—por Luis Fernández-Zavala. Ph.D. (*)—
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Si algo caracteriza esta novela
corta (159 páginas) es el cuidadoso armado de los detalles tanto gráficos en la
carátula, como en el texto mismo, diseñados para encerrar al lector y no
dejarlo salir hasta llegar a conocer la historia perversa de Sofía, su hermana
Lucía y su abuelo. Desde la carátula en negro con un rostro de mujer con los ojos
vendados, comenzamos a transcurrir página tras página, palabra tras palabra, en
el mundo oscuro de una familia disfuncional. El efecto claustrofóbico sobre el
lector es contundente.
El tema en sí mismo de la
novela no es nada nuevo: la competencia entre hermanas. Sin embargo, lejos de
embarcarnos en una fútil trayectoria de anécdotas nimias, la autora, usando
todo el poder descriptivo de su pluma y la intensidad de su creatividad, nos
adentra en la cavernas de una relación familiar basada en la opresión, deshumanización,
la dialéctica de la codependencia y la humillación en que se ven envueltas las
hermanas. No se nos presentan emociones simples, al contrario, la complejidad
de la relación entre las hermanas transciende sus características individuales,
ellas forman una unidad destructiva y necesaria, producto de la historia
aberrante de sus padres y de su abuelo.
La otra muerte.
Las hermanas son rescatadas del
albergue por el abuelo ("el Monstruo") para evitar que mueran en la
desolación en que morirían sus padres en ese mismo lugar. Pero les espera otro
tipo de muerte: la que las deshumaniza día a día y las inserta en un sendero
oscuro que su abuelo ya había caminado. Sofía, "La larva", encarna todo
lo opuesto de lo que el abuelo quiere resaltar perversamente en Lucía: lo
bello, lo inteligente, lo sexi, el placer escondido, y hasta tiene un valor de
cambio si es que logra alquilarla a los productores de comerciales, y un valor
de uso para sus apetitos sexuales. La otra hermana, es “La esclava”, un objeto
sub humano, una larva por ser fea y deforme que solo tiene valor de uso para
servir a su hermana. El desprecio del abuelo por Sofía es algo que Lucía
necesita para reivindicar su poder sobre su hermana; servir a su hermana es
para Sofía una necesidad contradictoria: al servirla ella misma crea una mutua
dependencia odio/amor:
"¿Cómo vas a sobrevivir tú
sola? le dije. Entonces se calmó y repitió que necesitábamos estar juntas. Y
tenía razón: solo nos teníamos la una a la otra. Éramos parásitos, yo de su
dolor y ella de mi odio".
Las hermanas se necesitan
hiriéndose. Pareciera ser que su mantra es: Te necesito para odiarte, te
necesito para que me sirvas. Esta situación se hace más evidente cuando Lucía
queda ciega por accidente o premeditación de Sofía.
La trama, que comienza con el
interrogatorio de Sofía acerca de la muerte de su hermana, sumerge al lector
dentro del mundo solitario y claustrofóbico de Sofía. Ella está atada a una
silla y la interrogan un detective, un psiquiatra, un abogado de oficio y está presente
también un agresivo carcelero. Todos estos hombres cumplen una función dentro
del sistema de justicia, pero no dejan de ser hombres maltratadores, abusivos y
morbosos que se esconden detrás de su función administrativa, para también
abusarla y denigrarla. Todos los hombres en la novela aparecen sin rostro o
personalidad, no se sabe nada de ellos, son como sombras fantasmagóricas
rodeando a la prisionera. Si le añadimos a esto que la autora decide ponernos
dentro del asilo, la casa del abuelo, la celda, el cuarto de interrogatorio,
creando una sensación de encerramiento total de la cual el lector difícilmente puede
apartarse hasta que llegue el final la historia. Todos los elementos narrativos
están inteligentemente puestos para hacernos sentir la profunda soledad de Sofía.
Cabe preguntarse cómo es que
logra la autora mantenernos atados a los hilos de las desgracias del mundo
bizarro de Sofía. ¿Qué es lo que hace que lo horroroso de la vida de Sofía nos
ate hasta el final de la novela? ¿nos envuelve nuestra propia perversión
voyerista? ¿nos circunda un hálito de esperanza solidario buscando una luz para
las desgracias de Sofía? ¿nos alimenta un rechazo visceral a este tipo de
relaciones familiares desastrosas que alguna vez nos han tocado vivir?
Una novela que escarba esas
preguntas en el lector, merece leerse con atención.
(*) Autor de El guerrero de la
espuma y otras tantas despedidas (Pukiyari, 2014), El hotel que la habitaba
(Puriyari, 2019), disponibles en Amazon.