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Saturday, March 28, 2020

EL LIBRO TÚ: Poesía de Alberto Hernández


I


Un caballo mira
de lado
y detiene el cielo:

en un ojo
invisible y empolvado
lleva el sudor de la tierra.

Lo acomete la furia del viento.
Lo seducen
los rastros perdidos del día.

II

Hay una mujer destinada al sosiego:
abierta
a la voz más discreta.

Una mujer que canta en mi oído
resume su experiencia
en las burbujas del sueño.

Lleva un caballo
vibrante en las manos
y dice
en silencio
el universo entero.

Caballo y mujer
transitan bajo el sol,
revientan en aroma nocturno.

Blancas la página y las manos,
el código invisible,
los labios alegres para el beso:
blanca la mirada;

las ancas del caballo
propósito y palabra:
para tenerla en el blanco de los ojos.

Una mujer
es como el lenguaje de una estrella
en silencio:
caballo celestial.

Blanco es el libro,
su textura,
piel de papel,
pulpa de milagros.
Libro para morir
en la dulce mirada de las noches.

Mujer y estancia,
carrera
entre voces ocultas.

Para decir de ella
es necesario saludar a Dios.
Volver de la última infancia,
comer de la inocencia.

Para decir de ella
cuerpo tocado

III

La mujer mira y sigue su camino.

La tomo de sombra en la calle
y le comento las pecas de su pecho:
La tomo en zumo de frutas
y en té de manzanilla,
en caminar a plena calle
y sol,
sin dejar de pensar cuando sonríe.

En sus ojos regresa de plazas festivas.

IV

Bajo la llovizna
miro tus ojos
puestos con el verde del tiempo.
Con la imagen de un río
que derrama tu cuerpo:
tierra de árboles inmensos
de sueño contigo
de astro perdido
por la sensatez
de una luna repentina
redonda como los ojos que la inventan.

V

Este libro eres tú
en la blancura de su tacto,
en la silenciada certidumbre
del deseo
en la volcánica ondulación de esas aguas
donde un caballo intrépido
ahoga la corriente.
Mujer y Caroní
bajo la luz de una lámpara muerta.

Este libro de mirada imprecisa.
En este libro
recorres los huesos de la distancia
y te hundes
cuchillo en una voz que quiero recorrer
con boca de tu aliento,
con bocanada de aire y sin permiso.

VI

Cuando me abras
con la devoción de las noches,
sabrás de mi misterio,
de mis intentos por mirarte.
Te abro con la mano que no olvidar.
Te leo con los ojos
de siempre regresar.

VII

Soy animal de pelaje terreno.
Soy el que en silencio te consagra:
dame entonces
el canto y la oración,
el tacto simultáneo.

VIII

Aquí sigue la calle, el atajo:
potro de briznas y pecados.
Aquí sigue la nota,
la vuelta de la página,
caballo, río y mujer en el mismo adjetivo,
el labio quimérico,
el pie destacado.

La mujer que se ovilla
y respira profundo
sueña
y habla. Toca.
Cuerpo íntegro
en silencio,
nombre que pronuncia todos los espíritus,
el sabor a distancia,
la calma de la tierra.

Músculo noctívago,
corriente selvática:
mujer/ mirada,
registro de mareas.

Al abrir la boca, te descubro.
Con el beso llegan todas las olas
es asunto de ser caballo en la orilla.
Mareas solares,
torbellinos en alta mar
donde las naves quebrantan la cresta del tiempo.

IX

Al lado del río
mientras la corriente exprime el paisaje
la mujer, tú, muestra su blancura suicida
contra la espuma de piedra.

(Es sólo una imagen momentánea)

Finalmente
desde el cielo encendido
entre las nubes cargadas de luz
el nombre me repite.

X

Blanco es el poema:
atestigua en la luz que lo ahoga.

Es el potro ciego contra el río:
se derrama al final de la carrera.
Su pelaje es ilícito
tenaz como la mirada de un fantasma.

XI

Belfos al final de la página
alzadas las piernas para recibirme.

(En el cuello del potro enlazo las palabras
suda la noche bajo tu desnudez
sobre tu sombra).

XII

Me llenas de olores
me disperso en tu orgasmo sin preguntas:
noche blanca, diosa de la página escrita:
en el vientre vacío canto tus deseos:
corres
la pradera es un sueño
un alacrán en el hombro.

Libro animal, ancas marinas
muslos de mujer asediada
por la luna y mis manos.

Mudo de tanto ser caballo, de pelaje:
el sexo en los vientos de octubre.
Voz irreparable
me duele la carne sobre la tuya.

Viajo por todos los adentros
y no retorno al día
donde te encuentras tendida
lisa de árboles.

Cierro tus piernas
con el libro y con él regreso a la primera página.

Bufo bestia y bebo.
Bebo y regreso al pozo, al río imprescindible.



(©Alberto Hernández - Maracay, Venezuela 06-02-2004)




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