrafa, la cantante lesbiana, la hacendada
organizadora de tertulias artísticas, la viuda bella y emprendedora (la Rosa
Blanca). Conocer estos personajes e imbuirse en un paisaje naturalmente bello y
agreste formará parte de la nueva realidad del duque migrante. El nuevo
territorio con su bella vastedad y la simpleza de su gente lo van transformando
para que al final pueda aceptar su nueva realidad y pueda reinventarse.
La belleza narrativa de Gioconda
Belli está cargada de historia real, tanto en contexto histórico en que se desenvuelve
la acción de la novela, como en cuanto a la información biográfica que dejó su
tatarabuelo escondida en una lata de galletas. La autora se toma el trabajo de
recomponer la información obtenida mediante una investigación exhaustiva. El
resultado de su afilada pluma literaria es una novela donde el contexto
histórico está debidamente dibujado con naturalidad y agilidad, entregándonos una
aventura personal creíble y bien contextualizada.
Un aspecto digno de resaltarse es
la decisión de la autora de contar la historia en primera persona con una voz
masculina. Sentí el hombre que hay en mí, nos dirá la autora. Es admirable la forma
de presentar al personaje masculino en todas sus complejidades, sin caer en lo
panfletario y en chiclés, teniendo en cuenta que la escritora es una feminista
reconocida. Según sus propias palabras, no había otra forma de contar esta historia.
Sin embargo, su decisión y la manera como es presentado personaje masculino, no
ha estado exenta de críticas y le llaman la atención por presentarnos a un
macho de 1847 con una voz interior un tanto feminizada. ¿El macho de 1847
expresa muchas emociones contradictorias y complejas típicas de las mujeres? Para
responder a esta pregunta los lectores masculinos deberíamos escuchar nuestra
voz interior más frecuentemente y sincerar el procesamiento de nuestras
emociones más allá de la estereotípica frase: así piensan o sienten los
hombres, así piensan o sienten las mujeres. Una lectura acuciosa de la novela
podría ayudarnos en ese proceso.
Un comentario aparte merece la
relación entre memoria-migración. El duque francés es después de todo un migrante
que viaja con sus recuerdos y su bagaje cultural. ¿Desaparecen estos recuerdos
(fiebres) por el hecho de migrar? No, por el contrario, éstos forman parte de
la trama central de la novela (es lo que crea el drama y el conflicto) y son parte
de la aventura por reinventarse en otros territorios. La memoria, sin embargo, según
la propia Belli, es una construcción (hasta social para algunos migrantes) es
la mochila invisible con la que cruzamos la frontera, es el mundo de la ficción
personalizada: se exacerban los sabores, los amigos que dejamos se convierten en
super amigos, la familia en la panacea de unión y amor, el país (país de mierda,
al principio) en el refugio soñado. La memoria del migrante lo distorsiona
todo, nos marca, nos convierte en zombis de la nostalgia. La memoria deviene
(como lo expresa unos de los personajes de mis cuentos) en "esa cajita
obscura que nos arruina la vida". Nos queda claro que la memoria para el migrante
es parte consustancial de su proceso de integración y reinvención a su nueva
realidad, nunca desaparece, se convierte en nostalgia permanente, que le hace
cantar a gritos "no soy de aquí, no soy de allá" y por más que
chillemos, siempre será una mochila inventada. La novela de Gioconda Belli nos
permite reflexionar vivamente sobre cómo se manifiesta este fenómeno en la vida
particular del duque francés. ¿Nos alcanzará esta reflexión a nosotros de
alguna manera?
(*) Autor de El guerrero de la
espuma y otras tantas despedidas (Pukiyari 2014) dispoible en Amazon.com