por (*) Luis Fernández-Zavala, Ph.D.
El artista de genio no cambia la realidad, lo que cambia es nuestra mirada.
La realidad sigue siendo la misma,
pero la vemos a través de su obra,
es decir, de un lente distinto.
Este lente nos permite acceder a grados de complejidad,
de sentido,
de sutileza o de esplendor que estaban allí,
en la realidad,
pero que nosotros no habíamos visto.
-Julio Ramón Ribeyro
En los últimos dos años de crisis sanitaria global, las palabras cuarentena, pandemia, epidemia, confinamiento, peste, y por supuesto, Coronavirus vienen siendo de uso común y las más buscadas en el Diccionario de la lengua española. Hay una necesidad natural de entender lo que nos está pasando y para ellos usamos el lenguaje. El lenguaje es “conciencia práctica” (según Marx) y nos ayuda manejar la cotidianidad.
Hablar de cuarentena en estos tiempos es común, pero poco tiene que ver con su origen medieval. La RAE define cuarentena como: “aislamiento preventivo a que se somete durante un período de tiempo, por razones sanitarias, a personas o animales”. La autoridad sanitaria (doctores, CDC, ministerio de salud) pueden ordenar una cuarentena por 5, 14, 30 días, etc. Durante la peste negra (bubónica) del siglo XIV se mantuvieron aislamientos de 40 días porque ese fue el número de días que Jesús pasó en el desierto (cuarentena = cuarenta días). Otras referencias al número 40 dentro del cristianismo son: 40 días de diluvio, 40 años de la marcha del pueblo judío por el desierto, 40 años de Moisés y Elías en la montaña y 400 años que duró el pueblo judío en Egipto. Tiempo para rezar, tiempo de sacrificio, de arrepentimiento, de limpieza espiritual. La mano de Dios estaría presente para llamarnos la atención sobre nuestra vulnerabilidad y/o nuestra culpabilidad. Hoy en día, los días de cuarentena tienen una base científica: es el período en que el virus (no una bacteria como en la peste negra) se manifiesta a través de síntomas, es el tiempo de incubación del virus en el organismo humano. Cualquiera que sea la base de la cuarentena el objetivo siempre es el mismo: evitar contagios.
Por otro lado, vemos que pandemia y epidemia se refieren a la extensión de la enfermedad, a su alcance en términos del número de personas afectadas dentro de espacios geográficos. La voz pandemia procede del griego pandemia, que literalmente significa 'todo el pueblo', de pan- 'totalidad' y demos 'pueblo'; la epidemia en cambio, se refiere a la presencia de una enfermedad en un área (o país) determinada. En la actualidad, una epidemia fácilmente se puede convertir en pandemia dados los altos índices de movilidad y contacto social.
Mirando las estadísticas sobre el desarrollo de la enfermedad a nivel global, a las que ya estamos acostumbrados, y que crean una suerte de incertidumbre frente de la lotería de la muerte, las personas tratan de dar sentido a la crisis personal y social que la enfermedad crea. Aquí es donde entra a tallar la literatura. La ficción literaria puede organizar el caos y darnos ciertas certezas e información desde adentro, de cómo se vive y se muere en tiempos de pandemia y de esta forma sensibilizarnos sobre comportamientos ya esperados. Todavía a todas luces, es muy pronto para que la literatura actual pueda aportar algo significativo, pero ya hay intentos de poner la pandemia como parte de nuestra cotidianidad. Por ejemplo, en novela Existiríamos el mar de la española Belen Gopegui (2021) encontraremos algunas referencias a la pandemia como telón de fondo, como para señalar que la acción de la novela sucede en 2020.
“Hemos vivido tanto tiempo pensando que sabíamos lo que iba a pasar al día siguiente. Y luego vino la pandemia, así que hagamos una vez más como que sabemos, aunque no sea seguro”.
Sin embargo, las relaciones entabladas entre los protagonistas, así como sus metas no se presentan engarzadas a lo que la pandemia devastadora estaba provocando en la sociedad española. Algo de gran magnitud estaba sucediendo en la sociedad española, pero no se muestra sus efectos en la cotidianidad de los protagonistas, al menos consistentemente. En la trama de la novela un sindicalista siente la presión de los despidos causados por el cierre de fábricas o disminución de la producción; esto le causa desaliento, pero la pandemia no afecta sus relaciones interpersonales al compartir la vivienda con otros personajes que es el meollo de la novela. Uno de ellos (Jara) decide dejar el grupo y mudarse a otra ciudad y no tarda en conseguir trabajo en una cafetería: ¿es esto creíble en plena pandemia con estrictas cuarentenas? Gopegui es una excelente novelista, acuciosa y muchas veces densa, su novela es una joyita que merece leerse, pero en este punto, nos deja deseando algo más.
Yo mismo introduje el tema de la pandemia en mi cuento Muerte en El Encanto (Pukiyari 2021) cuya acción sucede en 1920, en New Mexico. Allí hago referencia a la Gripe Española que había asolado dos años antes al mundo causando alrededor de cincuenta millones de muertes. Probablemente, no hubiera hecho referencia a este evento, si no estuviera yo escribiendo desde el siglo XXI con una pandemia a cuestas. Mi intención fue darle realismo a mi historia señalando que cuando acaba la pandemia, muchas cosas han pasado y esto marca definidamente a los actores individuales y sociales para siempre. En el caso de mi personaje, un alcalde pueblerino que había perdido su esposa por la pandemia, tiene miedo de visitar uno de los núcleos de infección del pasado. Yo quería llamar la atención sobre dos hechos aplicables a la actual situación de crisis sanitaria: el papel de la memoria y cómo los comportamientos dentro de la pandemia definen la personalidad y la ética de los personajes. Mi intención no era escribir específicamente sobre esa pandemia, sino conectarla a la realidad ficticia de 1920 y de ahí, dejar que el lector saque sus propias conclusiones para entender su realidad objetiva actual. No sé si lo logré.
Cito esto dos ejemplos para hacer notar que en la literatura actual todavía no hay trabajos que nos ayuden entender el comportamiento humano desde el interior de la catástrofe sanitaria, como lo hicieron las obras de Albert Camus (La peste, 1947) y Daniel Dafoe (Diario del año de la peste, 1772; autor de Robison Crusoe) En estas obras sí podemos encontrar una mirada desde adentro de la pandemia.
Recordemos que La RAE define peste como: “Enfermedad epidémica contagiosa que provoca una gran mortandad y, en particular, causada por la bacteria Yersinia pestis y caracterizada por la aparición de fiebre escalofríos, náuseas, cefalea, debilidad y bubones en diferentes partes del cuerpo”. El origen del término se remonta a 1410 y tiene como sinónimo: pestilencia, haciendo a alusión a lo olores desagradables que producían los enfermos. Posteriormente el término peste se usa en sus versiones coloridas para designar diferentes enfermedades: peste negra, peste amarilla, peste azul, peste blanca.
Las obras de ficción mencionadas presentan similitudes a pesar de los siglos que las separa: ambos autores trabajaron como periodistas y quieren que el lector se inmiscuya en la situación con una mirada objetiva, no alarmista o sentimentaloide: ellos solo narran “lo que vieron” basados en, según ellos, en sus observaciones, documentos y testimonios. Dafoe incluso incluye tablas estadísticas para acreditar su versión de los hechos. Ambas obras presentan casi a los mismos actores: la iglesia, la burocracia, los pobres y los ricos, la reacción de los ciudadanos, la evolución de la enfermedad, y finalmente, la derrota de la enfermedad. Ambos narradores están insertos en los eventos, son cronistas. Vargas Llosa nos habla especialmente de la importancia del libro de Dafoe en García Marquez historia de un deicidio (2021): “Montado como una crónica -Dafoe ha sido llamado el padre del periodismo moderno- el libro describe con meticuloso detallismo una calamidad histórica de contornos bíblicos… (que) se abate sobre una comunidad, la corrompe física y moralmente y la destruye”.
En ambas ciudades las autoridades y los mismos ciudadanos no aceptan que la peste estaba ya en sus predios: incredulidad, manejo de las cifras oficiales, búsqueda de culpables fueron las primeras reacciones en ambas ciudades, siempre con la idea de no “crear pánico” en los ciudadanos. (Se viene a la cabeza la declaraciones del presidente Trump al inicio de la pandemia del Coronavirus).
La diferencia de contexto asoma también muy claramente. Mientras Dafoe describe la evolución de la peste, su mirada está puesta en la ciudad de Londres y no tanto en las personas. Camus en cambio, relata su crónica de la peste bubónica en Orán en Argelia, a través de cinco personajes, y secundariamente, acerca de la ciudad de Orán. Otra diferencia: El narrador de Dafoe es un ciudadano burgués (un comerciante) privilegiado que decide quedarse en Londres porque las circunstancias no le permiten escapar y no quiere durante la epidemia ser más que un observador. El narrador de Camus se queda en la ciudad porque es su deber como médico. Las apreciaciones del narrador de Camus son de carácter introspectivo y relacionados a “un antes” y a la evolución de la peste y de sus implicados; en el caso de Dafoe el narrador se sitúa a distancia de los hechos; por ejemplo, él no aprueba los confinamientos en las casas de los infectados porque a pesar de los intentos burocráticos de imponerlo, esto llevó a excesos y a muchas maneras bizarras de evadirlo; él mismo cuando es asignado a ser uno de los veladores de casas aisladas, trata de zafarse de esa responsabilidad ciudadana.
El regidor de Portsoken Ward me nombró inspector de las casas del barrio en que vivía… yo intenté excusarme por todos los medios y no aceptar el cargo… sobre todo alegué que yo era contrario a que se clausuraran las casas”.
El Londres de Dafoe antes de la crisis sanitaria era precisamente el ambiente que Camus describía y rechazaba en Orán. Hay en Dafoe una devoción puritana la cual ofrece a través del trabajo (el comercio) un camino de salvación. Mientras que, durante la epidemia, los rieles del comercio no se vieran totalmente afectados, para el observador londinense, había esperanza de un desenlace no tan cruel. Para Camus, Orán era una ciudad de comerciantes, aburrida y fea, según sus palabras, donde la gente vive o sobrevive trabajando, y no sospechan que existe otra cosa para ellos.
“Los hombres y mujeres o bien se devoran rápidamente en eso que se llama acto del amor, o bien se crean el compromiso de una costumbre a dúo… por falta de tiempo y de reflexión, se ve uno obligado a amar sin darse cuenta”.
Adicionalmente, existía, cierta frivolidad en la ciudad que hacía que el enfermarse sea visto como una inconveniencia: todos prevén tener buena salud para poder hacer negocios. Es una ciudad de hábitos y por lo tanto ordenada y aburrida, hasta que los sorprende la peste. Para el narrador de Dafoe Londres es una emanación de los individuos; los ciudadanos individuales no están caracterizados, son átomos que componen un cuerpo colectivo. La crónica de Camus cuenta a historia a partir de la interrelación del doctor Rieux (narrador), Jean Tarrou (Rieux usa sus notas escritas), el cura Paneloux (¿Es la epidemia la voluntad de Dios?), Joseph Grand (burócrata y escritor en ciernes), Cottard (personaje de oscuro pasado), M. Othon (official de policía).
El fin de la peste es tratado también diferente. El narrador del siglo XVIII, es ciertamente optimista: Londres a pesar de sus defectos, de lo mal que se comportaron unos ciudadanos con otros, hizo las cosas mejor de lo que se esperaba; hay una visión de futuro deseable con la reconstrucción de lo nexos sociales. El narrador del siglo XX, es menos determinista y reconecta esos elementos que en “el antes” no significaban mucho para los habitantes de Orán. Sin embargo, pequeños símbolos se convierten en grandes expresiones de júbilo: ir a ver el mar, esperar a la persona amada a la estación del tren… Pero si bien la ciudad se liberaba de las restricciones de la peste, todavía había gente muriendo, la peste disminuida continuaba existiendo para algunos, en tanto que, para otros, la peste se extendía con la memoria de sus seres queridos fallecidos. Al final de la peste surge la necesidad de recuperar la memoria y balancear el tremendo desgaste espiritual que causa la muerte masiva, el aislamiento y la renovada vida del sobreviviente: la vida continua, pero, ¿será igual que antes?
(*) Autor de El guerrero de la espuma y otras tantas despedidas (Pukiyari 2014), El hotel que la habitaba (Pukiyari 2019), Cuentos Nuevomexicanos (Pukiyari 2021). Premio International Latino Book Award (2020). Disponibles en Amazon.com.
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