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Sunday, November 10, 2019

Reseña del libro: "Gonçalo M. Tavares: El secreto de su alfabeto" de Juan Martins

Ensayar para un ensayo

—por Alberto Hernández—

Escribir como quien escribe un libro para retozar alrededor de él, o mecerse en un columpio. Escribir para ensayar los pasos de un baile y luego leer a un poeta, «explicarlo», analizarlo, desnudarlo. Escribir para buscar a alguien en India o encontrarlo en un reino, adentrarse en Jerusalén, aprender a elevar preces mientras el humor destaca, son algunas de las peripecias que Gonçalo M. Tavares usa para deslizarse feliz entre los géneros y hacerlos a un lado y crear el que él extiende como sábana en la cama. O como mantel sobre una mesa donde las palabras están tan vivas que muerden.

Juan Martins lo aborda, lo usa como ariete para adentrarse en un mundo, en un paisaje diverso de escritura que lo ha convertido en uno de los escritores más importantes de la lengua portuguesa y ya traducido a muchísimos idiomas forma parte de una leyenda viva, literaria, existencial, imaginativa, imaginaria, desdoblada en todas las maneras de decir en el trazo de su escritura, a través del idioma que ha dado a Camões, a Pessoa y ha cabalgado sobre el lomo de sus libros como una demostración de que escribir se sujeta a la plena libertad de inventar y hasta de burlarse de quien lee o no lo hace, porque de alguna manera el que no lector es también personaje.

¿Cómo escribe este hombre?

Gonçalo M. Tavares
foto:companhiadasletras.com.br  
De diversas maneras, pero más lo que escribe ese tallador de aventuras verbales, vertiginoso en todas sus inclasificables libros: novelas que no son novelas, cuentos que se derriten en un poema o en una burla tierna, ensayos que son vehículos a toda o poca velocidad. Ensayos para ensayar y ensayarse. Poesía que se hace conferencia, personajes y señores del mundo de las letras que son tuteados, reunidos para adentrarse en un verso y removerlo, quitarle la ropa, añadirle otros verbos y adjetivos. En fin, un sujeto que bien vale tenerlo presente como lo ha hecho Juan Martins en su estudio, quien desde lo académico nos lleva a su yo y se emparenta con Tavares, con toda confianza, porque así trata el autor portugués nacido en Luanda (Angola) a quien osa leerlo.

Es decir, leemos a Martins y luego desembocamos en Tavares. O viceversa. Martins registra la escritura de Tavares y seguramente Tavares volverá la cara y registrará la de Martins. De sangre lusitana ambos, habrá alguna complicidad desde estos trópicos que tiene todo de absoluto.

Hablar de este escrito, habitante de la Lisboa de Fernando Pessoa, deviene aventura gozosa, y así lo hace saber nuestro ensayista que ensaya con Tavares. Desde los libros que ha leído, ya ha sido leído desde Tavares, porque este autor —en su lúdica exposición— es, sin lugar a dudas, uno de los escritores más felices del planeta. No tanto por la fama de la que ahora disfruta, sino porque escribe desde el goce, desde una felicidad protegida por la libertad individual, solitaria o colectiva en la que se podría mover mientras hace que —por ejemplo— algunos «senhores» de la literatura sean «abusados» por él en entrevistas en las que André Breton, T.S. Eliot, el hombre de las correspondencias, Swedenborg; los señores Walser y Kraus sean diagnóstico y pronóstico en las manos de Tavares, quien los pasea por un juego donde también participa Bach en un «barrio» de edificios, vecinos todos del portugués.

Juan Martins.foto:ElNacional.com
De tanto en tanto, otros libros, varios que Juan Martins revela a quienes poco o algo sabemos de este trazador de aventuras nacido en 1970, quien se ha hecho acreedor de importantes premios en medio mundo.

Ensayar para un ensayo, aquí queda como entrada y reconocimiento a esta investigación del escritor Juan Martins, ansioso indagador de la literatura portuguesa desde una tierra en la que viven muchos lusitanos que podrían ser parte —ojalá— de las inteligentes travesuras de Gonçalo M. Tavares, quien nos acaba de encontrar en sus páginas y Juan nos lo acaba de regalar en esta búsqueda incesante que debe ser atendida como se atiende un libro para llevar a todas partes.



Juan Martins, autor de Gonçalo M. Tavares: El secreto de su alfabeto (2019) es poeta, dramaturgo y crítico teatral. twitter.com/@estivalteatro criticateatral.wordpress.com


Thursday, November 7, 2019

La Perricholi. Reina de Lima de Alonso Cueto


Por Luis Fernández-Zavala, Ph.D. (*)

El escritor no trata de entender a sus personajes.
Los siente y los acompaña.
A. Cueto, La piel de un escritor (2017)

El autor peruano Alonso Cueto, miembro de la Academia Peruana de la Lengua, ha publicado catorce novelas desde 1995 hasta el 2019. Es especialmente conocido por títulos como El tigre blanco (Editorial Planeta 1985), La hora azul (Anagrama 2007) -a la cual le hicimos una reseña para este blog-, El susurro de la mujer ballena (Editorial Planeta 2007), Grandes miradas (Anagrama 2008)  -que fue llevada al cine con el título de Mariposa Negra.  A lo largo de su carrera literaria ha recibido varios premios entre los que destacan: premio Wiracocha 1985, Anna Seghers 2000, el Premio Herralde 2005 y Alcobendas Juan Goytisolo 2019.

Alonso Cueto acaba de publicar La Perricholi. Reina de Lima (Random House 2019, 443 pp.), después de un arduo trabajo de investigación y elaboración que le demoró ocho años. Resalta en la producción de esta voluminosa obra una carátula realmente atrayente con el diseño gráfico de una tapada limeña con grandes y enigmáticos ojos que nos sugieren misterio, intensidad y sensualidad. El texto ágil, simple y sin trabas en base a fragmentos de mediana y corta extensión, permite al lector transcurrir fácilmente por el entramado mundo colonial limeño de finales del siglo XVIII y la vida azarosa e intensa de Micaela Villegas, la Pericholi.
"A los dieciocho años, el cuerpo de Micaela se había perfilado en una escultura pequeña y precisa. Aun cuando no era alta, su espalda recta la hacía parecer siempre por encima del mundo. Tenía ojos atentos y sensibles, de una oscuridad fulgurante, capaces de registrar el menor movimiento y de procesarlo rápidamente de acuerdo a sus deseos y necesidades".

La acción es narrada en tercera persona con una voz que se torna lírica a momentos, especialmente en el epílogo. Llama la atención un recurso literario usado por el autor, quizá con la intención de añadir intimidad al texto, al mezclar la voz de los personajes con la voz del narrador. Esto que puede causar confusión al principio, donde normalmente se podría esperar un diálogo precedido o seguido de un comentario, no altera la fluidez del texto una vez que el lector recapacita inicialmente sobre este recurso estilístico para discernir sobre quién está hablando y en qué contexto.

Historia y biografía
Escribir sobre Micaela Villegas (la Perricholi, la pequeña joya o la perra chola) será siempre especial y difícil porque hay mucho de mito en el imaginario popular y escasas fuentes documentales. El desafío que enfrenta un trabajo de ficción de esta naturaleza es doble: por un lado, presentar el contexto histórico sin exagerar en los detalles (imagino la inmensa cantidad de información procesada) y por otro lado, presentar la personalidad específica de los personajes actuando dentro de este contexto histórico, sin caer en lo obvio o trivial. Recuérdese que el escritor de ficción no reemplaza al historiador, ni al periodista y que su función está más bien ligada a la creación de pinceladas de emociones.

El autor resuelve este desafío presentando toda la vida social colonial concentrada en los paseos y algarabías al rededor de la plaza mayor de Lima: carruajes, esclavos, vendedores de chicha y verduras, exhibición de joyas y vestidos se mezclan, con el sonido de las campanas,  con los olores de comida, frutas y vegetales, las acequias y los desagües. Olores y sonidos son presentados y repetidos a lo largo de la novela para dar cuenta del barullo del ambiente colonial. El sonido de las alhajas de los señoronas, por ejemplo, muestra lo superficial y estratificado de la sociedad colonial: cuanto más ruido puedan hacer con las joyas, mejor alcurnia se puede proyectar. Frente a este despliegue sonoro y oloroso, Cueto impone el ruido de los pasos firmes y apurados de la Perricholi[1].

Ella es una mujer diferente  que no es aceptada socialmente por la élite colonial porque no ser peninsular, sino criolla, porque  ella trabajaba (cosa inusual para las señoronas de la colonia), primero como artista de teatro y luego como una suerte de empresaria, dueña de un molino y de una sala de teatro, y porque, he aquí el gran pecado social que altera la tranquilidad de la sociedad limeña, se había convertido a sus dieciocho años en la amante oficial y pública del virrey sesentón, con el que tiene un hijo. La novela no entra en los detalles íntimos de la relación, más allá de la atracción mutua, donde una persona pone la juventud y la otra el status-poder. Pero para ambos, pareciera decirnos el autor, las reglas del juego estaban claras, por lo tanto, no hay víctimas en esta relación asimétrica. Si la relación era por conveniencia material o sexual o si ambos estaban juntando soledades, o si Micaela buscaba al padre que perdió desde muy niña, o si, por último, su relación fue producto de todo estos y otros factores, nunca lo sabremos porque el autor no entra a fantasear en esta íntima dimensión personal. El camino que toma Cueto es menos arriesgado literariamente, presentándonos a una Perricholi rompiendo pesadas reglas sociales, pensando en su propio interés y actuando su odio/amor por esa misma sociedad que la condena y discrimina.
       Se podría decir que el autor opera en su narrativa como un videógrafo de la calle donde ocurre mucha de la acción y reacción de la sociedad colonial: la novedad de los nuevos cafés, la asistencia al teatro, el mercado, la iglesia como centro social, etc. Es en estos lugares en que podemos descubrir a Micaela actuando en una sociedad altamente estratificada y cerrada.

"Entraba en esas calles cargadas de perfumes y pregones, de sonidos de mulas y ruedas, de olores pestilentes y trajes luminosos y de religiosos acorazados por el hábito negro y blanco, avanzando hilos curvados de humo...Fiestas y silencios, perfumes y pestilencia, el arco iris y las sombras: Lima".

El mundo colonial estaba cambiando y Micaela también Cueto da cuenta de la atmósfera de cambio - aunque tenue - que se vivía a finales del siglo XVIII en el virreinato, donde ya venían apareciendo, sobre todo en Lima, las nuevas ideas políticas francesas que la administración colonial veía como peligrosas. La actitud de Micaela se engarza fácilmente con estas tendencias dado su espíritu libre, el ambiente bohemio en que se movía y su identificación con el territorio en el cual había nacido. La forma que el autor presenta estos cambios emergentes es más que nada simbólica, introduciendo la presencia del científicos e intelectuales dentro de los círculos sociales de Micalea. En una sociedad tan minúscula y claustrofóbica, intelectuales, artistas bohemios y científicos bien podrían haber frecuentado el Corral de Comedias o podría ser que algunos de estos hombres con nuevas ideas hayan recalado en una de las tertulias que a menudo se daban en la casona de Micalea. Por ejemplo, Hipólito Unanue, fundador del Mercurio Peruano, y prócer de la Independencia, genera en Micaela una especial atracción. Las pocas páginas que el autor le dedica a estos deseos no concretados de Micaela, pretenden poner a Micaela como una mujer abierta a las nuevas ideas políticas. Otra escena similar se presenta con la visita que hace Micaela al independentista prisionero Francisco de Zela. ("...Nunca había un rostro tan altivo...Se sintió atraído por él y trató de disimularlo moviendo el abanico".)  Micaela sensualiza su atracción por los hombres que encarnan una visión de cambio.

Para corroborar esta atracción liberal, Cueto nos cuenta que su hijo Manuelito (hijo del virrey Manuel de Amat y Junyen Planella Aymerich y Santa Pau) años después, sería uno  los signatarios del Acta de Independencia. Es comprensible que, dada la influencia de Micaela sobre su hijo, las ideas independentistas podrían haber germinado en él dentro del hogar de Micaela. Para añadirle dramatismo y mostrar la influencia materna, Cueto nos cuenta que el otro hijo que el virrey Amat tuvo con una señorona, fue el que fusiló al héroe y poeta independentista Mariano Melgar. Dos hijos ilegítimos, dos diferentes madres, dos opciones políticas diametralmente opuestas.

La novela está bien llevada si nos atenemos a lo que el autor pretendía desde el principio: seguir, caminar junto con Micaela, sin tratar de explicarla. El lector se va a enamorar del personaje, pero no aprenderá mucho de la convulsión de sus conflictos internos, pero sí quedará claro que ella sabía lo que quería, y que lo consiguió.


(*) Autor de El guerrero de la espuma y otras tantas despedidas (Pukiyari 2014) y El hotel que la habitaba (Pukiyari 2019), colaborador en la antología Lo que tenemos en común (Pukiyari 2019). Disponibles en Amazon.com.





[1] El autor comete el desliz de referirse al HUAYRURO, como "piedra", cuando sabemos que es una semilla. Éste formaba parte del vestuario de Micaela, según el autor.