—por Luis Fernández-Zavala, Ph.D.(*)—
En la guerra,
aprendió viendo morir a los hombres,
se piensa menos con la cabeza
que con los ojos.
—Arturo Pérez-Reverte
Hace algún tiempo, después de revisar algunas novelas sobre conflictos armados, (La guerra, la paz y la literatura) comentaba en estas mismas páginas digitales, que al final, los autores se acercan desde la ficción a los conflictos bélicos de diferente manera, con menor o mayor distancia de estos. Unos usan el contexto de guerra para crear una muy particular historia de amor, de intriga, etc.; otros ficcionalizan los efectos de la guerra en individuos, familias o grupos sociales (La Guerra y la paz); hay autores más arriesgados que buscan representar a sus héroes o su propia participación en los conflictos. Para el caso de Perú, la temática de la virtual guerra civil de los años 90s ha sido abordada por Roncagliolo (Abril Rojo) Daniel Alarcón (Guerra en las penumbras), Alonso Cueto (La hora azul) y más recientemente por Diego Trelles Paz en Bioy. Estos autores nos brindan la gama de cercanías y lejanías que mencionamos donde las historias narradas no pueden entenderse a cabalidad sin desbrozar conflicto bélico subyacente. El tema de la guerra en la literatura, como el amor, es recurrente desde la antigüedad y seguirá multiplicándose, toda vez que es parte de la historia humana: el Eros y el Tanatos son inherentes a la condición humana y la literatura buscaría dar sentido a esta dicotomía. La Historia como ciencia busca la “verdad objetiva”, en tanto que la Literatura desde la subjetividad busca que la sintamos.
Para el caso de la Guerra Civil Española existen más de mil obras de ficción escritas solo en España, que estaría demostrándonos que todavía es una herida histórico-social no cicatrizada. A pesar de esta abundancia, recientemente ha llamado mucho la atención la novela de Arturo Pérez-Reverte Línea de fuego (Alfaguara 2020). Su éxito ha rebasado las fronteras ibéricas y ha sido traducida a más de dieciocho idiomas. ¿Qué la hace tan popular?
En primer lugar, hay que destacar que Línea de fuego es una novela extensa de 682 páginas. Ciertamente una obra voluminosa en tiempos rápidos. El autor, bien documentado con entrevistas a sobrevivientes republicanos y falangistas, memorable de sus familiares y con una larga experiencia como corresponsal de guerra, se arriesgó a presentarnos una obra que desde el arranque enfrentaba dos importantes desafíos dada su extensión: 1) los lectores tienden a leer cada vez menos páginas, 2) ya se ha escrito bastante material de ficción sobre la Guerra Civil Española. Esto exigió al autor manejar muy cuidadosamente la estructura, el lenguaje y la trama para lograr que el lector se mantenga leyendo la novela de principio a fin. Según el autor, él escribió esta novela de la manera tradicional y simple: un comienzo, una parte intermedia y un final; poniendo “el sujeto antes que el verbo”. Esta extensa obra exigía para él, simplicidad.
Pérez-Reverte opta por usar la documentación obtenida eliminando toda exagerada mención a la “superestructura”: el gobierno, el estado, la escena oficial, la lucha ideológica, los líderes, el contexto mundial, la correlación de fuerzas, etc. El centro de la narración son las reacciones de los soldados españoles enfrentándose cara a cara, día a día atacando y/o defendiendo un pedazo tierra, un pueblo llamado Catellets de Serge muy cerca del río Ebro. Para lograr su objetivo el autor delimita el espacio geográfico de la contienda; sumerge al lector en las acciones militares, casi de una manera claustrofóbica (ver mapa). No importa que estaba pasando en el gran mapa de la guerra en España; lo central es el paso a paso de los soldados en esta isla de muerte. Por otro lado, los combatientes, jóvenes en su mayoría, como en todas las guerras, son presentados con sus identidades personales: profesión, lugar de procedencia, trayectoria política, estado civil, educación, experiencia de guerra y cómo fueron reclutados.
La novela se divide en cuatro partes (Sombra en la orilla, Choque de Carneros y Los dientes del diablo y epílogo), cada parte contiene entre seis y siete capítulos. En cada capítulo las acciones militares y la participación de los personajes se presentan intercaladamente. A lo largo del libro las intercalaciones son cortas de tres o cuatro páginas. Esta manera de organizar la narración resulta en una lectura ágil donde el lector se adentra en una serie de mini historias siguiendo el desenvolvimiento de las operaciones militares de defensa/ataque de los republicanos y los falangistas en Castellets de Segre.
Desde el primer capítulo, la ficción entra a tallar. Pérez-Reverte introduce a un grupo de mujeres combatientes en la escena bélica. Este solo hecho ya es atractivo ya que aparte de los afiches de propaganda de la época, la participación de las mujeres en conflicto se dio básicamente en la retaguardia. En la ficción de Pérez-Reverte las mujeres enfrentan, ven y mueren en la primera línea republicana. Todo esto, no sin contradicciones culturales. Este mero hecho de poner como protagonistas a un grupo mujeres a cargo de las comunicaciones, despierta en el lector una preocupación de carácter contemporáneo y moderno. Esto lo hace sin melodrama y abriendo una línea narrativa que insta al lector a seguir el derrotero de estas combatientes. Ellas sufren los mismos desafíos de sobrevivencia que los hombres con la naturalidad de sus convicciones, pero además se introduce su particularidad femenina mencionando, por ejemplo, las toallas higiénicas femeninas en medio de las batallas.
Su misión no es combatir directamente sino asegurar, bajo el fuego enemigo, las comunicaciones en la cabeza de Puente que el ejército republicano pretende establecer en el sector de Castellets de Segre.
Después de presentarnos a las mujeres de las comunicaciones, el primer personaje que aparece es el soldado de infantería nacionalista Ginés Gorguel Martínez, quien se lamenta no poder haber desertado para el lado republicano. Él está ahí combatiendo no por convicción sino por cosas de la lotería de la vida. El autor logra mediante el contraste, señalar que la disciplina y valor no son privilegio de los hombres.
En las siguientes páginas conforme se narra las operaciones militares en detalle vamos conociendo a los involucrados: el dinamitero Panizo, antiguo sindicalista y miembro del Partido Comunista. En lado falangista está el disciplinado joven alférez Santiago Pardeiro Tojo que tiene como su ayudante tiene al cabo Longines (antes de la guerra era ladrón de los famosos relojes, que tuvo que escoger entre la cárcel o la Legión) Con pan y bandera, hasta la peor escoria puede convertirse en algo decente. A veces. El mayor Gamboa Laguna, el comandante de la XI Brigada Mixta, un trabajador hotelero formado en la disciplina del Partido Comunista y las acciones militares. Su segundo, es el cabo Simón Serigot González también comunista desde muy joven. Se destaca el papel jugado por estos militares entrenados en Rusia, hombres de acción y disciplina, dispuestos a cambiar el mundo. Sin embargo, en ambos ejércitos se encuentran buenos soldados y también los cobardes y los desubicados. El valor, la cobardía y la desafección se dan tanto en los republicanos como en los nacionalistas.
Vemos que en esta guerra la ideología es importante motivación para la batalla, pero no garantiza el triunfo; al final, nos damos cuenta que muchos combatientes están ahí peleando por salvar sus vidas, pero que muchos de ellos preferirían estar en otra parte, incluyendo los brigadistas internacionales que en los momentos de la ofensiva del Ebro ya habían sufrido muchas derrotas y se notaba su desgaste emocional.
Pérez-Reverte nos llama la atención sobre el papel de los comisarios políticos y de los curas que cumplen similar tarea en la primera línea. Ramón García, es para los hombres de Gamboa como los capellanes castrenses en el bando fascista: Consuelo moral y sostén ideológico. Unos mueren por el paraíso de Cristo y otros por el del proletariado. Nótese que los comisarios políticos y los curas son el nexo con la “superestructura”, los guardianes de la fe, que muchas veces entran en conflicto con los combatientes. En lado falangista el capellán Ignasi Fontcalda es el encargado de levantar la moral de los soldados: No hay mejor soldado, sostienen, que un requeté después de comulgar. El cabo Saliman es un moro cuya participación mercenaria y delincuencial (robando las pertenencias de los soldados muertos) se ve matizada por su fe en Franco, a quien considera un santo, y la Divina Providencia que lo controla todo; el moro proviene de una familia de soldados y es un experto de muchas batallas. Con muchos defectos, Saliman es un tipo solidario con el desafecto Guines al cual le salva la vida varias veces. En lado franquista hay soldados de carrera como Pedro Coll de Rei que parece menos un soldado que aristócrata.
En medio de la destrucción y la barbarie los soldados tienen gestos y emociones solidarias y positivas. Hay un momento en que ambos bandos, en medio de un tiroteo infernal, se ponen de acuerdo para salvar a una mujer del pueblo que está a punto de parir. Casi al final de la novela unos nacionalistas perdonarán la vida a unos soldados republicanos que escapaban heridos hacia la retaguardia pare fugarse al otro lado del Ebro. Esto lo hacen a pesar de las ordenes de matar a cuanto republicano se encontraba en retirada. La tensión romántica está presente en las conversaciones entre el bello capitán republicano Buscuñana y la Pato (mujer brava de las comunicaciones.
Un acápite especial merece el tratamiento de los periodistas internacionales en la novela. Sabemos de la experiencia del autor que por más de veinte años fue corresponsal de guerra, sin embargo, vemos que toda su experiencia se vuelca a la narración de acontecimientos bélicos de manera realista y a través de la mirada de los combatientes y no de los periodistas. Ellos nos dan una observación más desde su perspectiva de foráneos informando al mundo exterior. No hay un abuso de la propia biografía del autor.
Pérez-Reverte quiere hacernos sentir que esta es una guerra entre españoles para lo cual no solamente destaca la procedencia geográfica de los combatientes, sino que también el uso idiomático de diferentes regiones, los dichos y las canciones. Súmese a esto el humor y la pasión para odiarse los españoles en tiempos de guerra.
Otro aspecto digno de resaltarse es la inclusión de los sonidos que las armas causan y los tipos de armas usadas. En esto último el autor es bastante específico. Durante mi lectura tuve que consultar varias veces Internet para esclarecer, por ejemplo, la diferencia entre los diferentes tipos de ametralladoras y fusiles. El autor en una entrevista nos dice que en una guerra el tipo de armas lo define todo. Él quiere estar seguro que el lector sepa el tipo de destrucción que se está causando en una escena determinada o a qué se están enfrentando las tropas. Sonidos, olores y consecuencias materiales de la destrucción son descritos con minuciosa rapidez. No encontraremos en el relato disquisiciones existenciales, nostálgicas o morales como las producidas por Robert Graves y otros poetas ingleses durante la Primera Guerra Mundial.
En suma, Línea de fuego de Arturo Pérez-Reverte es una novela bien estructurada, con un tema complejo presentado de manera simple y directa. Un relato que absorbe, entretiene a pesar de su extensión. El autor nos sumerge en el enfrentamiento bélico cara a cara y no hay cómo escapar hasta llegar a la última página. Aprendemos que aquí no hay malos y buenos: todos matan y todos son capaces de crueldades y bondades según las circunstancias. En la primera línea todos quieren sobrevivir y por eso matan. La ideología solo interviene como motivación especial de algunos combatientes. A muchos de ellos les tocó servir en uno u otro bando sin que se lo preguntaran. Por eso las defecciones se daban en ambos bandos. La política en el frente republicano fue un factor que afectó la unidad de sus fuerzas armadas (anarquistas, trostkistas, comunistas, socialistas) y su eficiencia frente a un ejército profesional casi sin ideología. En las brigadas internacionales también había un cúmulo de conflictos; había gente bien intencionada, pero también aventureros y maleantes; el grupo se venía desgastando cuando la realidad de la guerra y las derrotas superan la fantasía del esfuerzo solidario.
(*) Autor de El guerrero de la espuma y otras tantas despedidas (Pukiyari 2014), El hotel que la habitaba. Cuentos transhumantes (Pukiyari 2019) ganador del International Latino Book Award. Próxima publicación Cuentos nuevomexicanos (Pukiyari 2021). Disponibles en Amazon.